«Parque Miguel Servet: El quiosco en otoño»: Archivo personal
Cuando el caminante se detiene en lo alto de la pendiente, suenan en los auriculares prendidos a sus orejas las voces conjuntadas de David Bowie y Freddie Mercury —…Pressure pushing down on me…— e inicia un descenso suave, con las deportivas rozando levemente el conocido empedrado y los ojos fijos en la abertura final de la costanilla [FOTO], allí donde, siglos atrás, estuvo una de las puertas —de las nueve, diez…o más, que no hay acuerdo entre los estudiosos— de la muralla, la que se conoció como Puerta Nueva, desaparecida definitivamente en el siglo XVII, cuando se construyó, en sobrio ladrillo, la iglesia de San Vicente el Real, tras la demolición del templo románico que, en el siglo XIII y con el nombre de San Vicente el Bajo [1], se había levantado en el lugar donde se cree nació el hijo de Enola y Eutiquio, conocido como Vicente de Huesca o San Vicente Mártir, patrón pequeño de la ciudad y en cuya festividad, el 22 de enero, se prende una gran hoguera y se reparte a la ciudadanía longaniza y patatas asadas.
La Compañía, que así es como se conoce popularmente en Huesca a la iglesia de San Vicente el Real, por haber pertenecido a los jesuitas a partir del siglo XVII [2], brinda su monumental mole —de fachada de ladrillo caravista, con una estatua de piedra del santo en una hornacina situada sobre el portalón de acceso— a la antigua vía romana que atraviesa, a los pies del Casco Histórico, la ciudad. El Coso, que así se llama tal vía, hoy en día peatonal, ha sido, a lo largo de la historia, la gran calle central de la urbe, dividida en dos tramos: El Coso Alto y el Coso Bajo, llamados Cosos de Galán y García Hernández, durante la II República, en recuerdo a los capitanes rebelados contra la monarquía, fusilados en las inmediaciones de Huesca y cuyas tumbas en el cementerio de la localidad siguen siendo muy visitadas.
Supera el caminante el desnivel de la costanilla de Lastanosa y dobla la esquina del templo deteniéndose para contemplar los edificios que apuntan, desde el otro lado de la estrecha calle peatonal, a la vieja iglesia jesuita. Allí enfrente, encarada a San Vicente el Real, estuvo situada la casa-palacio de los Lastanosa, con el más fantástico de los jardines de la época, que llegó a fascinar al mismísimo Felipe IV. Creado bajo los auspicios y la refinada imaginación de Vincencio Juan de Lastanosa y Baráiz de Vera, insigne erudito del siglo XVII, mecenas, político, escritor, alquimista, obsesivo jardinero y amante del exotismo; minucioso coleccionista, su biblioteca de más de siete mil volúmenes fue reverenciada por Quevedo, Baltasar Gracián y otros ilustres contemporáneos suyos, que recorrieron las armoniosas estancias del palacete recreándose en los preciados objetos cuidadosamente expuestos en ellas: antigüedades, armas, instrumentos científicos, artilugios, pinturas, esculturas, tapices, monedas, mapas, fósiles… Pero, sobre todo, esos increíbles y portentosos jardines en los que a la abundante vegetación, traída de todo el orbe, se sumaba un completo zoológico (cebras, tigres y otros mamíferos exóticos, avestruces, aves canoras…), un espectacular laberinto esmeradamente geometrizado, caminos de rosaledas y tulipanes, templetes marmolados y zonas acuáticas que incluían fuentes ornamentadas con elementos mitológicos, un embarcadero y un soberbio estanque.
De todos esos prodigios nacidos de la avidez de conocimiento y la vasta fortuna de Vincencio Juan de Lastanosa, nada queda. Su legado se dispersó con su muerte; la casa-palacio fue desmantelada en el siglo XIX y de aquellos originales jardines solo resta el terreno que, cedido en 1928, conforma la parte antigua del actual Parque Miguel Servet.
Suspira el caminante. Desaparece de su visión interior el suntuoso edificio cuya descripción, a fuerza de leer tantas veces, es capaz de reconstruir en sus figuraciones —con la estatua de Hércules sujetando la bola del mundo, que el cronista Ustarroz describe y sitúa en el tejado de la casa-palacio— y encamina sus pasos hacia los vacíos veladores del bar abierto junto a la farmacia que guarda, por ubicación, algo de esa esencia Lastanosa que ha ocupado sus pensamientos durante unos minutos. Frente al caminante, relajado ante su café, vela el edificio consagrado a Vicente de Huesca.
NOTAS
[1] En contraposición a la iglesia de San Vicente el Alto, también desaparecida, que se construyó en el entorno de la Catedral, en el mismo lugar donde en la época de la Wasqa musulmana se ubicaba la mezquita de Ibn Atalib.
[2] Desde el año 2019, y tras la marcha de los últimos miembros de la Compañía de Jesús que ejercían su ministerio en la ciudad de Huesca, la iglesia de San Vicente el Real pertenece exclusivamente a la diócesis oscense.
Entonces tampoco en ese parque quedan restos de los jardines antiguos??? 😏
No, los jardines de Lastanosa ya no existían cuando el nuevo parque ocupó esos terrenos.
