«Let’s Play»: Gabor Orgovanyi
Cuando Zaramandico, el burro viejo, tiene “el día bueno” -expresión que usa el señor Juan para indicar que no renquea tan aparatosamente como de costumbre-, se planta, firme, ante la cancela del prado donde habitualmente pasa el día para indicar que está preparado para llegarse -sólo o en compañía- hasta la Rinconada de Esparceta, donde crece el pipirigallo, su forraje predilecto. Impaciente, observa con atención el camino arbolado que lleva al Barrio en busca de una presencia humana a quien dirigirse, con solemnes cabeceos, para que le abra la puerta.
–A este burro sólo le falta hablar– dice, admirada, Sarita, la cartera rural, que cuando baja la correspondencia a la Urbanización suele tropezarse con la estampa del animal haciéndole mohines para que le facilite la salida. Pese a ello, la joven jamás se acerca a la cancela; ni siquiera sale del automóvil. Mantiene una distancia más que prudente desde que, un par de años atrás, recién incorporada a su puesto de trabajo, se dejó atraer por la imagen pintoresca del burro tumbado en el prado, se introdujo en los dominios de Zaramandico y, al tratar de hacerle una caricia, recibió un rápido mordisco en un brazo.
La acción del animal no trajo más consecuencias para Sarita que un buen susto, un hematoma considerable, la reprimenda del jefe de cartería por meterse en propiedad ajena y el prólogo a su emparejamiento con el ayudante técnico sanitario que le practicó la primera cura en el Centro de Salud.
Pues me he quedado yo un poco así de aquella manera, porque o a tí se te ha terminado de pronto el boli, o yo tenía ganas de más historia. Así que ya estás enmendando la cuestión y sigue contando que el principio me ha gustado.
No bromeo: volveré (imagina mi gesto hosco), y quiero el capítulo 2 cuando menos.
Abrazo.
vamos… que gracias al burro la cartera conoció al ATS.
Cualquier escusa es buena para comenzar una relación, c’est la vie
Como dice el refrán: «No hay mal que por bien no venga» Tras el mal del mordisco, el bien (eso espero) del amor:):)
Espero que alguien tuviese piedad y le abriese la cancela al pobre burro.
Abrazos
Y es que nunca se sabe por qué caminos transita el amor…
Un abrazo
A las historias de amor recién iniciadas hay que darles tiempo para que se asienten, ¿no crees, Chesana?
Otro abrazo para ti.
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Exactamente, Esperanza. El amor germina de la manera más insospechada.
Saludos cordiales.
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Siempre hay un par de manos dispuestas para abrirle la cancela a Zaramandico, Trini. No te imaginas lo convincente que es cuando qiere salirse con la suya. Y es que los burros son, pese a la acepción negativa de su nombre, animales muy, muy inteligentes.
Afectos.
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Como decía una dama decimonónica: «El amor es un no-sé-qué que empieza no-sé-cómo y dura no-sé-cuánto«.
En cualquier momento surge la chispa y una llama viva se eleva y se mantiene mientras los leños de la ilusión alimentan la hoguera.
Un abrazo, Luz.
Con estas heridas hay que tener mucho cuidado, que a un colega del curro le mordió un caballo en la pierna y pilló una infección de aupa :). Muy buena la historia, a ver si sigue.
Saludos
Pues fíjate, Miguelins, que muchas personas se asombran cuando descubren que los equinos muerden más que cocean. Los asnos, sobre todo. Y si no se les corrige con firmeza, los suaves mordiscos -como pellizquitos- de las primeras veces se convierten en bocados furiosos que lanzan a troche y moche cuando se sienten irritados, pudiendo lastimar seriamente incluso a la persona que con más cariño los trata.
Gracias por tu aportación y un saludo.
Perdonar que me ría, pero leyendo los comentarios me ha venido a la mente e imaginado al burro de srek pegando un mordisco. Y es que la mente… es todo un peligro. :))
Permitirme que me ría un rato.
Saludos
Buena dentadura la suya, sí.