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Posts Tagged ‘homenaje’

«La ambulancia 24»: RepúblicaHuesca.org


«[…]Cuando llegamos al cementerio de Huesca, descubrimos que uno de sus muros estaba literalmente acribillado a balazos. Al pie de la pared, la tierra, amasada con sangre, tenía un color parduzco. La cal aparecía salpicada, aquí y allá, de cabellos y de sesos humanos. En aquella tapia, los sublevados habían estado fusilando a los izquierdistas de la capital. Dentro del cementerio, unas inacabables fosas comunes daban testimonio de lo implacable de la represión fascista.«.- Fragmento de Las tribus, de José María Aroca Sardagna, militante anarquista. Texto recuperado por el periodista y escritor Víctor Pardo Lancina.


A Antonio, el padre de Emilieta, lo detuvieron el 4 de agosto de 1936. Fue asesinado el 23 de ese mismo mes, desgraciado integrante de la macabra saca de finales de agosto, que cercenó, en un sólo día, el futuro vital de cerca de un centenar de oscenses. Su hija, con apenas dos años entonces, vivió marcada por esa circunstancia. Muy joven, marchó a Francia, donde se casó. Falleció en Montrouge. Nunca olvidó. Sus hijas recogieron el testigo de su memoria.

De Constantino, abuelo de Sebas, sólo se averiguó que la ambulancia nº 24 recogió su cadáver el 1 de febrero de 1937. Contaba 39 años, estaba casado y tenía seis hijos pequeños; militaba en la CNT y era trabajador del Ayuntamiento de Huesca. Jamás se ha sabido en qué fosa común fue inhumado.

A Raimundo, jornalero de poco más de veinte años, tío bisabuelo de Iliane, lo condenaron a muerte en Consejo de Guerra el 22 de septiembre de 1941, siendo fusilado el 2 de diciembre. Sus hermanas mantuvieron vivo el recuerdo del hermano asesinado y sus sobrinas, sobrinas nietas y sobrinas bisnietas lograron recomponer el dramático itinerario de Raimundo desde su detención, el 8 de mayo de 1939, hasta su fusilamiento en la tapia oeste del Cementerio Nuevo de Huesca. Una lápida, en la fosa común donde se hallan sus restos, lo recuerda.


Las familias de Antonio, Constantino y Raimundo, tres de las innumerables víctimas de la barbarie en la retaguardia, junto con los descendientes de los más de quinientos asesinados en la ciudad, volvieron a reunirse el 23 de agosto de 2016 en el cementerio de Huesca para homenajear a sus deudos ante el Memorial de las Víctimas promovido por el Colectivo Ciudadano y la CNT, financiado mediante suscripción popular e ideado por el artista Óscar Lamora.

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«Estela funeraria. 1936-1945. Huesca»: Archivo personal


Todos los nombres. Quinientos cuarenta y cinco.

Uno a uno sonaron los nombres. Cada uno. Y se prendieron de la lluvia leve y silenciosa para regresar, con ella, a la tierra jubilosa donde, en unos meses, cimbrearán los diminutos árboles plantados.
Hijas, nietos, sobrinos, bisnietas, hermanos compusieron en sus labios los nombres silenciados de las quinientas cuarenta y cinco personas asesinadas en la invicta Huesca de los militares sublevados.

Todos los nombres. Uno a uno.

El anciano tozal  hoy parque Mártires de la Libertad—  desprendiéndose del olor a muerte y oprobio, mira a la ciudad bajo el cielo agrisado. Yérguese maquillado de fiesta, con sus imposibles cuestas arenosas y sus cimas alopécicas aseadas, con su ladera norte ocultando los rastros de los vergonzosos osarios bajo compasivas y diseminadas matas de hierba.

Ondean hoy banderas en sus cúspides redondeadas y se agrupa la ciudadanía en la cresta del homenaje con el esfuerzo del ascenso dibujado en el rostro.
Sones de gaitas, tamboriles, guitarras, chelos, violines… Y los nombres. Uno a uno.
Resucitan en el rejuvenecido tozal los prohibidos nombres durante años apenas susurrados.

Óyelos, ciudad invicta. Los hijos e hijas despreciados por la historia impuesta han vuelto a casa.

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