«ὄνειρος»: Archivo personal
Abríase la pista forestal entre carrascas —en sinuosa ascensión que las balizas amarillas proclamaban sencilla— hasta el imponente megalito de la Siureda, desbrozadas sus inmediaciones del enmarañado follaje que preservó el dolmen de la curiosidad humana hasta la década de los ochenta, a pocos metros de la atalaya medieval de Bel Œil, que un día miró, desafiante, los 1256 metros del pico Néoulous, guardián asilvestrado de la llanura del Roussillon.
Pugnaba inútilmente el Sol por rozar las formas humanas que, sentadas en semicírculo, engullían los sándwiches que, unas tres horas antes, habíales preparado la maternal Mme. Faure, dueña de la casa de huéspedes de Maureillas; la misma Mme. Faure que, siete años atrás, les había presentado a la afectuosa Colette Marlot —née Colette Durruti— la hija del célebre anarquista herido de muerte en la Ciudad Universitaria de Madrid el 19 de noviembre de 1936 y fallecido al día siguiente.
Pueblan los sueños el bosque de alcornoques que declina hacia Maureillas-Las Illas; se acallan las conversaciones y sólo los pájaros amenizan, con su locuacidad cantarina, el manso sesteo vigilado por los insectos.
Revolotea el sopor en los ojos entornados de los onironautas que, recostados contra las mochilas, se dejan acunar por el mismo aire humedecido que bambolea las copas aparasoladas de los árboles.
¿Son conscientes los recostados en las mochilas de todo eso que tú recuerdas?
Ah, pero es que yo no soy onironauta; practico la noble actividad de la ensoñación, mas con los sentidos prestos para captar las sensaciones y estímulos del entorno.
Bonita actividad que a buen seguro le proporcionará grandés satisfacciones y hallazgos.
Efectivamente, monsieur Charles. Los lugares hay que sentirlos, mimetizarse en ellos e impregnarse de su esencia.
Me ha encantado tu último párrafo, y lo he saboreado perfectamente lúcido.
Sin embargo me ha venido un ramalazo de nostalgia, al pensar en los enlaces que solemos poner en los artículos, pensando que seguramente conoces la ley recién aprobada de la llamada Tasa Google o de la Aede.
Todavía no está todo perdido, Jubilado. Pero es preciso plantar batalla. La muchedumbre de Internet, unida, puede dar y quitar razones. En el caso que nos ocupa, visitas. Ni una consulta (click) a los medios englobados en las entidades que han promovido esta ley, por mucho que se trate de aquellos que, hasta la fecha, solíamos enlazar. Y, si es preciso, reescribir las noticias… Cualquier cosa menos callar, tragar y cerrar las bitácoras; porque es eso lo que pretenden: Restringir la libertad de expresión e información.
Durruti. Curioso revolucionario. Leí que atracaba bancos para darle el dinero a los necesitados. Su muerte es algo confusa, Unos dicen que murió por un tiro de un compañero, y otros por fallo de su arma. A saber.
El mito de Durruti ha desbordado al hombre que fue, un ser humano que luchó por una idea social en la que creyó hasta la muerte. De eso, de su muerte, se ha escrito mucho. Parece que la teoría del compañero es la más plausible; en lo que no hay acuerdo es en si se trató de un accidente o un asesinato.