«Carpaccio»: Archivo personal
A mediodía se encaminan a La Goyosa donde, a pie de barra, comparten un carpaccio de encurtidos de champiñones y avellanas con romescu, navajas y queso, seguido de crema de tubérculos con manzana y vieiras que las mantiene en silencio, atentas en exclusiva al nimio recorrido de los cubiertos, deliciosamente colmados, del plato a la boca. Mientras esperan el tiramisú, maman Malika saca de su bolso un paquete envuelto en vistoso papel a franjas añiles y fucsias y se lo tiende a su hija, la veterinaria que se ocupa de la salud de los gatos del Barrio. “Es una biografía de un falsificador de cuadros y colaboracionista de los nazis que vivió unos años en Roquebrune”, le explica. “A mam’zelle Valvanera le he comprado una carpeta de arte sobre Le Corbusier… Cómo me decepcionó su tumba… Es tan fría… A mí me pareció fea y sin alma. Será porque no entiendo de arquitectura”.
Maman Malika, que ha pasado unos meses en Roquebrune atendiendo a su nuera, madre de un bebé prematuro, saborea el tiramisú compartido con su hija sin dejar de explayarse sobre los repetidos cólicos del pequeño Claude, la simpleza de la cabaña que diseñó y habitó el gran arquitecto, las lujosas villas de las celebridades, la elegancia de la cercana Montecarlo y el reciente aumento de sueldo de su hijo, que trabaja en las cocinas de un establecimiento de renombre de la Côte d’Azur. Sobre la barra, junto a la copa de agua de la veterinaria, entre las franjas añiles y fucsias cuidadosamente rasgadas, se entrevé la parte superior de la portada del libro, ilustrada con una reproducción de Los discípulos de Emaús, suprema falsificación realizada por el mejor y más avezado copista de Vermeer, el engatusador, oportunista, malévolo y hasta proveedor de arte (falsificado por él mismo) de Göring, Han Van Meegeren, que, acusado de traición, malversación del patrimonio nacional y colaboración con el enemigo y, como consecuencia, condenado a la horca, eludió la pena capital demostrando que no era sino un experto conocedor de diversas técnicas pictóricas para completar con precisión cualquier lienzo con el estilo personal de varios de los grandes maestros de la pntura.
Me hiciste recordar aquella historia de la falsificación de Los discípulos de Emaús que la tenía casi olvidada. No recuerdo si vi una película al respecto, si escuché o vi algún pragrama o si lo leí. Pero lo cierto es que lo tenía borroso.
Me podían haber vendido la falsificación y yo caía perdiendo toda mi fortuna.
Abrazo!
No conozco la película, pero seguro que existe porque el tema tiene grandes posibiidades; sí hay algunas novelas que tienen como foco central las falsificaciones de Van Meegeren, además de varias biografías.
Y, ciertamente, el ingenio del copista engañó a museos, coleccionistas, expertos y a cuantos se le pusieron por delante.
Lo que he leído en Wikipedia del falsificador de Vermeer parece un argumento sacado de una novela sobre la Alemania nazi y hasta el golpe de efecto de su muerte es increíble, sin embargo me quedo con esa rica comida en La Goyosa. De ese restaurante me habían hablado porque mi hermana era fan de Mateo cuando estaba en Masterchef.
Un abrazo, Mirada, y feliz semana.
Hasta hace muy poco desconocía la relación entre ese restaurante y el concurso de cocina televisivo, que no he visto nunca. Y, sin duda, los platos que allí sirven son tan interesantes como la vida de engaños de maese Han.
Otro abrazo, pasado por agua -llueve,¡¡por fin!!-, para ti.
Hola, Una mirada…..
Es muy agradable adentrarse por los entresijos de todas las historias que nos traes.
En esta ocasión, en un escenario con tan buena pinta como ese restaurante. Pude ver a las protagonistas como si estuvieran a mi lado, escucharlas hablar, y fijarme en la portada del libro.
Sutilmente nos has abierto una ventana a una escena cotidiana, con gente y costumbres cotidianas, para enseñarnos personajes y hechos excepcionales.
Me gusta mucho la pintura Neerlandesa de esa época y origen. Los Países Bajos nos han dejado grandes maestros de la pintura.
¡Gracias!
…es que, en muchas ocasiones, en las conversaciones aparentemente insustanciales y perladas de futesas a las que asistimos en la vida real, se enlazan pequeñas historias que devienen en grandes a poco que se muestre interés.
Gracias a ti por esas lecturas tan intensas que haces.
Tienes mucha razón, a veces en conversaciones nimias, surge algo que luego indagando un poco más, te encuentras con historias realmente impresionantes… pero mientras tanto sentémonos a degustar ese plato que está diciendo cómeme.
Eso mismo; sentémonos y departamos entre bocado y bocado, aunque después del poteo bilbaíno al que invitaste no sé si nos quedará algún hueco en el estómago.
Paso de falsificadores, que ha habido muchos (y los sigue habiendo) para reparar en lo de «encurtidos de champiñones y avellanas», que no se lo que es, ya que aquí le llamamos encurtidos a ciertas hortalizas en vinagre.
Esa misma idea sobre encurtidos tenía yo, aunque encurtidos de setas sí había probado.
Eso es un carpaccio y lo demás son tonterías. La tumba es todo menos bonita, pero al menos tiene buenas vistas. En cuanto a la horca por falsificar, me parece un castigo demasiado severo, por mucho que pensaran que era un traidor. El talento hay que saber encauzarlo.
Al parecer, la condena a la pena capital se debía a las acusaciones de colaboracionismo y traición. Su empeño en demostrar que sólo era un falsificador le evitó un juicio de mayor calado.
La tumba no le hace justicia a Le Corbusier, el sitio donde está sí
Sólo la conozco por fotografía y, desde luego, las vistas al mar son preciosas.