«Donde la pasiflora»: Archivo personal
Cuando Emil, que está colocando la contraventana de la falsa[1], las ve venir, a pasitos cortos y trabajosamente, por el camino que sale desde el Barrio, explota, malhumorado: “Hala, que ya tenemos visita… ¡Hasta los cojones me tienen esas viejas!”. “Hombre, Emil, que te van a oír”, le advierte Iliane. “¡Pues que me oigan y vayan a dar ‘cariño’ a otra parte!” Y es que, desde la segunda quincena de agosto, cuando empezaron las obras de remodelación en Casa Colasa, el hogar donde nació, vivió y murió la señora Benita, tía abuela de Emil, las amigas de la difunta han tomado por costumbre incluir en sus paseos la antigua casa de la fallecida para “vigilar que Emilín”, que así lo llaman ellas, Emilín, “no haga algún estropicio”.
«Emilín, hijo, ¿no pensarás quitar las piedras del muro…? Que allí dejaba crecer Benita, que en gloria esté, gordolobos y ombligos de Venus…»
«Emilín, hijo, ya puedes meter en vereda la pasiflora, que decía Benita, que en gloria esté, que se extendía mucho y no dejaba crecer las dulcámaras y las gatuñas del camino…»
«Emilín, hijo, ¿no irás a tirar esa palangana…? Que Benita, que en gloria esté, ponía allí en remojo las amapolas para las infusiones…«
Y Emil, al que las dos añosas mujeres importunan, soportando, cada fin de semana de trabajo en la casa, el continuo bombardeo de consejos y recomendaciones. Sábado y domingo. Sábado y domingo. Sábado y domingo. Sábado y domingo; y hasta algunos días entre semana —cuando decide adelantar faena en solitario para no abusar de los amigos y amigas que renuncian al ocio de fin de semana para ayudarle—, Angelita y María Blanca, las comadres de la señora Benita, muy atentas a las ideas y venidas del nuevo dueño de Casa Colasa, se presentan en la obra, siempre vigilantes para que la esencia del lugar permanezca inmutable.
«Emilín, hijo, acuérdate que el Mueso no puede salir de la casa. ¿Te acuerdas, verdad…? Tú eres ahora el depositario….» Porque, claro, por encima de cualquier otra circunstancia, está el Mueso, controvertida reliquia y casi olvidada leyenda que, antaño, convirtiera Casa Colasa en centro seudorreligioso del Barrio y aun de la comarca.
La historia —o la leyenda— del Mueso no tiene fecha precisa. Sucedió, según cuentan, cuando en el pueblo de Nocito se tenía por costumbre sacar el cuerpo incorrupto de San Úrbez para bañarlo en la balsa como rogativa contra la sequía. Ocurrió que, en uno de aquellos baños rituales, el pastor de Casa Colasa, que había acudido por su devoción al santo, se inclinó sobre los restos de San Úrbez y le dio un mueso[2] en una rodilla, llevándose un pedacito de la misma sin que ninguno de los presentes se percatara. De regreso al Barrio, cuando comunicó al amo de Casa Colasa lo que había hecho, éste le ordenó que reculara a Nocito y dejara el Mueso donde reposaba el santo. Cuando el pastor quiso salir de la casa para cumplir el mandado, el Mueso saltó de su mano al suelo. Y así sucedió cada vez que hizo ademán de marcharse. El dueño de Casa Colasa, al observar el prodigio, comprendió que el Mueso había elegido su ubicación y mandó construir una arqueta tallada en boj, con remaches de plata, para contener el resto orgánico. La arqueta fue colocada en un hueco hecho ex profeso en una alcoba —A Saleta O Mueso, se la llamaba— donde se alojó también al pastor, que vivió con la familia hasta su muerte. Durante muchos años, A Saleta O Mueso fue lugar de culto alternativo para quienes deseaban obtener buenas cosechas o terminar con las enfermedades que diezmaban el ganado. Y cuentan que el Mueso ejerció su benefactora influencia hasta que, en los primeros meses de la Guerra Civil, el cuerpo de San Úrbez fue quemado. A partir de entonces, aseguran, el Mueso no sólo dejó de tener propiedades milagreras sino que trocó el color anaranjado brillante que había sido su seña de identidad por otro grisáceo y apagado.- Leyenda ya explicada en Ex umbra in Solem.
