«Hoguera»: Reven Sánchez
La zierzera[1] envalentona las ascuas de los fajuelos[2] y los raigones de carrascas y lánzanse, casquivanas, las pavesas hacia la libertad del espacio que las fagocita apenas a un palmo de las madres llamas empequeñecidas y concentradas en los perolones del quemadillo que burbujea alrededor de los cucharones. Navegan en océanos de aceite los crespillos, se tiznan las longanizas junto a las crujientes chullas[3] de tocino blanco entre tímidos remolinos de brasas y cenizas mientras se enfrían las frutas del poncho prudentemente alejadas de los restos incandescentes.
Tarde-noche de fogueretas, cierzo, ronda, frío y gula que recorren la sierra, pueblo a pueblo, burlándose de la nevada.
[1] En arag., ventolera.
[2] Id, sarmientos secos de la vid.
[3] Id, lonchas.
Entre el calor de la hoguera y la reacción al tomar el quemadilo y el poncho no creo que se pueda pasar frío.
Evidentemente, el personal va bien arropado…por dentro.
Incluso en verano en Bailo, esos días que por lluvia no se podía salir a primera hora a faenar, -siega, trilla- una buenas migas, (cucharada y trago, para que pasen bien, con porrón y a gargalé, a ver quien estiraba más alto el brazo), unas chullas y unas manzanas o peras de cosecha propia y quedabas divinamente para, si paraba de llover hacer labores accesorias durante todo el día. Y si te quedabas con hambre una buena loncha de jamón cortada casi con astral, encima de una rebanada de pan de casi dos cuartas.
¡Que hambre me está entrando!
En algunos pueblos, engullir es un arte. Recuerdo a una chiquilla sudando, tras haberse zampado ¡¡¡ocho costillas de palo!!! y la madre, señalándole la novena, le decía: «Buen trago d’aigua y otra p’adentro«. Claro que, a la misma chiquilla, cuando era un bebé, le ataban a la cuna un hueso de jamón para que lo chupara.
No creo que exista una manera mejor de calentarse. Por dentro y por fuera.
Ese «poncho» da gusto nada más con leer los ingredientes y la preparación:)
Abrazos
El poncho está bueno, sí, y aún más lo están las frutas utilizadas para su fabricación.
No se por qué me ha venido a la memoria la antítesis de esto: la siega bajo un sol tórrido y el gazpacho fresquito con el agua del botijo.
Está claro que el clima influye en el tipo de alimentación; pero te advierto que por estas tierras de arriba incluso con un calor insoportable he visto a las genets del campo devorar cantidades respetuosas de comida fuerte entre faena y faena.
Y por estas tierras de abajo también tenemos comidas fuertes en esta época.
Una señora comida reponedora, desde luego, Senior citizen.
¿Te acuerdas de los quemadillos del Oscense…? ¡¡¡¡Qué tiempos y qué mayores nos hemos hecho, gater!!!
Se los veía hacer a Dani -¿recuerdas al camarero?- pero nunca los probé.
Hemos crecido un poquitín, sí. 😉
Posiblemente no debería de meterme en esta conversación, pero creo que os estáis refiriendo al café Oscense, situado en el centro de Huesca, en el Coso Bajo, enfrente de los Porches de Galicia.
Será este por casualidad? He pretendido entrar, pero Google no me ha dejado.
Precisamente a ese hacíamos referencia. Buenos reflejos.