«La crecida»: Archivo personal
Tras la tormenta, bajaba el agua, despendolada, por el arroyuelo que ejerce de aliviadero de las crecidas del río, convirtiendo en barrizal intransitable el atajo que acorta el camino a los huertos del sur del Barrio y parte de la pista ancestral de tierra que el vecindario de la urbanización acostumbra a utilizar para acceder a la carretera asfaltada. A las siete de la mañana se había producido en la hondonada un atasco de vehículos entre quienes se dirigían a la ciudad, empecinados en mantener una ruta que, con cuatro gotas, deriva en lodazal. “Mira que son cabezones…”, decía Lurditas, la alguacila, en el bar del Salón Social. “El Rafael despotricándome por teléfono para que fuera a remolcarlo con el tractor… ¡Las narices! Como si no tuviera otro quehacer que resolver las gilipolleces de algunos… ¿No tienen la carretera del desvío…? Pues que la utilicen, que para eso está”.
Antes del mediodía, ya se rumoreaba en el pueblo que Rafael de [Casa] Artero y María Petra, la alcaldesa, habían tenido —en las oficinas donde ella trabaja— un durísimo enfrentamiento verbal a propósito de la actitud de la alguacila, exigiendo Rafael que en el siguiente pleno se tratara de la idoneidad de Lurditas para el puesto que ocupa como contratada laboral del Ayuntamiento. En el Barrio, donde Lurditas es muy apreciada y Rafael apenas tiene valedores, las andanadas del hombre, que incluso dejó en el mostrador del bar del Salón Social un pliego de recogida de firmas contra la trabajadora, apenas ocuparon unos minutos de charla de café y un repiqueteo de carcajadas.
Wow la imagen parece que huela a tierra mojada.
A eso olía, a paisaje humedecido.
Con la lluvia suele ocurrir que huele a tierra mojada, los barrizales, con el asfaltado de las calles, en la mayoría de los pueblos han sido sustituidos por verdaderas riadas, que son capaces de llevarse contenedores, coches aparcados e incluso algún que otro viandante, que despreciando el peligro se atreve a atravesar la crecida que pasa por el municipio.
Ya ves, Emilio… Hay gente que pudiendo transitar sin peligro por el asfalto carretero se obceca en atravesar zonas que el agua inunda a capricho y, encima, responsabilizando al prójimo de su propia falta de sentido común.
Las costumbres junto a la falta de sentido común, a veces son una mala mezcla, porque las primeras deben adaptarse al segundo. Por no mencionar la cabezonería. Celebro que Lurditas sea tan apreciada. Un abrazo.
Así es. La tozudez nubla el entendimiento; en este caso, además, los desencuentros vienen de lejos y la voluntad de retomar los conflictos, lo mismo. Ah, pero el fiel de la balanza distingue muy bien hacia quien inclinarse.
Otro abrazo para ti.
¡Cómo huele a barrizal!. Ya sabes. aquí a veces sacamos a pasear nuestra cabezonería. jajajja.
Salud.
Con la cabezonería de estos se saca el día algún taller, porque no veas cómo deja el barro los bajos y el tubo de escape de un coche.
Salud.
Eso es igual que cuando en Motril alguien aparca el coche en una rambla, viene una tormenta, se lo lleva el agua y pide responsabilidad al Ayuntamiento, al seguro… y hasta a San Pedro.
Hay personas que exigen a las demás la responsabilidad que ellas mismas se han quitado de encima, y, por lo que comentas, es una actitud muy extendida.
Estoy con Lurditas, ¿para qué se meten por esos lodazales?
Me parece que el tal Rafael no tiene muchos apoyos.
Ya te puedes figurar de parte de quién está el Barrio… Incluso algunos de los que quedaron atascados en el fango apoyan a la alguacila.
El agua tiene mucha más fuerza de la que le suponemos, y en según qué ocasiones puede volverse peligrosa a más no poder. Pero es que además, te deja el coche hecho un Cristo con todos los materiales que arrastra. Pensamos demasiado poco.
En este caso, además, nadie puede decir que no lo sabía, porque es un camino que se transforma en lodazal cada vez que llueve y es imposible alegar ignorancia.
Unos minutos de charla de café y un repiqueteo de carcajadas, ya son más de lo que es hombre merece. O esa es la conclusión que extraigo de tu texto, con esa manera tan tuya de decir todo sin alzar la voz, y de poner a todos en su sitio (en el sitio que ellos han elegido).
Lo de las lluvias y los estragos que hacen en las vías públicas da para, da para muchas conversaciones. Como siempre en la vida, el sentido común es uno de los sentidos más valiosos, al tiempo que uno de los menos utilizados. Cabezonerías varias….
Un beso.
Esa es la cuestión, que no existe, en este caso, un problema real sino dejadez por parte de quienes, una y otra vez, tropiezan con la misma piedra, precisamente porque tienen el sentido común en vacaciones permanentes. Y como la situación no es novedosa en el entono sino repetitiva termina dejando su cuota de hilaridad porque sus protagonistas no merecen otra cosa.
Cordialidades.