«Irrealidad»: Archivo personal
«A veces he tenido la sospecha bastante fundada de estar asistiendo a la vida desde el margen».
RAMÓN J. SENDER (1901-1982)
Al otro lado de la claridad que retiene el estor, rigen las sombras y Cecilia Bartoli, cuya voz repiquetea en las estanterías metálicas relucientes donde dormita Ramón J. Sender bajo las presencias oníricas de sus amigos suicidas. Sobre la mesa, Nocturno de los 14, con las páginas, que un día fueron blancas, rebosantes de notas —apenas legibles— escritas a lápiz y los cantos de las cubiertas desgastados. No hay un solo libro de Sender en la habitación que resista una somera evaluación en pulcritud; todos añosos, manoseados, subrayados, con un exagerado número de marcadores asomando como cornamentas entre las hojas que los años apelmazaron dejando rastros de olor a polvo comprimido.
Rodean los muertos voluntarios de Nocturno de los 14 al autor exiliado. Tose el antaño ácrata y después comunista, Pepe Díaz, haciendo oscilar el único rayo luminoso —apenas un hilillo— que ha logrado atravesar la tupida barrera que opaca la cristalera, dejando un diminuto punto lechoso en el rostro doliente del periodista granadino Fabián Vidal, ciego ya, asido del brazo de un Hemingway sobrio que expone su visión de la España de anteguerra al antifascista judío Ernst Toller, mientras el historiador Ramón Iglesias departe con la diputada y ministra laborista Ellen Wilkinson y el poeta Max Jiménez.
Crepita el tiempo. O tal vez crujen las páginas escritas por el viejo y agotado Sender, abarrotadas de vocablos las ringleras entre las que los muertos por propia mano arrastran el fardo de sus pretéritas existencias, escabulléndose de la escritura automática del novelista que quiso reunirlos y trotando, en desconcierto total, de un párrafo a otro del ejemplar raboseado.
Cuando la mezzosoprano Bartoli emprende el Lascia ch’io pianga…, suspira el espectro del literato. “El acto de humildad absoluta del hombre es el suicidio”, murmura Sender. Y se encogen de hombros los ilustres congregados que, desbaratadas sus vidas, buscaron alivio consumando sus propias muertes.
La idea del suicidio no asusta en nuestro tiempo a nadie, creo yo, pero en mi caso confieso que no podría arrojarme como Virginia Woolf a un río cenagoso para morir asfixiado por el barro ni tampoco podría colgarme como Gerardo de Nerval. La mejor manera es tal vez el anhídrido carbónico del coche. Cuatro metros de tubo de goma o de plástico para conducir los gases al interior, bien cerradito. Con eso no se molesta a nadie. En el mismo coche pueden llevar el cuerpo al crematorio después de comprobar que uno se ha dado la muerte voluntariamente y sin coacción ni violencia ajena […].
Pero por el momento no hay que pensar en tal cosa. Demasiada gente esperando y deseando que uno reviente. Esta última consideración es la que pesa más por el lado del buen sentido. No hay que dar alegrías demasiado súbitas a nuestros enemigos —yo amo a los míos— porque eso puede hacer subir peligrosamente su presión arterial. Y a la edad que tienen (más o menos, la mía) es malsano.– Ramón J. Sender. Fragmento del Capítulo cero de Nocturno de los 14.
Loa libros así ha de ser sobados, manoseados, acariciados y subrayados. Son los que más me gustan. Sabio Ramón J, Sender.
Así es; a los libros vividos les pasa como a los edificios, los elementos artísticos o incluso las personas… Que llevan las marcas del tiempo externa e internamente.
He leído , «Réquiem por un campesino español» y alguna más que ahora no recuerdo, ya que uno de mis hijos tenía varias de sus obras.
Esa novela que nombras es inolvidable y brutalmente realista. Sender sacó en ella todos sus demonios y su dolor más íntimo.
Fabián Vidal era hermano de Luis Fajardo Fernández, alcalde republicano de Granada que asesinaron en aquel baño de sangre del principio de la guerra, cuya familia conozco. Por eso, busqué su nombre en el Memorial que hay en el cementerio.
