«Entre ramajes»: Archivo personal
Antes de las ocho de la mañana, los españoles e italianos alojados en el hotel Ibis Paris Porte d’Orléans, en Montrouge, ya han tomado ruidosamente el comedor: La muchachada de Bolonia, en viaje pedagógico, hace acopio, en sus mochilas y bolsas, de panecillos, fiambres y bollería expuestos en el buffet; el grupo de talludos turistas madrileños, llegados la tarde anterior, se abre paso entre la impaciencia juvenil para acceder a las cafeteras y jarritas de leche; Étienne e Iliane, bien posicionados ante el mostrador de los desayunos, van llenando de viandas cuatro platos mientras la veterinaria y Asier se proveen de mantequilla, mermelada, azucarillos y una cafetera de cerámica que, dados su peso y temperatura, está hasta los bordes de café muy caliente. “Si son capaces de comerse todo lo que se han llevado…”, dice Agustín, uno de los madrileños, señalando a los estudiantes que, bien aprovisionados, se dirigen fuera del hotel. “Nosotros vamos ahora a Versailles”, explica. “¿Y vosotros…?” “Nos quedamos en Montrouge”, le responde Étienne.
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El cementerio de Montrouge huele a lavanda y a piedra de cantería. La lápida de Emilieta es verde, con el nombre de ella grabado en filigrana plateada y, junto a la jardinera con petunias, la pequeña reproducción de la pirámide de 545 prismas pétreos escalonados (el mismo número que las personas fusiladas en Huesca) del Parque Mártires de la Libertad, donde, en 2014, el nombre de su padre, asesinado por fascistas oscenses cuando Emilieta apenas contaba dos años, fue rescatado, junto con otros, por la memoria renacida, y leído, con voz susurrante, por una de las nietas, aferrada al atril y al recuerdo de su madre, hija del homenajeado. “Qué injustas han sido la vida y la muerte con mamá”, repetía. “Tenía que haber estado aquí y ser ella la que nombrara a los cuatro vientos a su padre… Con cuánto orgullo lo hubiera hecho”.
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A las siete y media de la tarde apenas quedan huecos en el restaurante más económico de la parisina calle de Rivoli, donde algunos de los estudiantes de Bolonia, compañeros de alojamiento en Montrouge, les hacen sitio mientras deciden qué plato combinado elegir. Terminan pidiendo, al unísono, por iniciativa de la veterinaria, bœuf bourguignon.
Es, para los jóvenes boloñeses, la última noche en París, mientras que el grupo navarroaragonés se quedará un día más para visitar, con la incansable Lola Haas, el Centro Pompidou.
Historias muy repetidas de aquella España inmisericorde, dictadora y esesina que sufrieron muchos españoles. Un España que duró muchos años. Demasiados.
Salud.
Cuando aquel socorrido «murió cuando la guerra«, que parecía un mantra repetido por muchas personas adultas dio paso a la verdad en las generaciones posteriores, el alcance de la tragedia que descubrimos parecía no tener fin porque esas vivencias terribles y ocultas se habían ido desarrollando alrededor nuestro, mientras crecíamos en un entorno feliz.
Salud.
Tres grupos y cada uno con un tipo de de viaje y un interés distinto…
Cierto. No todos los viajeros están ahí exclusivamente para hacer turismo, aunque también lo hagan.
Las ideas y las emociones de quiénes comparten un destino, puede ser de lo más variado. Desde el andén o desde el hall del hotel, solo podemos imaginar que historia hay detrás de cada uno. De los jóvenes se espera diversión y aventura. Pero de los mayores, pueden existir historias de vida y muerte, de sufrimiento, de dolor. Historias más o menos silenciosas. Y siempre un recuerdo a quiénes nos fueron arrebatados. Un abrazo.
Algunos destinos, como es el caso, llevan aparejada cierta carga emotiva que, sin ser incompatible con hacer turismo, le dan otro sentido porque, entre las visitas programadas, las hay sentimentales. Más que la edad es la actitud, el respeto y la delicadeza hacia quien falleció sin saber que, unos años después, gentes que no vivieron la guerra, reintegrarían la dignidad a los muertos silenciados, incluído aquel padre a quien la cariñosa Emilieta apenas llegó a conocer.
Cordialidades.
