«Hoguera»: I.blasco
Dice la tradición que un invierno llegaron a la Galliguera los Santos Capotudos —Sebastián, Águeda, Pablo, Antón, Blas, Babil, Valentín y Vicente—, rostros y manos ateridos, rígidas las capas blanqueadas por la nieve y arrecidos los pies cansados. Acogióse cada uno a la hospitalidad brindada por los pequeños pueblos surgidos en las orillas del río Gállego y terminaron morando en iglesuelas y ermitas, protegidos de los rigores del Solsticio Frío, transmutados en tallas veneradas, recordatorio de los ancestrales dioses olvidados en cuyo honor se encendían hogueras con rescoldos que humeaban hasta la primavera.
Fenecidos en la memoria los dioses protectores de humanos, cosechas y ganado, continuaron crepitando las llamas para festejar a los nuevos locatarios de los templos erigidos y las tierras del Gállego refulgían por la noche entre bailes, cánticos, patatas, longaniza, chullas y humaredas.
Quedóse anoche el frío viejo tras la sierra guardiana escuchando, añorante, el murmullo del río, las canciones y los ayes contenidos de la carne jugosa acostada en las brasas.
Esta mañana he cogido el coche para hacer unos recados y estaba el alcalde de Yebra de Basa, explicando como hacían ellos hoy la hoguera.
Por la mañana sobre las 11 almorzaban bien luego a las 12 salían con los tractores a recoger abundante leña, de paso hacían limpieza del monte, sobre las siete, siete y media de esta tarde iban preparando la pira, para que sobre las ocho treinta estuviera ardiendo en tu totalidad y luego empezar a cenar todo el pueblo reunido alrededor de la fogata.
Son pocas las localidades altoaragonesas que no tienen un buen fuego en honor al santo fogatero de turno.
Ha de reconocérsele al munícipe de Yebra el espiritu ecologista.
Antes solía desplazarme a Murillo de Gállego, a la casa de mis abuelos, para las hogueras de San Sebastián en enero y la Candelera a primeros de febrero, unas jornadas muy bien compartidas con diversión y cena de todo el pueblo. Tengo buenísimos recuerdos y me digo a mí misma que he de volver otra vez.
No te pierdas, entonces, la de la Candelera; a esa fogata sí llegas.
Mucho cuidado con tratar a la ligera a los Santos Capotudos, pues te puede caer una como la que me cayó a mí cuando me atreví a dudar de S. Cecilio.
…pero si soy respetuosísimo con cualquier creencia inocua; hasta con las imposibles pléyades extemporáneas de mártires itinerantes siguiendo el curso de un río y protagonizando ritos de fuego. Con lo que aprecian mis papilas gustativas las patatas, la panceta y la longaniza a la brasa, ya sean en honor de un santo o de una diablesa.
No eran lerdos, no, los moriscos granaínos; respondieron con las mismas armas -el engaño, la impostura- a la Iglesia Acaparadora y convertidora de creencias paganas en mitos cristianos.
!Ay, Babil…! Recuerdos tengo de él, al encontrarmelo en ocasiones inesperadas a lo largo del camino de Santiago… Sin embargo le diré que era Blas mi preferido en mis años mozos, pues a cambio de atarme la cinta al cuello, me hartaba de aquellas deliciosas rosquillas peligrosamente bañadas en anís, que me hacía disfrutar como un pequeño diablo.
En todo esto subyace para mi la idea de que se cambian nombres y titulares, pero el rito sigue siendo uno muy parecido en lo más elemental.
…quizás por ello la etnografía es uno de los estudios más apasionantes porque es en esos ritos -a veces estrambóticos- donde está contenida la esencia histórica de cada entorno, el compendio de una memoria colectiva inconsciente cuyo entramado, pese al deterioro del paso del tiempo, sigue unido a un pasado remoto que se resiste a caer en el olvido absoluto.
manía, tenemos de arreglar nuestra jodía vida con fuego. No vamos a reverdecer, aunque quememos hasta los pensamientos. Pero me lo paso de miedo en estas fiestas paganas
Un saludo
Y qué gran descubrimiento ése; el del fuego, digo. Quizás la primera batalla que ganó el ser humano a un entorno que no siempre fue propicio. Congratulémonos y dancemos.