«Tree of Life»: Stefano Menicagli
«Esta es la albada del viento. La albada del que se fue…»
A las ocho, el bar del Salón Social sirve los primeros desayunos al grupo de paseantas -así se las conoce- que, como cada domingo, terminan frente a la barra -donde tanto se esmera Josefo, el encargado-, el recorrido pedestre iniciado dos horas antes por los alrededores del Barrio.
Junto a la parrilla del hogar, dos bandejas con rebanadas de pan frotadas con ajo y untadas con aceite, que compiten, en incitante prestancia, con una fuente de torrijas, son tomadas al asalto por las andariegas y el resto de madrugadores que, a intermitencias, van ocupando banquetas y mesas en rito dominical convertido, con el paso del tiempo, en tradición.
“Esta madrugada se ha muerto Labordeta”, anuncia Josefo a quienes se incorporan al peculiar encuentro gastronómico.
Se escuchan las voces con el verbo apasionado. Decrecen. Desaparecen entre sorbos de café y pan masticado y engullido. Van y vienen mientras se vacían tazas, vasos y platos y se esparcen las migas sobre mesas y tarima.
Trastea Josefo en el equipo de música y suena -más emotiva que nunca- la Albada.