«Chester cathedral garden»: Barbara Ainscough
A las doce y diez, en el único descanso desde las ocho de la mañana, Abzeta llega —con sus dos manzanas diminutas comprimidas en la bolsa hermética— al espacio que, con generosidad y cierta sorna, el personal llama Corner Lunch. Un hornillo, una cafetera, un microondas y un dispensador de agua. Cinco mesas de baratillo con cuatro sillas en cada una donde ya se han instalado las empleadas de la planta baja y dos de los tres de seguridad. En el exterior, al otro lado de la cristalera que ocupa tres cuartos de pared, desafían al frío los trabajadores del laboratorio sentados en el bordillo que delimita el perímetro de césped, con los tuppers sobre las rodillas. Verduritas asadas. Sandwiches de pollo recién calentados en el microondas. Vasitos de caldo que se enfrían antes del tercer sorbo. Abzeta contempla al grupo desde su cálido rincón. Pa Demba, su hermano, con su bata blanca recién estrenada bajo la cazadora, la saluda con un rápido movimiento de cabeza.
A las cinco menos cuarto los viajeros empequeñecen el autobús que une Flint con Chester. Fatoumata, la conductora de origen gambiano, recibe con gesto hosco a Abzeta, Pa Demba y las dos españolas que abordan el transporte con casi cuatro minutos de retraso. “Es la última vez que espero”, dice, muy seria. “Hemos quedado en la brasserie para cenar. A las seis y media”, le susurra Pa Demba.
[…]
El húmedo frío de Chester se acopla a los rostros descubiertos e introduce en las fosas nasales aromas a bosque con un lejano toque marino entre danzas de nubes que deambulan por los dos kilómetros de antiquísima muralla, acarician los tejados colorados de las viviendas, lamen la peculiar arquitectura medieval con decoración victoriana de los Rows y descienden hasta el río Dee y los canales para rozar las estructuras decoloradas de las barcazas. Marchan, después, mullidas, hasta el Puente de Grovesnor y derivan hacia el lado sur del río, donde los romanos, que hicieron de Chester su castrum, dedicaron a la diosa Minerva un pequeño templo.
Una nube pequeña y barrigona se queda rezagada, tal vez contemplando a los esperanzados turistas que recrean la tradición de bajar y subir —dos veces y sin respirar— los Escalones de los Deseos de la muralla para hacer realidad sueños imposibles.
Aléjanse las nubes y fenece la tarde alrededor del reloj de la Puerta del Este. Las luces de la ciudad guían a los despreocupados viandantes de bufandas y gorros coloristas por el devenir mundano que circunda el pétreo silencio de la catedral. Abzeta, Pa Demba y las dos españolas se reúnen con Fatoumata en el restaurante. El frío se arrellana en los escalones de la entrada, en paciente espera.
¡Vaya por Dios! Cambio de escenario. Ahora que me estaba yo familiarizando con la señorita Valvanera y la veterinaria que cuida de los gatos del barrio….
Los escenarios se ponen y se quitan en cada subida/bajada de telón, 😉 .
Pues esta nueva historia con nuevos personajes, promete el mismo gozo al lector que los otros personajes que tanto nos gustaron. Volverán, sin duda. Pero mientras, nos dejas estos nuevos y entrañables personajes.
Abrazos
Cada espacio tiene sus gentes; y, entre ellas, siempre se encuentran personas con devenires interesantes.
Besos.
He leído por encima el artículo, sin embargo no me quedo a gusto, quiero volver a visitar todos los enlaces, creo que son ocho, y a buscar más información por mi cuenta.
Acabarás enamorándote de Chester. Ya lo verás.
Es curioso como la Eudemonía se manifiesta siempre en los hechos más cotidianos, sobre todo cuando estos se entremezclan con un sentimiento lejanía con respecto al mundo al que pertenecemos.
Efectivamente. Hay momentos aparentemente anodinos que, por las circunstancias de quienes los viven, se convierten en instantes de felicidad absoluta.
Pero quizá algún día, en el nuevo escenario, digas como Fernán Gómez:
Se me viene España de pronto como un río
y mi calle,
y mi barrio….
Y aparezca de nuevo la señorita Valvanera.
Te aseguro, apreciada Senior citizen, que por esta bitácora seguirá yendo y viniendo la señorita Valvanera. Y el Barrio y las personas que todavía le dan vidilla. Y la Sierra de Guara. Y las gentes olvidadas. Y los tarugos y tarugas con sillón y mando en plaza… Faltaría más.
Muy logrado ese ambiente de expatriados entre tanto monumento histórico. Abzeta y Pa Demba no suenan a nombres muy ingleses… ¿Africanos?
Salud.
De Burkina Faso.