«La subida»: Archivo personal
Apenas un rayo de luz roza los muros de las casas y ya se escuchan las voces despejadas que cruzan el Barrio hacia el Camino Viejo, con las piernas desnudas haciendo de peanas de cuerpos de mil y un volúmenes, coloreados por el Sol que, implacable, se va adueñando de las sendas.
En la Subideta del Carrascal, una sinfonía de jadeos complementa los acordes del agua que, más abajo, golpea las piedras del lecho del río, en desnivel que busca ser cascada, y que no asusta a las grallas que descienden desde sus nidos de la cortada d’A margin Cucha[1].
En lo más alto, donde las piedras y arbustos forman una barrera natural que convierte el paseo en aventura montañera, la procesión de caminantes detiene su marcha y, una vez aspirados los aromas circundantes y atemperados los pulsos, deshace, en desfile saltarín, el camino andado.
NOTA
[1] de La orilla izquierda.
Un paseo de lo más sano y natural.
Y, qué fresquito:)
Abrazos
Ah, pero cuando el Sol despierta… ¡qué agonía calorífica!
Otro abrazo, reina.
Qué lugar más atractivo para pasear y darse un bañito. Con la que está cayendo, resulta de lo más apetecible.
Besos
Sí, las caminatas matinales -y el baño posterior- son un buen aliciente.
Más besos.