«Mirando al mar»: Archivo personal
El bungaló de Thérèse, donde tantas aventuras imposibles se avivaron en la niñez, parece hoy empequeñecido y avejentado; solo el porche abierto, con la terraza rehecha hace un lustro, trae a la memoria los días en la arena, los cuerpos ligeros empujando la barquichuela de goma con la palabra Nivea escrita en los costados y el recuerdo de aquel balón de playa, transparente e inmenso, que el oleaje enrabietado arrastró mar adentro, traspasando los límites de la boya y haciéndolo desaparecer en una lejanía ilimitada que las cábalas infantiles convirtieron en ínsula de sirenas y peces alados.
Cada mañana, recorrían los dos kilómetros y medio que separaban el apartamento alquilado en Calafell por maman Malika del bungaló en el que, entonces, veraneaban la señorita Valvanera y Agnès Hummel, en Segur de Calafell, en aquella casita que miraba al mar y con cuya dueña, Thérèse, los niños nunca coincidieron porque las estancias de ella en el bungaló se limitaban a los meses de septiembre y octubre.
Cuánto hubieran dado, años después, esas criaturas, hoy adultas, por conocer a aquella amiga de juventud de Agnès Hummel y escuchar, de sus labios, la historia de Gervais, su padre, miembro del Partido Comunista Francés y colaborador de la organización de resistencia y espionaje antinazi —nacida en la propia Alemania y extendida a otros países europeos— Die Rote Kapelle —la Orquesta Roja—. Desde Lyon, su ciudad natal, Gervais transmitía información encriptada sobre la configuración de las tropas alemanas con un rudimentario aparato de fabricación rusa que la Gestapo logró rastrear, aunque sin conseguir la ubicación exacta del lugar de emisión. Incluso cuando la Orquesta Roja cayó en Berlín, con consecuencias trágicas para muchos de sus miembros, Gervais se mantuvo en antena hasta que su identidad fue descubierta y emprendió la huida, por España y Portugal, para arribar —con ayuda de los servicios secretos británicos, a los que, a cambio, entregó documentación alemana que había robado de la mismísima sede de la Gestapo en Lyon— a las costas inglesas por un océano infestado de submarinos alemanes.
[…]
Van rebañando las olas la sequedad de la arena dejando su rastro de espuma en las pantorrillas de los tres adultos que, de niños, poblaron de juegos, sueños y risas la playa que cela el bungaló deshabitado de Thérèse.
¡Que historia la de Gervais! Parece una película…
La realidad siempre va por delante de cualquier ficción, salvo en una cosa: que no les puede garantizar a sus protagonistas finales felices.
Que recuerdos ten envidiables de playa, mar y balones que se escapan con las sirenas y peces alados. Envidiable todo salvo la huida de Gervasio que no debió de ser nada fácil.
Momentos muy distintos en los que nos pone la vida.
Interesante .
Salud.
El mar suele traer plácidos recuerdos del pasado, de cuando la fantasía le ganaba el pulso a la realidad. El arrojo de los Gervais de este mundo siempre me han resultado admirables, y su historia ha quedado unida a ese trocito de la playa de Calafell.
Salud.
Este artículo ha traído a mi memoria varias cosas. La primera es que hasta que tuvimos la casica en Broto íbamos todos los años, 15 días a la playa, es algo que recuerdo pero que no añoro.
Lo de Gervais, me recuerda los días en los que mi padre escuchaba con un auricular Radio Pirenaica, con una radio galena construida por el.
La huida de mi padre del pueblo ya que lo buscaban los falangistas…
La Costa Dorada del Mediterráneo es una prolongación de Aragón por la cantidad de veraneantes aragoneses que se juntan por esos lares. Ya conté en otra ocasión que a Salou se la conoce, en plan cachondeo, como la playa del Coño, porque, en el paseo, la gente se encuentra con el vecino del tercero o la vecina del pueblo soltando lo de «Anda, coño, ¿tú también estás por aquí?»
Alguna vez has comentado lo de tu padre. Menos mal que fue avisado y pudo poner tierra de por medio, porque seguro que los de Falange no lo buscaban para echar un guiñote… Como expresó Julio Anguita: «¡Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen!«.
Desde luego la historia de Gervais se presta a hacer una película. Una persona valiente y generosa.
El mar…hace mucho que no estoy cerca de él.
Es muy bonito ese último párrafo.
