«La niña de la cancela»: Archivo personal
La casa de Marís y Emil se llama, como indica una losa de arcilla incrustada en el muro exterior, O Cado[1]. Antes fue O Guariche[2] y, aun antes, el pajar del viejo Nicomedes, el abuelo de Casa Berches, aunque ninguno de los sucesivos usuarios conoció al tal Nicomedes salvo de oídas y cuando el pajar no era sino una escombrera con una pared y media techumbre en permanente amenaza de derrumbamiento.
Del abandonado pajar tomaron posesión, sin encomendarse a nadie, las estudiantas, el grupo de adolescentes de edades similares que cursaba estudios de bachillerato en Huesca. Así el pajar, limpio de porquería, peligros y cachivaches y con varias uralitas oficiando de tejado y paredes ensambladas al muro original, se convirtió en O Guariche, fortín vedado a la curiosidad del vecindario donde las malas lenguas aseguraban que se bebía, se fumaba y “a saber qué marranadas más hacen esas crías allí, tan a su aire”. Pero no fue lo que supuestamente se hacía sino el contenido del cubículo lo que obligó a cancelar, por orden de la autoridad, el rudimentario local donde se juntaban las chicas. Porque el tal guariche estaba provisto de nevera, equipo de música y dos o tres focos de estridentes colores gracias al enganche de luz que las propias muchachas habían realizado en la toma de la casa vecina, que sólo era ocupada en el periodo estival.
Tras los chismorreos, la denuncia, las reprimendas y el pago —repartido equitativamente entre las integrantes de la peña— del consumo eléctrico que excedió del mínimo calculado de la casa vecina durante los diez meses que duró la aventura, O Guariche quedó abandonado hasta que, cinco años atrás, Marís —una de aquellas adolescentes, devenida en cuarentona— y su marido compraron el solar y edificaron, con material rescatado de otras casas antiguas reducidas a escombros, una vivienda de dos plantas donde las amigas de siempre de Marís —compañeras de los meses inolvidables del guariche— se reúnen para charlar y, sobre todo, escuchar heavy metal, mientras la pequeña Astarté, nieta de los acogedores Marís y Emil y diminuta diosa reverenciada en cada velada, evoluciona al compás de la música.
NOTAS
[1] En arag., «La Madriguera».
[2] Id, «El Cuchitril».
¿Tuvieron que comprar el solar? Pero si ya era suyo…. Más vivido que si fuera suyo.
Me temo que los diez meses de okupación en 1980 no hicieron mella en el catastro de 2008…
Pues, aunque subida la edad, el caso es que ahora, sin críticas ni denuncias, pueden vivir el espacio aquel que durante meses disfrutaron. Claro que ya no será lo mismo. Será un disfrutar muy diferente, por mucho que quieran y deseen emular a aquel ya tan lejano.
Un abrazo
Evidentemente, el paso de los años marca; no es lo mismo tener catorce o quince años que cuarenta y tantos, aunque las ganas de disfrutar de la vida no se pierdan.
Otro abrazo.
Al final el Guariche no se perdió, siguen disfrutando de el aunque con bastantes modificaciones, pero seguro que el ambiente es casi el mismo, la camaradería.
Desde luego no se perdió el espititu de camaradería, aunque la recuperación del espacio ocupado por el antiguo guariche fuera más fruto de la casualidad -ese suelo estaba en venta y a precio asequible- que del deseo de revivir el pasado adolescente.
Personalmente, y con respecto a tu respuesta a mi comentario de más arriba, te digo que no cambio mis 40 años por mis 15 por nada del mundo:):)
¡No hay comparación en lo que yo he disfrutado ( a pesar de todo) desde mis cuarenta años en adelante!
¡Esa es mi Trini…!
No sólo cumpimos años sino que sumamos experiencias, momentos -algunos, sublimes; otros, para olvidarlos- que conforman nuestra trayectoria vital. Pero la realidad se halla, siempre, en el presente, en el ahora.
La casa que se hicieron mis padres en el pueblo también está construida en el espacio donde hubo un pajar. En él jugué de pequeña. Guariche no tuve pero los chicos del pueblo se juntaban en una caseta de huerta a la que también llamaban de esa manera.
Qué «movidas» las chicas de O guariche.
Feliz fin de semana, amig@.
Benditos pajares y huertos… Y fíjate que, incluso ahora, las pandillas -al menos en los pueblos- siguen con la tradición de los locales donde reunirse.
Buen finde, también, Pili.
Esta entrada me ha recordado dos cosas, una que de joven al menos en verano cuando contaba que se me había escapado un conejo, decía eso que se se había metido en o cado, claro que cuando lo perseguía el perro cazador que solía venir conmigo ye conejo se metía en una pared de delimitación de una finca, ahí no tenía escapatoria, separaba con cuidado las piedras, para volver a ponerlas en su sitio, hasta que lo agarraba y me lo llevaba a casa.
En cuanto O Guariche me gustaría saber si donde yo organizaba los bailes cuando iba a Bailo, se mantiene el local (granero donde se almacenaba el grano para su posterior venta y que disponía de un tablado y una columna en mitad donde al bailar daban vuelta las parejas).
Me gustaría ver que ha sido del enorme granero que se encontraba en la plaza del pueblo y si se sigue utilizando en verano para bailar los jóvenes, aunque me temo que con el paso del tiempo, las costumbres habrán cambiado demasiado.
Pues sí, los conejetes tienen su cado. Y bien acondicionado, que son familia numerosísima…
Los locales de baile de los pueblos han ido variando con el paso de los años, pero, en tu mocedad, un granero era ya un lujazo, teniendo en cuenta que, en la mayoría de los lugares, el bailoteo se hacía en la plaza, con los musicos -ojo, sin tilde- subidos a un carro. E imagino que, cuando llovía, a refugiarse el personal donde bien les venía, hasta que escampara.
Qué bueno, me encanta contado de esta manera tan amena y real.
Me has transportado a una parte de mi niñez, esa inocente y aventurera y sin miedos, que quería formar parte de todo y que en ocasiones los niñ@s «más mayores» decidían que era terreno inexplorable y propio. Para luego ser nosotros, con el tiempo quienes nos adueñábamos de él y hacíamos lo mismo a quienes nos seguían en edad.
Todo con inocencia y sin malicia, con esa actitud sana de la niñez.
Nuestra niñez siempre seguirá siendo sal para nuestras vidas, al menos para quienes hemos disfrutado de una buena y feliz niñez; la mejor del mundo.
Gracias por tanto, una mirada…
P.D: Preciosa foto de archivo, le va ni que pintada a esta entrada.
¿? jeje. No veía mi comentario a tu último post y me acabo de dar cuenta que se coló aquí, al pinchar en el enlace de tu entrada.