Fachada de la Residencia de Niños (Huesca)
Él venía a dolerse de la vida y sus odios,
de la inútil batalla que los hombres urdían,
del feroz llamamiento de los cuerpos helados.
Él no pudo escapar del momento culpable,
como no pudo huir de sus voces escritas.
Casi siempre fue río; raras veces fue mar.
Se perdió por sus pasos entre las cordilleras,
aunque rozó los musgos de la orilla ensombrada
o la rugosa base de un árbol taciturno.
(De Término del aire.- Guillermo Gúdel).
Brilla el balón danzante en la tarde-noche iluminada por los focos en el espléndido campo de fútbol, en la trasera de la Antigua Residencia Provincial de Niños convertida en dependencia del Campus Universitario. Desde el pretil de la carretera del Trasmuro, con la doliente muralla de la vieja Huesca a la espalda, contemplan los escasos y abrigados espectadores las carreras y evoluciones de los contendientes. Más allá, entre la neblina, las mansas aguas del Isuela discurren, en silencio helado, hacia el oeste de la ciudad.
La niebla se cierne sobre los pisos superiores del antiguo orfanato. Tras sus consistentes muros ya no corretea el frío ni se ceba en los cuerpecitos durmientes de los hospicianos ni acallan las monjas, algunas inmisericordes, los llantos sofocados de los más pequeños, tristes sinfonías que invadieron las noches de Guillermo Gúdel y que él, en su vejez, recordaría como si el tiempo transcurrido desde su condición de asilado no hubiera atemperado aquellos nocturnos de desdichas.
Guillermo Gúdel. Poeta. Hombre bueno. Tristeza perenne.
Nació Guillermo Gúdel Martí el 21 de febrero de 1919 en Coscojuela de Fantoba (Huesca), a los pies de la aldea romana de Monte Cillas, paraíso arqueológico entre almendros, vides, frisos y estelas funerarias; agreste paisaje de sueños y poemas. Con tan solo ocho años se quedó sin padre, y la madre, con seis hijos a su cargo y la mente desquiciada, huyó sin rumbo llevándose al pequeño Guillermo y a otros dos hijos, a los que abandonó en Barbastro. Guillermo y sus dos hermanos fueron internados en la Residencia Provincial de Niños de Huesca, donde el poeta pasaría los siguientes nueve años. En Huesca aprendió el oficio de impresor, que sería su sustento en los años venideros.
El estallido de la guerra (in)civil acentuó todavía más ese sentimiento de desdicha que acompañaría su devenir hasta el final. La caída de una bomba en el orfanato, que causó muchas víctimas entre los pequeños allí cobijados, hizo que las autoridades de la ciudad —en manos de los nacionales— enviaran a algunos huérfanos al Hogar Pignatelli de Zaragoza; entre ellos a Guillermo. En las mismas fechas fue fusilado su íntimo amigo Blasito Montull, también hospiciano, de 16 años, acusado de ser un enlace de las tropas republicanas que asediaban Huesca.
En Zaragoza, sin lograr sobreponerse a los horrores vividos, continuó trabajando de impresor hasta que, en 1938, fue movilizado por los sublevados y enviado al frente de Teruel. Esta circunstancia acentuó el dolor de Guillermo, cuyo hermano había huido de la residencia de Huesca para unirse al ejército republicano. Habrían de pasar casi cuarenta años hasta que Guillermo Gúdel y su hermano —exiliado en Toulouse— se reencontraran.
Terminada la guerra, Guillermo retomó la poesía y su oficio y se sumergió en la vida cultural zaragozana.
En 1959 publica sus primeros poemas y participa en las tertulias del Café Niké —Parnaso de los poetas zaragozanos— y, unos años más tarde, dirige la revista Poemas; en esta y otras revistas literarias dará a conocer su obra, donde refleja su filosofía existencialista perlada de sentimientos trágicos y alegrías efímeras que van forjando al ser humano en un entorno no siempre elegido ni asumible.
A lo largo de su vida publicó cerca de cuarenta obras que, en su mayor parte, financió, editó y distribuyó él mismo, dejando incluso una suma de dinero para que, tras su muerte, sus albaceas testamentarios publicaran sus poemas inéditos.
Guillermo Gúdel Martí falleció en Zaragoza, el 10 de abril de 2001. Quienes lo conocieron dicen de él que fue un hombre discreto, callado, pausado y bondadoso que hizo de la poesía su forma de vida.
ANEXO
Con una vida así, no tenía más remedio que ser poeta.
Pero la fuerza de sus poemas estaba en su intelecto, en su sensibilidad, en su capacidad y en su esquisitez literaria. Quizás sus desventuras influyeron en su concepción existencialista y en esa tristeza contra la que pocas veces se rebelaba, pero la esencia de su creatividad se hallaba en él no en sus circunstancias.
Curiosamente, un libro suyo tiene el mismo título que este poema de la misma época.
No sé cuándo compuso Gúdel los poemas que componen Los pasos cantados, pero la publicación del mismo es posterior al poema de Venancio Sánchez Marín. Pero mira que es casualidad que tú eligieras ese título y yo optara por presentar detalles de la vida de quien escribió un libro de poemas intitulado como el elegido por ti.
Como dijo otro poeta que no recuerdo:
Pero el mundo es un pañuelo
y, sin pañuelo, mi llanto
¿donde podría esconderlo?
¡Que cantidad de obras tiene escritas! Además una calle del barrio Santa Isabel en Zaragoza lleva su nombre.
Prolífico en creatividad y excelente artesano de las palabras, pese a carecer de estudios.
Aunque la celebración familiar te mantenga alejado esta noche de la Red, quiero dejarte aquí mi recuerdo más inmediato, a la hora en punto (salvando historicidades, husos horarios y demás gaitas) en que celebramos la venida al mundo de Aquel en quien yo creo.
Muchas gracias por la atención. Sinceramente.
Que estos últimos días del año que fenece y cada uno de los venideros te sean propicios. Un abrazo.
Triste vida la del poeta, que para colmo, al ser llamado a filas, fue obligado a ser rival de su hermano.
Sí, tener que luchar contra tu propio hermano -circunstancia que se dio, desgraciadamente, en muchas familias- tiene que ser horroroso.