NOTAS
[1] En aragonés, desván, buhardilla, trastero.
[2] Id, mordisco.
Hay quien anda tan falto de cariño que no ve otra forma de conseguirlo que repartiendo el suyo, sin darse cuenta de que puede resultar inoportuno. Para las leyendas siempre he sido un descreído, pero no me estorban cuando hacen bien a tanta gente. Después de todo, yo no sé nada.
Digamos, más bien, que a ambas señoras les gusta mucho gobernar…y el personal se les rebela.
Las leyendas siempre tienen su pequeña razón de ser, aunque la misma se haya perdido con el paso de los siglos.
He estado bastante rato leyendo los escritos sobre la señora Benita (que en gloria esté) y era una mujer a la que pintas como muy peculiar pero se nota que hay cariño y respeto hacia ella, o sea que sus amigas serán por el estilo además de cargantes. Me he reido muchísimo en el escrito de la piscina y pienso que se tiene mucha paciencia con ellas. De san Ürbez me contaba mi abuelo muchas historias pero no conocía la que tú narras ni sabía que habían quemado sus restos momificados.
Hoy he aprendido nuevos nombres de plantas gracias a ti. Feliz semana, Mirada.
Fue una mujer que llevó el peso de las tradiciones familiares en unos tiempos que ya no eran tan propicios. San Úrbez tiene tal club de fans en el Alto Aragón que podría decirse que cada pueblo de Guara tiene su anécdota con el santo o sus restos.
Esas plantas las habrás visto crecer en el pueblo de tus abuelos; salvo la pasiflora, todas son muy comunes.
A disfrutar del día a día.
Ya, ya me acuerdo yo de las amigas de Doña Benita y su cara dura en la piscina. Y de la leyenda un poco asquerosilla del Mueso, porque ese mordisco y ese trocito de momia de un lado a otro…
Sí, son difíciles de olvidar el uno y las otras, aunque los motivos sean diferentes.
Tuve dos pasifloras en la terraza del salón en dos maceteros que están separados 6 metros, los había unido por arriba por una cuerda relativamente gruesa y rugosa, a los dos años tuve que arrancarlas amenazaban con meterse dentro de casa, jamás había vista una plata que medrara tanto..
Son unas plantas vistosísimas pero con tendencia a avasallar el espacio.
Me pongo en la piel de Emilín y hago fuagrás con la comadres. juas y rejuas
Ya te digo. Hay personas capaces de terminar con la paciencia de cualquiera.
Me encantan las leyendas, y ésta no la conocía.
Me quedo con ganas de saber más, y voy a ponerle remedio.
Qué manera más nítida de «ver» las escenas a través de este texto. Esa forma de narrar no solo nos capacita para ver a los personajes sino para «sentir» uno mismo también, cómo se nos agota la paciencia cuando la gente, literalmente, se mete donde nadie les llama y con cosas que nos incumbre. Ayy esas amigas de Benita.
En todos lados hay alguna así. 🙂
Me ha gustado mucho venir hasta aquí.
Gracias por compartir.
Ya sabes que, cuando se trata de narrar un suceso, el punto de vista de quien lo hace no es objetivo; eso ocurre aquí con los encontronazos entre Emil y las señoras, que el escribidor toma, indisimuladamente, partido «guiando» a quienes leen por la misma senda…
De San Úrbez, un santo circunscrito casi exclusivamente al Alto Aragón, hay infinidad de historias, anécdotas, supuestos milagros… Así que no quedarás defraudada.
Gracias a ti por acercarte.
💕
Corazones recibidos.
Muy bueno !.
Muchas gracias.
Adelante. Siempre