Desde escuchar música hasta conocer historia y biografías, tus escritos tienen, además, el atractivo de una exposición clara y amena y una redacción exquisita, Una mirada.
Una gozada leerte.
Ay, Bisílaba, qué palabras (siempre todo gira alrededor de ellas) tan bonitas. Muchas gracias por no tener en cuenta la extensión y el exceso de florituras.
Cierto es que me encanta leer tus escritos, además ver tus bellas fotos, conocer la historia y gozar de algo tan bien hecho. Una pasada en el mejor sentido. Un saludo
Muchas gracias, Francisco. Lo mismo me sucede a mí con tu pinntura y tus textos.
Salud.
De nada, bon día y un saludo.
Como a mi las palabras no se me dan excesivamente bien, he preferido «viajar» contigo y moverme por delante de la Iglesia de San Vicente el Real, meterme dentro de la calle Lastanosa, no he podido recorrerla totalmente y visitar el Quiosco en el Parque Miguel Servet.
Es exactamente como en tu viaje, salvo que las chicas de pantaloncito corto de la imagen irán algo más abrigadas porque el otoño ya se deja notar. Justo el edificio frente a la imponente iglesia era donde estaba la Casa Lastanosa antes de su derribo. Y mejor no subas por la costanilla, que tiene una pendiente considerable, pero puedes ir Coso arriba, Coso abajo, mirando escaparates y tapeando, antes de dirigirte al parque y sentarte al sol.
Eso he hecho hoy por Zaragoza, he recorrido el paseo de la Independencia; hay nuevas esculturas de un personaje muy conocido; y he aprovechado para fotografiar dos monumentos que los iré publicando poquico a poco, como mi ritmo al pasear, pero hoy ya algo abrigado, que la temperatura ha sido baja y además con cierzo.
Una mañana aprovechada y productiva, entonces, pese a la zierzera (por aquí tambien anda el cierzo despendolado). El Otoño se ha hecho de rogar pero ha entrado fuerte acopañado de la nieve. A abrigarse tocan.
Que afán de destrucción han tenido vuestros mandatarios, pues construcciones del XVII no son tan antiguas como para caerse solas.
No solo desaparecieron la casa-palacio y los jardines sino todo el valioso contenido del inmueble, que se halla desperdigado por Europa y EEUU en manos privadas. Una auténtica aberración, pero no la única. En la misma calle del palacio Lastanosa se levantaba otra joya arquitectónica, la Casa Carderera (del pintor Valentín Carderera), que se desmanteló, piedra a piedra, en los años sesenta. Durante años, esas piedras estuvieron tiradas en un solar y, un dia, misteriosamente, se volatizaron y nunca más se supo.
Yo me refería también al colegio y residencia de los jesuitas, que, al parecer, tampoco se conservan. ¿Tenían valor esos edificios?
El colegio y la primera residencia los derribaron en el siglo XIX y, como se construyeron ex profeso para la Compañía de Jesús en el siglo XVII, imagino que serían edificios sobrios en su exterior, a imagen de la iglesia que se les dio en usufructo. Como los jesuitas tenían medios, aún adquirieron dos edificios más, que todavía existen; uno, convertido por dentro en pisos y oficinas y, otro, en el que han vivido los de la Compañía hasta hace tres años y que han cedido a la diócesis como Aula de Teología.
De las muescas del pasado me ha asaltado una de pregunta (que parecen dos):
¿usan también uds la palabra quiosco en el sentido que le damos nosotros: pequeño local polirrubro, drugstore, pequeño almacén o local de venta de períódicos; o tan sólo en el sentido de esas construcciones como las de la foto?
También se denomina quiosco/kiosco al local de venta de periódicos o de lotería. El quisco de la foto, además, tiene la consideración de templete, por las columnas que lo sustentan.
Con el «paseo» de Unjubilado, me he preguntado como habrán resuelto dentro de la iglesia esa gran pendiente del terreno. ¿Hay muchas escaleras?
Imagino que la solución fue elevar el piso de la nave principal, que no está a ras de suelo.
Mira que he ido veces a la provincia de Huesca, pero siempre tirábamos para los Pirineos, olvidando la capital. Si la Puerta Nueva despareció en en el siglo XVII no quiero ni pensar de cuándo son las antiguas. ¡Qué suerte tener un país con tanta historia detrás!
Suele pasar que la provincia de Huesca parece que solo luzca por los Pirineos, pero es una tierra de muchos contrastes y paisajes espectaculares.
Las puertas formaban parte de la muralla romano-musulmana; fueron desapareciendo conforme la ciudad se extendía extramuros
Qué pena que se hayan destruido tantas cosas, que apenas quede nada de todo lo que nos cuentas.
Menos mal que tus relatos les hacen cobrar vida nuevamente. Siempre es ameno e instructivo venir hasta tu casa, además es un placer recrearse en todo lo que nos cuentas. Gracias!
Un abrazo grande.
Bueno, siempre nos quedan los libros, ¿verdad? Esos en los que, quienes tuvieron el privilegio de ver lo que está vedado a nuestros ojos, nos describen lugares y edificios por los que nuestra mente puede pasearse para admirar todo lo que el tiempo y la desidia abatieron.
Buen y otoñal día de noviembre.
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