«Donde el horror»: Archivo personal
«[…]Eduardo Cantos, el ex director de la cárcel, declaró haber estado presente aquel día en el interrogatorio de dos de los reclusos. De dos de los apaleados como Rueda. Y explicó que no se enteró de que les estuvieran pegando porque se encontraba de espaldas y hablando por teléfono. Eso dijo Eduardo Cantos con toda impavidez y sin que le temblara la grasienta papada. Qué apasionante llamada debía de estar realizando, qué espaldas tan impenetrables y graníticas, para que allí, en el morrillo de su corpachón, se estrellaran y perdieran los quejidos, los insultos, los alaridos, el redoble seco de los golpes. Así están todos, sordos y ciegos. Y a su paso van dejando un reguero de sangre […]»- Fragmento del artículo Década, escrito por Rosa Montero y publicado en el periódico El País el 16 de enero de 1988.
Un túnel de cuarenta metros descubierto en la cárcel de Carabanchel la mañana del día 13 de marzo de 1978 determinaría la muerte a golpes —“apalizamiento generalizado, prolongado, intenso y técnico”, según harían constar los forenses que realizaron la autopsia— de Agustín Rueda Sierra —preso anarquista de 25 años y miembro de la C.O.P.E.L— en algún momento entre las diez y media de la noche del día 13 y las siete de la mañana del día 14. Otros siete presos [1] sufrirían en sus cuerpos la furia inquisidora desatada en aquella mañana carcelaria proemio de la muerte de Agustín Rueda a manos de sus carceleros; siete hombres lacerados que pondrían voz acusadora al calvario del compañero muerto.
Alfredo Casal Ortega, uno de los compañeros torturados junto a Agustín, recordaba que, en las horas previas a la muerte del joven anarquista, “pedimos a gritos que viniera un médico, pero no obteníamos respuesta. Agustín tenía todo el cuerpo negro de los golpes recibidos. En un momento dado, que yo creo calcular que se correspondía con las dos de la tarde, me empezó a decir que no sentía los pies. Le empecé a realizar masajes para intentar reactivar la circulación sanguínea, pero era inútil, ya que cada vez la insensibilidad iba en aumento y poco a poco dejó de sentir las piernas. Sobre las tres y media, de rodillas para abajo no sentía nada. Fue el momento en que llegaron los dos médicos de la prisión, llamados Barigón y Casas, que entraron en la celda y a los que expliqué los síntomas que padecíamos. Sacaron unas agujas largas y empezaron a clavárselas a Agustín en los pies. No había reacción. Fueron clavándoselas cada vez más arriba y cuando llegaron un poco más arriba de las rodillas dio muestras de sentir los pinchazos. De rodillas hacia abajo no sentía absolutamente nada. Los sanguinarios médicos se incorporaron y uno de ellos le dio una patada en las costillas a Agustín, diciéndole: “Eso es de la humedad del túnel”. Y como vinieron se fueron, dejándonos en las condiciones en que estábamos. Media hora más tarde nos tiraron, a través de los barrotes de la celda, como el que tira cacahuetes a los primates, unas pastillas para el dolor, abandonándonos a nuestra suerte. Agustín fue consciente durante todo ese tiempo de su real situación. En las horas que pasaron me dijo en varias ocasiones que sabía que se estaba muriendo. Tenía mucha sed, por lo que constantemente procuraba darle de beber en su boca y le mojaba los labios constantemente. […]Sobre las 10 de la noche ya apenas podía articular palabra, sentía mucho frío, su mirada cada vez estaba más y más perdida. A eso de las diez y media de esa noche bajaron dos desconocidos acompañados de funcionarios carceleros, abrieron nuestra celda y pusieron a Agustín dentro de unas mantas y se lo llevaron a rastras, como si de un objeto se tratase. Nuestras protestas no sirvieron de nada. Sólo nos dio tiempo a apretarnos las manos. Ambos sabíamos que no nos volveríamos a ver. Jamás olvidaré ese momento”.
Amigo Luís Llorente, que fuiste preso ayer;
escúchame Felipe; Santiago, entérate:
bajad de esos escaños forrados de papel,
que Agustín Rueda Sierra murió en Carabanchel.
¿Hay libertad?; ¡Qué libertad!
Si cuatro de uniforme te empiezan a pegar.
¿Hay libertad?; ¡Qué libertad!
Tendido está en el suelo y no contesta ya.
Bonita democracia de porra y de penal;
con leyes en la mano te pueden liquidar.
Y a aquél que no lo alcanza de muerte un tribunal,
lo cogen entre cuatro y a palos se la dan.
¿Hay libertad?; ¡Qué libertad!
Lo sacan de la cárcel para ir al hospital.
¿Hay libertad?; ¡Qué libertad!
Agustín por buscarla, miradlo como está. [2]
Diez años después, en 1988, los desalmados inductores y autores [3], por acción u omisión, del asesinato del combativo Agustín fueron juzgados y condenados a cumplir entre dos y diez años de cárcel, pero como el Estado suele ser indulgente con sus fidelísimos servidores, ninguno de ellos pasó entre rejas más de un año.
NOTAS
- [1] Jorge González, José Luis de la Vega, Juan Antonio Gómez Tovar, Miguel Ángel Melero, Felipe Romero Tejedor, Pedro García Peña y Alfredo Casal Ortega.
