«Contemplación»: Archivo personal
Pasa Meterete, la cigüeña, con su fardo de ramajes, sobre la chiquillería gozosa que corretea por la Femera Cosme. Vuela sobrecargada, a baja altura, hacia el nidal del azud, que recompone y acicala durante toda la primavera. “Se va a estampar”, dice una chiquilla cuando el ave remonta con dificultad la barrera de encinas que la separa de la plataforma donde se halla el nido.
Sobre el verdegal se deslizan los cuerpos infantiles en jolgorio mañanero que revitaliza al viejo Barrio recién despertado de los ocres invernales. Acarician las primeras mariposas los pétalos de las margaritas noveles y discurren las mariquitas entre pueriles manos mientras Yaiza, con la correa bien sujeta a la pata ferrosa del banco, observa a las robustas palomas que rebuscan entre la hierba las palomitas de maíz arrojadas por los niños.
¿Quieres creer que no he visto nunca una cigueña? Pero esa parece que es de plantilla en el Barrio ¿no?
Quise decir cigüeña, por supuesto.
Pero en tu ciudad habrá cigüeñas, seguro, aunque no vivan ahí de forma permanente. Por aquí arriba, en muchas comarcas oscenses, las cigüeñas llevan muchos años ejerciendo de sedentarias. Son de plantilla, como dices tú, aunque hay otras que ejercen de turistas. Tienen comida suficiente para mantenerse y un clima que ha ido suavizándose poco a poco y al que se han adaptado perfectamente. He visto cigüeñas, erguidas y elegantonas en su nido, aguantar una nevada sin inmutarse. Son aves con señorío, esforzadas albañilas y rápidas competidoras de los gatos cazando ratones de campo.
Intrigada ya por no haber visto nunca una cigüeña en un campanario, lo he metido en Google y me dice que: En la península es común salvo en Andalucía Oriental, Levante, Cataluña, y toda la franja norte que va desde Galicia hasta el Pirineo oriental. O sea, que no quieren cuentas con nosotros y raramente nos visitan.
Pues es raro, pero quizás se despiste alguna pareja cigoñil, les guste la ciudad y decidan no volver a cruzar el Estrecho.
Has compuesto una imagen fresca, feliz y despreocupada con los tres mejores elementos: naturaleza, animales y niños.
¿Bien, la Semana Santa?
Un abrazo, Mirada.
Ni me he enterado que estábamos en Semana Santa, 😛
Pero bien, vamos. Y, hoy, con lluvia.
Besos.
Tu texto nos deja un trocito tierno de primavera.
Me encanta ver volar a las cigüeñas y de hecho las he visto algunas veces; pero nunca las había visto en tierra y en grupo hasta este viernes. Lástima que fuese en carretera no pudimos parar para hacer fotos.
Abrazos
Estarían buscando alimento para remontar el vuelo… Son elegantes y majestuosas hasta cuando caminan.
Más abrazos.
Maravillosa y fresca imagen mañanera. Según se lee, la estoy viendo. En cuanto a la cuestión cigüeñil, efectivamente como dice Senior Citizen, tampoco las hay por aquí, en la franja norte, por lo que aprovecho para invitarlas desde tu blog a que conozcan nuestros pintxos y clima veraniego fresco y suave. 🙂 No sé porque, pero el verlas me produce una plácida y agradable sensación.
Salud!
Habrá que lanzar un SOS a las cigüeñas que habitan los Monegros, que han excedido tanto la capacidad de torres y campanarios que han tenido que reubicarles los nidos en varias colonias artificiales en sotos y campos, en torretas construidas ex profeso…
El otro día en Zaragoza, día gris y plomizo, estaba tratando de fotografiar de la mejor manera posible unas chamineras muy altas, cuando veo un objeto volador no identificado acercándose por el horizonte a relativa baja altura pero sin llegar a saber que era, ya que en la parte frontal aparecía lo que para mi era una enorme hélice parada ¿un ultraligero a punto de aterrizar?
Esperando ver donde se posaba, distingo a una cigüeña con un enorme palo de un metro por lo menos en el pico, que debía de estar acondicionando su nido para ella y su pareja.
Por más que busqué no logré encontrar el ascensor para subir a hacerle una entrevista y unas fotos de su casica.
En la imagen, en la chimenea de la derecha, observarás una protuberancia, era la cigüeña.
Suelen llevar en el pico cargamentos variopintos para esos nidos tan descomunales que se construyen. Lo de los palos que, tantas veces, transportan, tienen su aquél; en alguna ocasión se les caen e imagínate estar debajo. O ir en tu coche y que el palo se estampe contra el parabrisas, como le pasó a una persona que conozco.