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Archive for julio 2024

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«O Campanal. Valle de Tena (Huesca)»: Archivo personal


A las siete y veinte de la mañana dominical, con docena y media de gotitas de lluvia cumplimentándoles la piel recién duchada, se internan en el Betato (palabra aragonesa que en castellano se traduce como vedado, prohibido), el bosque encantado que Agustín del Correo pobló de criaturas fantásticas en aquellas narraciones infantiles desbordantes de magia pirenaica que les relataba y en las que hayas, abedules y pinos custodiaban los secretos de las brujas del valle de Tena, exorcizadas algunas pero nunca vencidas las que portaban, en sus silencios, la sabiduría ancestral.

Cuando, a petición de la veterinaria, se detiene el grupo bajo la tupida cúpula del ramaje que forman las inmensas hayas del bosque, todavía son capaces de recrear en sus oídos los imposibles bisbiseos de las hechiceras en sus conciliábulos secretos o los golpes sobre los tamboriles que precedían a los aquelarres y que tan bien remedan los torcecuellos   —los peculiares repicapuercos, como se nombran estos pájaros en aragonés—  tableteando con los picos sobre los troncos de los árboles, siguiendo el rastro de las incautas hormigas.

Camino del ibón, aún vuelve la cabeza María Petra, como si esperara ver a las bruxas que habitaron el hayedo del Betato de los cuentos de Agustín lanzándoles adioses cálidos y conjurando bienandanzas que sobrevuelan la cara nororiental de la sierra de la Partacua y envuelven a los senderistas hasta rozarles los rastros de la niñez ocultos en la memoria.


Está documentado que, en el siglo XVII, fue encausado por brujería, junto a dos cómplices, un hidalgo del valle, Pedro de Arruebo, hombre rico e instruido, que fue condenado a galeras (de las que logró huir) por haber endemoniado a 1600 personas, en su mayoría mujeres, que tras ser seducidas, mostraban «síntomas de posesión demoníaca» (dolores generalizados, mareos, convulsiones, pérdida de apetito y memoria, cánticos en lengua desconocida…). Un sindiós. Realizado un exorcismo en la iglesia de Tramacastilla de Tena, doscientas de esas mujeres se elevaron, en alucinante danza giratoria, hasta rozar la bóveda del templo, aterrorizando incluso al mismo exorcista y obligando al rey Felipe IV a tomar cartas en el asunto y a enviar con urgencia al Inquisidor General del Reino, que murió, al poco de llegar al valle de Tena, de resultas, se dice, de un maleficio.


Retiradas nubes y lluvia, refulge el Sol por la abertura del arco geotectónico de O Campanal, la caprichosa formación natural enclavada a 1860 metros de altitud, esculpida por el agua y el viento tras miles de años de erosión de la roca caliza y que el grupo deja atrás para descender hasta una pequeña hoya y remontar un nuevo desnivel que los acerca a uno de los tesoros de la Partacua, a los pies de los 2744 metros de imponentes paredes verticales de la peña Telera: el ibón de Piedrafita [FOTO], el más accesible de los cincuenta lagos glaciares del valle, destacando entre los canchales que salpican el suelo, y en cuyas aguas transparentes y gélidas, incluso en verano, moraban antaño las ondinas, entre las que destacaba  —Agustín del Correo, dixit—  la Mariaugüetas, bondadosa y sociable, que se disfrazaba de pastora para entablar conversación con quienes cuidaban los rebaños de ovejas y vacas que pastaban cerca del remanso y protegía, aseguraba el recordado cuentacuentos, a “todos los seres de corazón limpio que se acercaban al ibón”.

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«Indígena pataxó. Porto Seguro. Bahia (Brasil)»: Archivo personal


Se abstrae el tiempo como si quisiera prorrogarles las horas en ese venturoso, cálido y manso invierno tropical de vistosos crepúsculos en el arenal de la Pitinga [FOTO], con las olas atlánticas humectando ensueños y los ojos de los cuatro absortos en la lejanía, acaso en busca de las esbeltas formas hidrodinámicas de las ballenas que avistaron [VÍDEO], unos días antes, en el tour realizado ex profeso en mar abierto, a pocas millas de Porto Seguro.

En la colorida y singularísima Arraial d’Ajuda, donde descubrieron y se enamoraron de las heliconias que crecen en los alrededores [FOTO], el vetusto empedrado les guía los pasos entre los puestos de souvenirs, prendas diversas y comida [FOTO] hasta la maravillosa y franca sonrisa de Joseline, con las huellas de sus antepasados africanos perceptibles en un rostro en el que los años vividos no han sido crueles, dejando más que entrever los restos de la belleza que tantas miradas admirativas acapararía en su mocedad. Los guisos de pescado  —peixe; no importa de cuál se trate, todo es peixe— de Joseline, servidos a pie de calle, explosionan en las bocas dejando un regusto deleitoso que, aun pasada la novedad, sigue sorprendiendo a las papilas gustativas; como la moqueca de peixe o el acarajé, dos platos brasileños típicos de este litoral del estado de Bahia en los que la gentil cocinera —que es, además, la casera de donde paran— imprime su sello particular.