- [2] Letra de una canción compuesta por Chicho Sánchez Ferlosio.
- [3] El director de la cárcel Eduardo Cantos, los doctores José María Barigón y José Luis Casas, el subdirector Antonio Rubio y los funcionarios José Luis Rufo, Nemesio López Tapia, José Luis Esteban, Alfredo Luis Mallo, Alberto Ricardo Cucufate de Lara, Hermenegildo Pérez, Andrés Benítez y Julián Marcos.
Terrible. Cada vez me gustan más los gatos.
Terrible, sí. Han pasado los años y el recuerdo de lo acontecido espeluzna.
Lo peor es que todavia mucha gente por ignorancia, insensibilidad o en defensa de sus » legitimos intereses» aún lo justifica.
Tristemente es así, prueba de ello es el mail que he recibido hace un par de horas tildándome textualmente de filoterrorista.
Ladran, luego cabalgamos
Efectivamente.
Excelente artículo que pone las cosas en su sitio (qué bien que hayas incluido el poema de Chicho Sánchez Ferlosio). Ya está bien de glorficar la Transición. Gracias por habernos recordado la efémeride, la triste y dolorosa efeméride.
Precisamente el poema/canción, interpretado por Sánchez Ferlosio y escuchado, hace unos años, en una vieja cinta de cassette fue la que me llevó hasta el asesinado Agustín y a todas esas vidas truncadas, cercenadas durante la nada gloriosa Transición.
Tengo que leer con mayor detenimiento esta entrada, para poder opinar.
Estoy tratando de poner a punto un ordenador con Windows 7 que ha traido mi hijo y no me funciona bien, pese a todo los reinicios y actualizaciones que ya ha hecho.
A ver, pues, si te haces con ese ordenador díscolo, que para eso eres un mago de la tecnología.
Recuerdo vagamente este asunto como uno de los muchos crímenes de aquella época tan llena de sangre, pero yo no lo consideraría del todo en la Transición, ya que todavía ni siquiera habíamos aprobado la Constitución y en todas partes estaban aun los mismos que durante el franquismo. Fue aquella etapa que se nos hizo eterna, porque no veíamos despegar la democracia, a pesar de que Franco había muerto hacía tres años.
Técnicamente, el período de Transición se inició el 20 de noviembre de 1975, con la muerte de Franco, como así recogen la mayoría de los historiadores; en cambio, no hay consenso en cuanto al final del período, que, según he leído, unos lo consideran finiquitado tras la aprobación de la Constitución y otros con la entrada en el estamento europeo. Lo que sí está claro es que el franquismo no se extirpó convenientemente en su momento.
Sí, esas son las fechas que se dan, pero para los que lo vivimos, esta parte primera no era aun transición, puesto que prácticamente todo seguía igual. Las cosas empezaron a cambiar cuando Gutiérrez Mellado avanzó en la depuración en el ejército, que no fue tarea fácil ni corta y dio lugar al 23F.
En mi caso, asumo la fecha que ya he dicho por entender la Transición como un período de impasse hacia la democracia; otra cosa es que no esté de acuerdo con las componendas que se hicieron, políticamente, en esa Transición…
Da escalofríos y se me corta la respiración.
Cómo se puede ser tan inhumano, tal vil, dañino, cómo te puede resbalar cosas como esa, cómo infringir tanto dolor y desprecio a un ser humano (y encima por ideologías, qué vergüenza de pasado tenemos también) …..injusticia, dolor, impotencia, sufrimiento, rabia.
Y a cuántos más no les pasaría lo mismo, encima conscientes de cómo la vida se le escapaba sin más auxilio que una mano amiga (compañero de batallas).
Escalofríos…..las palabras se quedan cortas.
Un abrazo.
…y aún horroriza más saber que Agustín Rueda no fue el único; que, antes y después de él, el horror campó a sus anchas, cual depredador, avasallando la integridad física y, en muchos casos, las vidas, de muchas personas en nombre de una sinrazón mutiladora de esperanzas y futuros.
Hay una canción de Joan Baptista Humet que, en una de sus estrofas, dice:
«¿Qué manos son las tuyas?
Por tu hijo, piénsalo,
si las que a él le arrullan
o las que temo yo?»
Un abrazo.
He llorado leyéndote, como es posible que aún a fecha de hoy, haya personas que no asuman la realidad de aquellos tiempos de ignominia, dolor, maltrato y acoso constante por parte de un gobierno despiadado. Muchas gracias por regalarnos esta bofetada de verdad! 🌷
Gracias a ti porque tus lágrimas y las de tantas personas son la bandera que ondea para recordar que hay una humanidad que siente y se horroriza ante las barbaridades.
❤️
Soy de los que no justifican la tortura ni para que un terrorista confiese dónde tiene la bomba que va a matar a un puñado de personas, y estos relatos me ponen los pelos de punta. Hasta dónde puede llegar la bestialidad (in)humana y el qué la motiva es un misterio que nunca comprenderé.
La tortura es uno de los crímenes más execrables e injustificables per se, y lo terrible es que su práctica está más extendida de lo que nuestras sensibilidades pueden pensar. La propia palabra hace estremecer.
[…] Portal Libertario OACA. Una Mirada Alrededor. Wikipedia. Todos los Nombres. Dossier Agustín Rueda Sierra. Kaos en la Red. Sobre la Anarquía y […]