[…]«Estaban en su casa, esperando, como los demás, los acontecimientos. Sabían que iban a detenerlos y que saldrían codo con codo, y aguardaban sin saber por qué. Ignoraban lo que habría sucedido lejos del pueblo. Oyeron tiros lejanos. Luego, más próximos. Mariquilla miraba sus alpargatas rotas, por donde asomaban dos dedos desnudos enrojecidos por el frío. Llevaba un vestidillo ligero —ya lo llevó en verano— muy remendado. No suspiraba demasiado por otros vestidos, por tres razones: porque no se encontraba fea con aquél, porque sabía que no podía pretender otro y, finalmente, porque el frío era cosa de viejos y estaba harta de oír decir a la gente, cuando se quejaba:
—Yo, a tu edá…
—Cuando se tiene tu tiempo…
Por esas tres razones no se quejaba tampoco de ir sin medias. Mariquilla, no sólo no se quejaba, sino que estaba alegre casi siempre, con motivo o sin él.
Mariquilla Silva Cruz, morena gentil, con una tilde de melancolía entre dos sonrisas o dos frases dichas como ella las dice, atropelladamente, pero bien enderezadas a su objeto, había de revelar luego, en la cárcel, en la calle, ante los fotógrafos, con los periodistas, una inteligencia natural y una discreción muy superiores a lo usual en las personas cultivadas de la ciudad.»[…].- Fragmento de VIAJE A LA ALDEA DEL CRIMEN, recopilación de las crónicas sobre los sucesos de Casas Viejas escritas por Ramón J. Sender en el periódico La Libertad.
Un auto del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Chiclana de la Frontera (Cádiz) declaraba, el 22 de junio de 2011, el fallecimiento legal de María Silva Cruz, superviviente de la matanza de Casas Viejas, fusilada el 23 de agosto de 1936 entre las poblaciones de Medina y Jerez, a la edad de 19 años.
Sidonio (Juan) Pérez Silva, de 76 años, que tenía 13 meses cuando asesinaron a su madre y apenas cuatro años cuando mataron -en circunstancias nunca aclaradas- a su padre, el periodista anarcosindicalista Miguel Pérez Cordón, lleva décadas buscando el lugar donde fueron enterrados los restos de su progenitora. En el año 2006 interpuso una querella ante el Juzgado número 5 de la Audiencia Nacional por la detención ilegal y la desaparición forzada de María Silva Cruz, amparándose en la no prescripción de los crímenes de lesa humanidad. Trasladada la documentación a Chiclana, la jueza Bárbara Izquierdo dio por válido, el pasado junio, el deceso legal de la interfecta fechando el mismo el 1 de enero de 1947, en aplicación de la ley que dicta que para la declaración de fallecimiento han de transcurrir diez años desde que se tuvieron noticias de la persona desaparecida.
Hay cosas que algunos se empeñan en no saber (o enterrar… o que sigan enterradas) y que otros no conseguimos digerir sin haberlas vivido. Posiblemente la justicia no exista y sea solo una utopía imaginada por algún loco cuerdo.
Mucho sin vernos, Mirada. Un lujo volverte a encontrar.
Desgraciadamente, el tiempo transcurrido -con una dictadura de por medio- y una Transición que tuvo por lema «A otra cosa, mariposa«, han difuminado cualquier intento de justicia. Sólo queda el noble empecinamiento de quienes buscan los huesos familiares.
Cordiales saludos.
Siempre alegre, hasta el terror…
» la carne sangrante de un pueblo crucificado» . Sin duda.
Besos
Sender -que conoció a María personalmente- se llevó una excelente impresión de ella, por su lucidez.
Durísima época la que transitó esta joven, que sólo conoció la pobreza extrema, el horror, la cárcel y la muerte, con un grato paréntesis de amor.
Otro beso.
Tantas historias como la de Mariquilla, con la tristeza y aún así, la belleza que encierran por su manera de afrontar la injusta vida que les cayó en suerte… Historias enterradas en la mezquindad de ese olvido cruel, cobarde e interesado de una dictadura que no tenía argumento alguno para justificar el asesinato y no sólo de las personas sino también de las conciencias y la historia.
No sé si el reconocimiento de su fallecimiento pueda servir de consuelo a su familia, quizá por haberla sacado de alguna forma de ese «olvido legal», aunque pienso que estas cosas nunca acaban de redimirse.
Feliz finde!
Demasiadas historias de personas que parecen haber nacido con el estigma de la fatalidad en sus genes, sí. Y demasiados años de silencio y de cucharadas de rabia engullida a escondidas.
Un abrazo.
Lo de Casas Viejas es otra pueba de como la represión forma parte de los gobiernos, que la utilizan y la justifican según les viene. Las condenas a los que hicieron las matanzas fueron un chistecico porque las órdenes venían de muy arriba, como ya se encarga Sender de anotar en sus artículos de denuncia.
Lo que no tiene perdón es que se muriera el dictador y aún se fuera con remilgos a la hora de reconocer cómo se había enronao a los vencidos mientras mogollónn de calles y plazas llevaban los nombres de personajes que habían hecho perrerías. De traca.
salud.