Hasta hace muy poco, todo lo que conocía de este señor era a través del libro de Sender, donde lo presenta como un hombre nada guasón, muy serio y casi atrincherado en la habitación de la pensión en la que vivía y desde cuya ventana se arrojó a la calle. Una vida tristísima, dura y sin alicientes.
Excelente artículo, recuperación de autor desmerecidamente olvidado y una elección fantástica de un fragmento para pensar con calma,…gracias
Sender forma parte de esa pléyade de literatos reflexivos y brillantes enterrados por el tiempo. Suelo airearlo de vez en cuando porque siempre ha estado muy ligado a mis lecturas, a las que vuelvo con deleite.
Muchas gracias por tus palabras.
De Ramón J Sender habré leído tres o cuatro novelas. Nocturno de los 14 no, por lo que explicas parece más un ensayo sobre el suicidio.
Saludos.
JBernal
No, no. Se trata de una novela; algo estrambótica y, a ratos, confusa, pero novela a fin de cuentas, con pinceladas biográficas de sus conocidos -no todos fueron amigos- suicidas y la impagable opinion sin cortapisas de Sender sobre cada uno de ellos.
Saludos a ti.
Excelente recordatorio de un gran escritor, alguno de cuyas obras han pasado por mis manos en el manoseo inquietante frente a un texto emocional. Soy un absoluto fan de los libros en papel, bien tocados y sobados. La practicidad de espacio me ha llevado a la infidelidad del kindle y Epubs y que se yo, pero si quiero leer un libro en condiciones, ha de ser en papel. Por cierto, voy a buscar para releer alguno de mis libros de Sender. Gracias por tu texto. Un abrazo.
Parece como si, en papel, las sensaciones que proporciona un buen libro se multiplicaran y las mentes fueran más receptivas… O quizás la costumbre del roce nos haya convertido en adictos y nuestros sentidos no terminan de habituarse a la impersonalidad de los libros electrónicos aunque, como apuntas, debamos transigir por problemas de espacio.
Buenas lecturas y placenteras relecturas.
Otro abrazo.
Me quedo con la imagen de ese libro desgastado -como tantos otros- lleno de anotaciones y separadores.
Esas lecturas que tanto nos merecen la pena y que recordamos siempre. Es formidable la manera en que te abandonas a una lectura, Una mirada, la forma en que disciernes entre líneas los sentimientos que otros plasmaron en papel.
Mira que te expresas bien, compañero. Todo un caballero de la palabra escrita (también).
Y cuánta historia en esos fragmentos de lectura, verdad?
Cuántos sentimientos que uno hace propios durante un tiempo o un momento….o para siempre.
Muchos abrazos!!
Qué hermosas palabras me dedicas, Contadora… En realidad, mi único mérito ha sido leer incansablemente, dejarme arrastrar por la expresividad ajena y sumergirme en la creatividad de esos autores y autoras que, con los años, se han hecho imprescindibles, adictivos. Sender, por supuesto.
Y sí, tienes razón: Hay en las lecturas un universo de sentimientos que trascienden del libro al lector y se funden con los propios. Es la grandeza de los libros, de aquellos que un día los escribieron para que tú y yo los viviéramos y los hiciéramos nuestros.
Más abrazos y, siempre, gracias.
He repasado su obra en Wikipedia y para mi vergüenza, compruebo que no he leído ninguna. Antes era de los que ponían marcadores en las citas que me interesaban. En cambio, nunca subrayaba, algo que considero pecado mortal, lo que hago ahora es copiar los pasajes que me interesan.
Ahora soy más comedido pero confieso que he sido de aquellos que encaraban ciertos libros con lápiz, regla y multitud de papelitos rectangulares (luego, post-it). Actualmente, como en tu caso, copio (en el ordenador) citas, fragmentos… engrosando un archivo que consulto de vez en cuando.
Sabias palabras. Muchas gracias. ❤️💪
Grande, Sender.
Gracias a ti. Salud.