Joseline, que solo habla portugués pero se hace entender hasta por la pareja de jóvenes checos con los que han coincidido en un par de excursiones, les animó a visitar Trancoso, su localidad natal, un distrito de turismo familiar y, como Arraial d’Ajuda, con un centro histórico de cromáticas viviendas coloniales y con esa conformación sencilla y pragmatista [FOTO] pero avivada por la vegetación exuberante que tan llamativa se manifiesta a quienes arriban desde el otro lado del océano. “Habrá que decirle a Joseline que hemos visitado también su querida iglesia de São João Batista [FOTO] y que nos ha parecido preciosa”, sugiere la veterinaria que se ocupa de la salud de los gatos del Barrio.



Mientras aguardaban el avión de Porto Seguro a São Paulo para enlazar con el vuelo a Madrid, recordaban las dos ultimas e intensas jornadas de su estancia en territorio de Bahia:

Qué acertados estuvimos al elegir el Tour del Cacao [FOTO]”, se congratulaba Yoly. “Me maravilló todo el proceso artesanal de transformación y cómo pulverizaban las semillas en aquel enorme mortero de madera… Qué malísimo el sabor del cacao sin tratar y, sin embargo, qué delicioso estaba el cóctel de chocolate que nos sirvieron en la propia carcasa que protege las semillas envueltas en el mucílago. Ese es el nombre. ¿no? El de la sustancia blanca. Mucílago”.

Pues yo me lo pasé en grande en la Reserva Indígena de los Pataxó, con tantos cánticos y danzas tribales [VÍDEO], y qué cachondeo cuando pretendían enseñarnos el tiro con arco… No acerté en la diana ni de potra. En cambio, no me gustó ese pescado envuelto en hojas que hicieron a la brasa; se les fue la mano con esas bolitas verdes picantes [FOTO]; al primer bocado se me quedó la boca como si llevara un avispero”, rememoraba Marís. Y concluía: “No ha sido un viaje al uso, ¿verdad? Nada que ver con los circuitos que hemos recorrido otras veces… Pero no me arrepiento de ninguno de estos días geniales y un punto extravagantes”.

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«Monasterio de San Pedro de Siresa (Huesca)»: Miguelheneres


En el Real Monasterio de las Benedictinas de Jaca, en un sarcófago románico muy bien conservado, se hallan los restos de algunas damas regias de Aragón y Pamplona, entre ellos, los de la ilustre Sancha Ramírez (1045-1097), condesa-viuda de Urgell, hija del primer rey de Aragón y hermana del monarca aragonés y rey de Pamplona Sancho Ramírez, que la tenia en tan alta consideración que además de dejar a su cargo la educación de los vástagos reales (los futuros reyes Pedro I y Alfonso I el Batallador) y otorgarle atribuciones de Consejera Real y, no pocas veces, de cogobernadora en los asuntos del Reyno, le encomendó la sede episcopal de Pamplona, convirtiéndose así en la única mujer de la historia del Catolicismo en obtener la dignidad de obispo.


Sancho Ramírez, rey de Aragón y Pamplona, había peregrinado a Roma rindiendo vasallaje al Papado, en la persona del pontífice Alejandro II, comprometiéndose a desterrar de sus territorios el rito mozárabe en beneficio del romano y obteniendo diferentes prebendas, entre ellas, el nombramiento de su hermano, García Ramírez, obispo de la diócesis aragonesa de Jaca, como jerarca religioso también de la de Pamplona.

De vuelta el rey a territorio aragonés, el desacuerdo en la introducción del rito romano y, sobre todo, las desavenencias entre los hermanos, al acusar García Ramírez al rey de sustraerle parte de las rentas que le correspondían como factótum de la diócesis navarra para engrosar las arcas regias y expandir el reino pirenaico, molestaron a Sancho Ramírez, que relegó al obispo García a la diócesis de Jaca y lo sustituyó en la de Pamplona por la hermana de ambos, Sancha Ramírez, que gobernó con firmeza, entre 1082 y 1083, la diócesis encomendada convirtiéndose, en calidad de obispo auxiliar, en administradora de las copiosas rentas que llevaba aparejadas el cargo y que no dudó en destinar, sin descuidar por ello los dominios eclesiásticos navarros que regía, a las conquistas territoriales de su hermano el rey.

Al singular gobierno episcopal de Sancha de Aragón puso fin el papa Gregorio VII que, enterado de que la regidora del obispado era una mujer, amenazó, a través de un enviado, con excomulgar a todos los implicados, empezando por el propio rey, si no subsanaban semejante dislate.


En un contexto de dominio masculino, la influyente y empoderada condesa doña Sancha demostró su valía no solo como insólito obispo de sexo femenino para el que no necesitó ni consagración ni vestidura talar ni tonsura, sino que, tras su obligado cese en el obispado navarro, gobernó hasta su muerte, sin Papa que la demonizara ni más hábito que su inteligencia, el monasterio de regla masculina de San Pedro de Siresa.

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