Que trágicas son muchas de las historias de nuestra guerra civil, hermanos contra hermanos, lucha de clases, de religión, lucha entre dictadura y democracia…
Con respecto a los desayunos en hoteles, me ha recordado mis viajes por España y Europa, nunca nos llevábamos nada en nuestras bolsas, pero procurábamos comer de todo un poco, sin dejar nada en el plato. Sabíamos que nos íbamos a dar la paliza andando, visitando monumentos, haciendo fotos, por ello teníamos que ir con suficiente «combustible» en el cuerpo, para aguantar toda la mañana hasta la hora de comer, que en realidad no sabíamos cuando ni a que hora lo haríamos.
P.D. Observo que esta entrada, está publicada en el día de ayer y feedly todavía no me ha avisado, me está fallando más que una escopeta de feria estoy pensando seriamente cambiarme a otro agregador de noticias, por supuesto gratuito.
Yo de lo que suelo aprovisionarme es de agua, aunque tampoco en exceso porque no me gusta calentorra. De todas formas, tampoco está mal tener a mano un tentempié, sobre todo cuando se es estudiante y esas sobras del desayuno evitan tener que gastar dinero a media mañana y, a fin de cuentas, el desayuno del hotel entra dentro del servicio pagado.
No he usado nunca Feedly. Recuerdo que, hace unos años, cuando cerró Bloglines, estuvimos debatiendo contigo sobre cuál de los que quedaban gratuitos nos convenía más. Tú te diste una panzada para mostrarnos todos los posibles, sus ventajas e inconvenientes, y elegí a partir de tu muestreo, aunque, en la práctica, WordPress tiene en la actualidad su propio agregador de los blogs que se siguen. Los blogs que me interesan y no son de WordPress los mantengo, desde hace años, en The Old Reader, que, a veces, tarda un rato largo, también, en actualizar las novedades.
Me ha gustado mucho la foto con una vista diferente de la torre, es original.
Gracias. Siempre eres amabilísima.
El cerro de las Mártires necesitaba que lo arreglaran, ese parque le da otra imagen. El conjunto monumental de Memoria queda bien ahí, la pirámide es algo rara aunque las estelas con los nombres de los fusilados la hacen sentimental. Visité el parque cuando andaba con muletas y me costó mi esfuerzo llegar arriba.
Saludos.
JBernal
Es un lugar con mucha tradición de la gente oscense, como ya sabes, pero estaba muy descuidado. Convertirlo en Lugar de Memoria fue una idea que venía sugeriendosele al Ayuntamiento desde hace muchos años, por ser una zona emblemática, amén de las fosas que hay en el viejo cementerio y el monumento a Manolín Abad, republicano fusilado en el siglo XIX. El ascenso por el camino lo mejoraron mucho respecto a cómo estaba antes, aunque no deja de ser una ruta empinada para acceder con muletas.
Salud.
A veces uno quiere hacer turismo relajado y los eventos que suceden no lo permiten.
En mi viaje por el Noroeste argentino quise por dos semanas alejarme de los ruidos de la gran ciudad y encontrarme con los paisajes desolados para estar tranquilo conmigo mismo, pero me encontré con historias de pueblos originarios a los que los hombres de la gran ciudad condenaron a la marginalidad y el olvido, cuando no a la muerte.
Cordialidades.
Suele pasar; se hacen planes y, una vez en el destino, las expectativas cambian porque se entremeclan circunstancias imprevistas. Pero de esos cambios también se aprende, mucho más que si el recorrido se hubiera acomodado al plan inicial. Seguro que fue para ti un viaje del que perdurarán los recuerdos y del que habrás sacado tus propias conclusiones.
Un abrazo.
Es curioso cómo al irnos de viaje, siempre intentamos dibujar un patrón en los demás (y lo conseguimos). El que se llena los bolsillos de comida del bufett, el que elige siempre lo mismo, quien repite y se levanta varias veces…..
Sin mala intención, somos personas de costumbre, y analizar la conducta de quienes nos rodean suele ser un hábito muy habitual.
Debió ser un viaje muy especial. Eso espero.
De tus relatos siempre nos llevamos el recordatorio de esa parte de la historia que no merece ser olvidada.
Gracias, Una mirada.
Un abrazote.
Creo que cuando estamos fuera del ambiente habitual captamos muchos detalles nimios que la memoria guarda y desempaqueta cuando el viaje ha quedado atrás; y eso añade otro tipo de pinceladas, jugosas y divertidas, al revivir las gentes y lugares que se conocieron.
En lo tocante al pasado, a veces es inevitable regresar a él, como en este caso de Emilieta, una mujer entrañable y divertida que no tenía relación familiar conmigo pero sí afectiva y cuya tragedia familiar, pese a que era una mujer alegre y bromista, siempre la acompañaba y fue la causa de que viviera (y muriera) en Francia.
Más abrazos.