«Drumlaheen»: Douglas Ross
—Si no nos damos prisa, ese nubarrón va a descargarse sobre nuestras cabezas—, advierte Iliane acelerando el impulso de sus pies sobre los pedales de la bicicleta, en el camino bordeado de robles rojos del bosque de Bouconne —recién vestido de primaveras que semejan otoños— a pocos kilómetros de la casa de su anfitrión, monsieur Lussot, en Lévignac-sur-Save.
Quince minutos después de abandonar la floresta y zigzaguear entre las sinuosidades de un atajo abierto entre las tonalidades verdosas surgidas de la fertilidad de la tierra, se entrevén las primeras edificaciones y, a la derecha, con su elegante fachada, la Maison du Barry, señorío del complaciente conde del mismo nombre, a quien los escarceos públicos de su esposa con Luis XV tanto rentaron.
Tres kilómetros y medio más allá, al pie de la colina, los familiares azulejos añiles del pigeonnier[1] anexo al recién rehabilitado retiro de monsieur Lussot, el viejo fotógrafo itinerante. Por detrás de la casa, un camino asfaltado entre campos desemboca en la carretera que continúa hasta Thil, donde Félix Carrasquer y Mati Escuder, pedagogos anarquistas, recompusieron sus existencias y lanzaron al aire fecundas semillas de libertad.
—¿Han disfrutado de la excursión?—, pregunta madame Léonie, la mujer que se ocupa de monsieur Lussot. —Va a llover de un momento a otro.
Sobre la mesa de la cocina, con su formidable superficie forrada con hule azul pálido, media docena de apetitosos y henchidos cruasanes rellenos con trocitos de tomate, huevo duro, champiñones, aceitunas y lechuga esperan a las tres ciclistas que se lavan las manos en la reluciente pileta de granito del lavadero de la entrada.
—A esta jovencita es mejor vestirla que alimentarla-, susurra la Hermana Marilís señalando, divertida, a Iliane, que, tras engullir dos cruasanes, se dispone a dar cuenta del tercero.
Revolotea la noche sabatina aleteando por la troposfera y envolviendo en sombras el pigeonnier, la casa y la colina; murmura la vida agazapada entre sueños, se pertrecha la lluvia en su invisible morada y ulula el autillo apostado entre el ramaje.
NOTA
[1] Se trata de una construcción típica de varias zonas de Francia que consiste en un torreón con un palomar en la parte superior.
Muy bonita esa pequeña estampa de la región del Alto Garona y el recuerdo a los dos pedagogos anarquistas de los que tanto podemos aprender en la ápoca actual.
En la Provenza vi muchos palomares como el que citas. Me gustan más que las palomas que viven en ellos.
Feliz semana.
Dos personas estupendas, Matilde y Félix, Félix y Matilde, que militaron en el anarquismo pero, sobre todo, en la libertad.
Sí que son abundantes esos curiosos palomares; algunos son joyas arquitectónicas realizados con exquisitez e incluidos en las visitas turísticas.
Buena semana para ti y buenas vacaciones.
Hay una parte que a mi me parece realmente importante en el enlace que dejas en Félix Carrasquer, esta:
Habían querido imponer la revolución, pero nada se conseguiría jamás con la violencia. La violencia no podía inaugurar el tiempo de la libertad. Era preciso educar al ser humano, cambiar su mentalidad, dotarle de las herramientas intelectuales precisas para que se liberara de supersticiones y creencias atávicas. Este camino solo podía recorrerse por la educación.
En cuanto al palomar, nunca había visto uno como ese, es muy curioso.
Félix Carrasquer y sus hermanos vivieron por y para la cultura y la educación. Félix fue un referente pedagógico -pese a no haber ido más que dos o tres días a la escuela y ser ciego-; su hermano Francisco, un extraordinario ensayista y literato -Premio de las Letras Aragonesas- y el mejor especialista en Sender; José -el único que estudió magisterio- y Presen, se dedicaronn a la docencia partiendo de la práctica libertaria. Y ninguna de las circunstancias adversas que les rodearon por manifestar sus creencias hizo que renegasen de sus convicciones.
Es la primera vez que veo una edificación así. O sea,este curioso palomar.
Pero no es la primera vez y espero que no sea la última en que disfruto de estas historias tuyas en prosa que son un lujo para el que las lee.
Con tus palabras nos trasladas a épocas y lugares desconocidos. Por no hablar de los personajes.
Abrazos
Son curiosos los pigeonniers, sí. Parece ser que son herencia romana y su posesión indicaba la nobleza del dueño. Cuando se recolectaba el grano, las palomas quedaban encerradas en ellos y así se evitaban destrozos. Hoy en día se siguen construyendo para controlar el daño de las palomas en ventanas y edificios.
Besos.
Me temo que Iliane deja sin cruasanes a sus compañeras de paseo…
Más ligeras de estómago que ella sí se quedaron.
He leído los enlaces, querría profundizar más en ellos pero tengo visitas y subiré esta Semana Santa a Broto, estoy preparando el viaje ya que hace mucho que no lo he hecho y no me he atrevido a subir por la nieve.
Así que de momento lo mejor que se me ocurre es algo que cuando trabajaba me decían mis compañeros «A Gil, es preferible comprarle un traje que invitarle a comer»
Hoy en día no me ocurre eso, pero lo malo, es que lo poco que como, me va a parar a la barriga.
Es decir, que tenías buen saque pero quemabas las calorías a buen ritmo.