«Yaiza»: Archivo personal
A la tía Chele, la vieja gitana amiga de la señorita Valvanera, la acerca al Barrio Sarita, la cartera, a primera hora de la mañana. “Venimos de paquetes Yaiza y yo”, le explica, jocosa, a Josefo, el camarero del bar del Salón Social, que le pone un descafeinado con leche desnatada y una tostada integral. “Las señoras todavía no han regresado del paseo, pero estarán al llegar”, le dice Josefo, que se acerca a la entrada para acariciar a Yaiza, la perrita de la tía Chele.
Yaiza, nacida en la Protectora de Animales, e hija de una hembra de Cotón de Tulear cruzada con un perro de raza indefinida, fue un regalo de la veterinaria que se ocupa de la salud de los gatos del Barrio. “Tenga, para que se cuiden la una a la otra”, le dijo, riendo, cuando se la entregó. “Pero si es pequeñita y me va a hacer caer”, protestó la tía Chele. “Ande, ande, quejica, que de aquí a cinco minutos ya se le empezará a caer la baba con este tesoro que le he traído. Fíjese qué ojitos… Parece que digan “te quiero, yaya Chele”. ¿Ve…?”.
La tía Chele, viuda desde hace más de tres décadas, vive sola en la localidad vecina. Su hijo pequeño, Rubén, reside, con su mujer y sus tres hijas, en San Sebastián; el mayor, Antoñito, falleció, de adolescente, en un accidente de tráfico. Durante años, la tía Chele se dedicó a realizar faenas domésticas en dos o tres casas de su pueblo, a limpiar la escuela y el consultorio médico. Como, pese a todo, no había cotizado el tiempo suficiente, la señorita Valvanera la contrató como empleada de hogar hasta que pudo jubilarse un tiempo después. “Es mi hermana”, dice la tía Chele de la señorita Valvanera, que le corresponde con idéntico aprecio forjado en casi cincuenta años de conocimiento y confidencias.
A las nueve y doce llegan al bar del Salón Social, hambrientas y sudorosas, las caminantes. Ladra y salta, juguetona, Yaiza; suspira y sonríe la tía Chele.
Dicebamus hesterna die…
Me parece a mí que la tía Chele se cuida demasiado…
Es una mujer que, hasta hace pocos años sólo vivía por y para la familia, hasta que descubrió los viajes, los libros y las tertulias. Supongo que desea alargar al máximo esa vida diferente que conoció en la madurez.
Porque no es necesario compartir sangre para sentirse hermana…
Creo que ha encontrado una perfecta compañía. Jamás se sentirá defraudada la tía Chele por su querida y pequeña Yaiza.
Mientras leía esta historia que rezuma ternura y amistad, hasta me he olvidado del terrible calor.
Abrazos
La perrilla es, sin duda, otra razón para seguir adelante. Es un animal cariñoso y familiar que nunca se cansa de demostrarlo.
Otro abrazo.
Mira qué casualidad q a mi madre le han regalado un bichón maltés q seguro sabrás q es parecido al cotón de tulear. No tenía idea q existían esas razas de perros hasta q el veterinario nos dijo q era un bichón e investigué en internet.
Salu2.
A veces, las diferencias son inapreciables. Lo importante, siempre, que el animal y la familia conecten bien, circunstancia que no es difícil porque ambos tipos de perros son, por naturaleza, muy cariñosos.
Que suerte tiene la tía Chele al tener como compañía a Yaiza, no encontrará nadie mas fiel.
Sin duda, las dos han tenido suerte la una con la otra. Sus caminos se han cruzado en el mejor momento.
Seguramente como dice Leodegundia, no encontrará a una persona tal fiel como su mascota Yaiza y te lo digo con conocimiento de causa, ya que en ocasiones al ir a ver a mi madre me encuentro con residentes celebrando el cumpleaños de alguna persona y al día siguiente delante de mi, critican a Fulanita o Menganito por algo que no tiene mayor importancia.
Los animales proporcionan grandes satisfacciones y, en el caso de personas que viven solas, el hecho de tener alguien de quien ocuparse supone un aliciente más para encarar el día a día a día; pero también hay seres humanos sinceros en sus aprecios hacia otros seres humanos.
A mí me han recomendado muchas veces tener una «mascota», pero nunca me he decidido, pues pienso que no me sustituiría a las personas ni de lejos.
…es que las personas son insustituibles. Los animales acompañan y estimulan; se les quiere, se les cuida. Pero el ser humano necesita a los demás seres humanos.