La historia de Gervais tuvo mejor final que la de otros componentes de la Orquesta Roja que, o cayeron en manos de la Gestapo o, huidos, se refugiaron en la URSS y terminaron en Siberia porque Stalin no quería que se supiera que miembros de la Orquesta habían avisado con bastante antelación de los planes de Hitler para invadir la Unión Soviética. El pago de Moscú por los servicios prestados fueron la tortura, el encarcelamiento y hasta las ejecuciones.
El mar es un plus de relajación; el problema es la cantidad de personas que hay en las playas…
Historia de película, de espionaje y misterio y con final, digamos, que bastante bueno. Como habrá habido muchas otras historias que quedarán en el silencio. El mar siempre me ha atraído, tal vez por ser de «secano». En mi caso rotábamos cada verano a un destino diferente. Gracias a ello y a mis padres, conocí casi toda la España playera. Un abrazo.
La mayoría de los integrantes de la Orquesta Roja, salvo los de la red berlinesa y su creador, quedaron en el olvido pese a la mucha relevancia que tuvieron sus informaciones. A Alemania no le interesaba airear que durante tres años fueron espiados tan de cerca y a la Unión Soviética, por aquello de la propaganda, tampoco. Eso sí, alguna película y dos o tres libros de no ficcion, junto con alguna novela, sí se han sacado de esta organización en concreto.
Muy acertados tus padres con eso de las rotaciones playeras; es una buena manera de hacer turismo vacacional.
Cordialidades.
Yo he ido siempre al mar en verano, pero la verdad es que me gusta más en invierno, con las playas vacías, sin sombrillas, sin multitudes en bañador… Así lo he visto últimamente, así lo vi el 18 de diciembre y creo que, por ahora, no voy a volver a verlo.
En invierno, la costa se torna más agreste y los reflejos de la luz sobre el agua le imprimen otras tonalidades. Huele a mar con mayor intensidad y, como dices, la playa está despejada, es más íntima… Por eso mismo, me gusta más el Cantábrico, que presenta un aspecto más salvaje.
Esa foto trasmite paz, qué diferente al mundo de espías. ❤️
La vida de esos espías, que actuaban para obstaculizar a los nazis,sería cualquier cosa menos relajante.
La de disgustos que han traído esos balones de plástico arrastrados por el viento mar adentro. Por muy bien que se sepa nadar es muy peligroso perseguirlos.
En cuanto a la historia, da para varias películas, de intriga, de guerra y espionaje. No falta material ni buenas ideas, sino interés por contarlas como se merecen.
En ese quedarse mirando cómo el balón se aleja por el mar influye, sobre todo, que haya una persona adulta obstaculizando cualquier amago de rescate.
Esas historias viejas tienen, todavía, mayor aliciente cuando se escuchan de viva voz. Esos matices, silencios, respuestas no se encuentran en los libros o no, al menos, con esa agilidad de los relatos verbales.
Tienes la capacidad de llevarnos, con tus relatos, al lugar que describes.
No solo visualicé a esas tres personas de adultas, sino que “con ellas” me remojaba los pies mientras la espuma de las olas rompía en la orilla. Qué perspectiva más bonita recorrer de adultos, los lugares que forman parte de tu pasado. Con el telón de fondo de unos personajes que ni las olas ni el olvido, borrarán sus huellas.
Aplausos, una mirada.
Gracias!!
Un beso.
Los paisajes de la niñez son lienzos en la memoria que, aunque la realidad del presente haya pintado con otras tonalidades, siguen siendo propios cuando se entrecierran los ojos y se remiran con la misma ilusión de entonces. Incluso aunque todo haya cambiado o desaparecido, la esencia permanece porque está en el interior de cada cual.
Abrazos.
Vaya historia! Podría decirse que en muchas ficciones o adaptaciones de historias reales a la ficción, cosas así se han visto.
Pero saber de alguien que haya realizado esas cosas, en lugares donde hoy parece ser solo un destino turístico, es impresionante.
Lo digo yo, que he caminado las mismas veredas que décadas antes pisó Adolf Eichmann, y tampoco lo puedo terminar de creer.
Abrazotes!
En realidad, ignoro si Gervais estuvo alguna vez en esa playa; la que vacacionaba allí era su hija.
Hace unas semanas estuve viendo una película sobre el secuestro de Eichman en Argentina. La verdad es que muchos nazis encontraron acomodo en Sudamérica (y en España, también) con la connivencia de los gobiernos de los países de acogida; a otros, los con suerte, los mantuvo el gobierno de EEUU a su servicio. Luego están los que intentaron perpetuar el nazismo, como en esa siniestra Colonia Dignidad enclavada en Chile que tan buenos servicios proporcionó a la dictadura militar…
Más abrazos.