«Bruna»: Archivo personal
Resbala la tarde por la artesanal barbacana que bordea los huertos encarados al azud, al otro lado de donde el majestuoso y solitario cedro del Himalaya inclina levemente su grueso tronco hacia la torrontera. Erguida —cual elegante esfinge— presidiendo el paisaje de cebollas y verduras en la parte más elevada del rústico adarve, hállase la gata. Inmóvil. Hierática. Centrada su ambarina mirada en el majuelo del saso[*], donde una pareja de perdices rojas alea y apeona entre los cepellones.
NOTA
[*] En Aragón, elevación con paredes verticales y cumbre llana.
Creo que como no espabilen las perdices van a dejar de ser felices:):):)
Fuera de broma.
No puedes imaginar lo que agradece mi espíritu lector estas pinceladas en prosa. En magnifica prosa.
Un abrazo
Las perdices salieron indemnes e ignorantes. Ese día al menos.
Si mis pinceladas, como tú dices, te reconfortan, ya me siento satisfecho, Trini.
Besos.
La gata estaba a la espera preparando el guiso para hacerlas escabechadas… bueno, aunque fueran crudas. Si la pareja estaba acompañada de una docena de perdiganas, la gata no sabría a quien atacar y mira que corren estas últimas.
No conocía el término saso.
Intuyo que la pareja tenía los huevos escondidos en alguna zona del lugar por el que pululaban, seguramente a punto de romper la cáscara y empezar a ver mundo.
No sé si la palabra saso es de uso generalizado; en la Hoya y el Somontano es común; y piensa que el vocabulario que utilizo en la bitácora es, mayoritariamente, semontanés.
Magnífica gata, con su porte elegante, su mirada enigmática y sumergida en su propio mundo. Tal vez en esta ocasión decidió que no era apropiado cazar, por eso las perdices se libraron por esa vez.
Bruna es poco amiga de las marrullerías humanas; mantiene siempre las distancias y tiene una fijación especial con la cigüeña, a la que vigila y persigue en cuanto ésta aterriza en el suelo.
Se nota que Bruna es lista y sabe que los humanos no son siempre muy fiables.
No es precisamente una gata que se deje acariciar, no.
Maravillosa y también majestuosa, sí… Me encanta!!! Los felinos poseen esa actitud digna que ni en situaciones límite pierden; me producen una cierta admiración por ello… Además tengo por aquí cerca un gatincho, también blanco, al que adoro -Elo- , que hace un rato dió un salto mortal desde el sofá para atrapar una mariposita y desde luego no falló en el intento…
Un abrazo
Convivir con un gato es una experiencia enriquecedora, porque hace desaparecer del vocabulario la palabra mascota. Cuando se convive con un felino, es la persona quien está a su disposición. Y con gusto.
Besos.
A mí me parece que Bruna está a lo suyo, que está bien alimentada y poco le importan las perdices, más incómodas de comer que el pienso que le ponen a mano.
Si Bruna fuera una gata encerrada en un piso, quizás el aliciente del pienso sería comprensible; pero se trata de una gata de pueblo que entra, sale, vuelve y torna. Está hecha a todo. Y en ese «todo» se incluyen ratones, topillos, lagartijas, pájaros…
O sea, un auténtico felino.
…y con todas las ventajas: Libertad absoluta de movimiento y refugio entre humanos cuando es menester.
Una magnífica descripción del feudo habitado por el felino vigilante.
Un saludo
Me alegra que te guste, compañero.
Saludos cordiales.