«Huellas»: Archivo personal
“…y los domingos, los habitantes de los alrededores se engalanaban y se acercaban al campo. Pagaban cinco o seis francos para ver a los desgraciados españoles que malvivían en este lugar, más como prisioneros que como refugiados. Era como ir a un zoológico. Los guardias del campo hacían negocio hasta con las heces de los internos… Se las vendían a los campesinos como abono”, explica Emmeline Dejeihl delante del Memorial del Campo de Bram, campo de refugiados cuya construcción, en febrero de 1939, no llevó más de tres semanas.
Entre quince y dieciséis mil exiliados españoles de todas las edades pasaron por ese campo de internamiento que, en principio, estaba destinado exclusivamente a los ancianos. Las enfermedades, los piojos y la desnutrición se cebaron con aquellos seres huidos de la guerra de España y las represalias de los vencedores; muchos perecieron allí, detrás de la doble alambrada de dos metros y medio de altura constantemente vigilada, y fueron enterrados provisionalmente en una parcela denominada Bajouli y trasladados, en los años cincuenta, al cementerio de la vecina localidad de Montréal.
Del desaparecido Campo de Bram, siempre recordado por la pequeña ciudad de la Ruta Cátara, dio testimonio, con cerca de 600 imágenes, Agustí Centelles, fotoperiodista concienzudo y avezado, que, además, llevó un diario de su propio internamiento —desde el 1 de marzo al 13 de septiembre de 1939— donde denunció el miserable comportamiento de las autoridades francesas con aquellas gentes exiliadas que, pese a todo, no dudarían en poner sus mermadas fuerzas y su irreductible voluntad para ayudar a liberar Francia del avasallador Tercer Reich.
Agustí Centelles, que, una vez autorizado a dejar el campo de internamiento, se instaló en Carcassonne, a pocos kilómetros de Bram, poseía entre sus pertenencias más preciadas, una vieja maleta donde guardaba más de 10.000 fotografías y negativos que componían la historia visual de la guerra (in)civil española. Aquel material lo había acompañado desde su salida de Barcelona, el 24 de enero de 1939, y había sorteado, junto con su querida Leica IIIa de 1935, aduanas, registros y confrontaciones.
Centelles, que trabajó como fotógrafo para la Resistencia, regresó a España en 1944 dejando su maleta con sus valiosos archivos en la buhardilla de la familia Dejeihl, en el número 5 de la rue Orliac de Carcassonne, donde permaneció escondida durante treinta y dos años hasta que el propio fotógrafo la recuperó en 1976.
En el año 2009 los hijos y herederos de Agustí Centelles, fallecido en 1985, vendieron el archivo del fotoperiodista al Ministerio de Cultura.
Triste es la vida de todo el que por alguna razón se tiene que exiliar.
Triste, sí, sobre todo, cuando se realiza a la desesperada, por instinto de supervivencia, sin posibilidad de estudiar pros y contras.
Sí, hay domingos y domingos…
Algunas fotos son terribles y otras te dan una idea de lo vivido y sufrido y de cómo era la vida entonces.
El primer post que he leído esta mañana ha sido de fotos de Colliure y el segundo estos «Vestigios» . El domingo se ha afrancesado y, a su vez, nos traslada a una Memoria que no se debe de olvidar, y, a su vez, hemos de luchar porque no se vuelva a repetir.
Cuesta entender que en un país como Francia, con la idea que muchos tenemos de Francia…
Abrazos
A Francia, la avalancha española la cogió desprevenida; cruzó la frontera tanta gente que toda previsión se hizo trizas. Y luego estaba la desconfianza de las autoridades ante el numeroso grupo de desharrapados que copaban el sur de Francia. Desde luego, las familias francesas fueron más solidarias y acogedoras que el gobierno francés… Para enmarañar más la situación, estalló la II Guerra Mundial; y fue en esa circunstancia donde aquellos desharrapados, perdedores de una guerra, demostraron su arrojo.
Recuerdo muy bien haber leído esta historia cuando los herederos vendieron el archivo al Estado y hasta creo que entonces vi alguna de las fotos, terribles, por cierto.
…y lo mal que le sentó a la Generalitat que Sergi y Octavi Centelles decidieran vender el material de su padre a Cultura.
¿Lo venderían a Cultura por convicción o porque le pagaba más?
Quizás. Pero creo que, sobre todo, hubo resentimiento. Los hijos de Centelles consideraban que la Generalitat de Pujol había ninguneado a su padre en vida. Y solo faltó que, al parecer, cuando se dirimía a quén vender el legado, hubo amenazas veladas contra la familia Centelles si el archivo fotográfico no se quedaba en Catalunya…
Que triste es padecer una guerra, los que se tienen que exiliar y los que en muchas ocasiones se aprovechan del desconocimiento de las costumbres e incluso de la lengua del país que los acoge. Si además se encuentran en una guerra fratricida y el inicio de una mundial, tiene que ser excesivamente penoso y solamente los más fuertes son capaces de afrontarlo.
…y la capacidad humana para superar las adversidades y recomenzar tantas veces como sea necesario en cualquier lugar.
Pero qué mal se portaron los franceses con los republicanos, tras la guerra civil. Si hasta parecía que colaboraban con los nazis.No he vivido esa guerra, pero me imagino que deber ser realmente incómodo, tener que decidirte a apoyar a un bando. Bien podrían hacer como en algunas tribus indias, en las que se enfrentaban jefe contra jefe, para evitar derramamientos de sangre.
Saludos.
Bueno, la parte sur de Francia estuvo gobernada por el colaboracionista régimen de Vichy, fascista y germanófilo, y esa situación influyó trágicamente en los refugiados españoles; muchos terminaron en campos de concentración alemanes y otros se unieron a la Resistencia. Francia llegó a ser una ratonera: Al norte, ocupada por los alemanes; al sur, gobernada por los colaboracionistas.
No es mala idea la que apuntas, pero, desgraciadamente, los guerreros actuales se atrincheran en sus despachos mientras otros se baten por ellos.
Un saludo.
Gracias por recuperar la historia de las decenas de miles de españoles que salieron huyendo de España. Toda la información sobre la decisión de vender nuestro archivo histórico se detalló claramente, la falta de valoración, el acoso y derribo, el intento de expolio que sufrimos, la falta de respeto y comunicación entre la consejería de Cultura, el expediente de declaración de bien patrimonial catalán, la posibilidad de vender en subasta nuestra propiedad y finalmente la última oferta: la que nos presentó el Ministerio de Cultura, cuando todas las negociaciones y relaciones con la consejería estaban rotas.
Dar voz a quienes, durante años, sufrieron el silencio, es una satisfactoria tarea que, si bien no disminuye la tragedia, dignifica a tantos seres humanos enterrados en un injusto olvido.
Muchas gracias a usted, Octavi, por su sucinta pero esclarecedora explicación y por reseñar este humilde post en su recopilatorio.
Saludos cordiales.
Impresionan las fotos, parece un campo de concentración nazi.
Desde luego, las condiciones de habitabilidad eran parecidas, aunque las semejanzas terminaran allí.