«En el corazón del monte, II»: Archivo personal
Siete u ocho gotas desprendidas, acaso por azar, de un nimbo ceniciento con pretensiones de nubarrón saludan el regreso de las paseantes que cruzan la gravera en dirección al Barrio. Arriba, en el Campete Blasito, verdea el serpol a ambos lados del senderillo que antaño llevaba a los arnales [FOTO] donde las abejetas cumplían su ciclo productivo estimuladas por las floridas esencias nectarinas que proclaman, aun hoy, el estallido de la primavera. Cerca de allí, bajo las viejas carrascas que otean el río, armaba el señor Anselmo, con cañizos y barro, las arnas [1] troncocónicas que apreciaban las abejas y encandilaban a la veterinaria que se ocupa de la salud de los gatos del Barrio, niña entonces, entre efluvios de romero y la voz aguardentosa del hombre de manos artesanas narrando las innumerables vicisitudes de sus siempre presentes y admirados compañeros muertos. “Gitaneta”, le decía a la pequeña, “acuérdate de estos nombres… Alaiz, Samblancat, Maurín…”, y enlazaba la anécdota de Ramón Acín dándole a Luis Buñuel el dinero ganado en la lotería para que pudiera realizar la película Las Hurdes, con la emotiva historia del tenor valenciano Lizondo entonando el Adiós a la vida de la ópera Tosca en el momento de ser pasado por las armas en Zaragoza.
Quince, treinta, cien gotas persiguen el andarín compás de las mujeres cuando dejan atrás el invernadero y llegan junto al orgulloso y altivo Torrollón [2] de tantas andanzas infantiles. Apenas son las nueve de una mañana agrisada cuando, ligeramente humedecidos los cabellos bajo las capuchas, toman asiento alrededor de su mesa de siempre del bar del Salón Social y sale Olarieta —delantal a cuadros rojos y verdes— con una bandeja de tostadas de tomate rallado, jamón y huevo a la plancha que liberan atrayentes emanaciones.
NOTAS
[1] En arag., colmenas.
[2] Id, formación rocosa de arenisca erosionada que semeja una torre solitaria en medio del paisaje.
Me ha llevado tiempo leer tu texto y no porque sea pesado, todo lo contrario, no solo tiene tu habitual finura lingüistica sino que aportas muchas reseñas, que yo como curioso, suelo visitar. De entrada tu antiguo post sobre don Anselmo. Eso de entonar «a las barricadas» en la puerta a la hora de la misa, debió ser todo un desafío. Luego las referencias a «esos nombres», historias de vidas apasionantes. Me ha llamado la atención Maurín y su «enigma» al comienzo de la guerra. Para terminar con el tenor Lizondo contando en su último momento de vida. En definitiva, excelente texto y referencias. Un abrazo.
referido a Lizondo, dónde digo contando, es obviamente cantando …
No te preocupes que se sobrentendía.
El señor Anselmo fue un hombre digno de admiración porque nunca desmayó en la defensa y práctica de sus convicciones y el recuerdo de quienes fueron reprimidos y represaliados; una buenísima e inolvidable persona. La de Maurín es una historia asombrosa, sobreviviendo en manos de los fascistas haciéndose pasar por otro y luego, descubierto, mantenido con vida pero sustrayéndolo del conocimiento general; de película. Lizondo forma parte de esas personas cuya entereza y dignidad no pueden caer en el olvido.
Cordialidades.
Emocionada estoy. Acabo de escuchar el «Adiós a la vida» en YouTube cantado por Pavarotti. Qué convicción , qué dignidad y qué valentía morir así, y cuántos hombres que merecen ser recordados desconozco. Gracias por nombrarlos.
Salud.
Es un momento conmovedor del que se tienen dos testimonios independientes. El primero, de dos maestros que compartían prisión con Lizondo y consiguieron salir libres unos años después, que aseguraron que, cuando lo sacaban a fusilar, empezó a cantar ese Adiós… pese a ser golpeado para que callara; el segundo, el de uno de los enterradores que habían abierto la fosa para los fusilados de ese día, que oyó cantar a pleno pulmón a un hombre inmediatamente antes de las descargas.
En su momento, también escuché ese Adiós… en la voz de Pavarotti y, como en tu caso, también me resultó emotivo.
Salud y cordialidades mil.
Curiosa la relación de la Guardia Civil con el señor Anselmo. Sospecharían que el Régimen no se iba a tambalear por sus ataques…
Seguramente, lo tenían más por loco inocuo que por peligroso anarquista; tal vez si hubieran sabido que era enlace de la guerrilla de la sierra y que de pardillo tenía muy poco…
… O a lo mejor no conocían esa bandera. Durante el franquismo, había gente que no sabía como era la bandera republicana.
Según el decir popular, los guardias de aquel puesto no eran de grandes luces, pero tanto como para no reconocer la rojinegra de la CNT no sé yo.
Las dos fotos me gustan. Es la primera vez que veo una casa de colmenas como la fotografiada. 😘
Es un antiguo colmenar de los que se veían hace muchos años por estos pueblos.
Otro beso para ti.
Me encanta como escribes, aunque en ocasiones tengo que leer el texto varias veces siguiendo todos tus enlaces.
En este caso me has hecho recordar algo que no sabía como se llamaba, pero que he estado muchas veces al amanecer cuando todavía hacía frio y/o me alejaba de ello en el momento que el calor arreciaba en el viñedo de mi tío.
Como habrás adivinado me refiero a la parte trasera del interior de la casita donde se encontraban las abejas, detrás del arma.
La foto es prácticamente igual, excepto que la puerta de entrada se encontraba en la parte derecha.
No he estado nunca en el interior de un arnal pero sí he jugado, de niño, en las inmediaciones, viendo cómo las abejas salían y entraban… Ahora, esas construcciones antiquísimas han ido desapareciendo, sustituidas por otro tipo de colmenas. Nos queda el recuerdo y aquella miel cruda tan densa y grumosa que se tomaba tal cual y sabía a romero y tomillo y de la que se ignoraba su contenido en bacterias nada recomendables.
Tus textos contienen mucha y variada información y están escritos con una riqueza de vocabulario que no es nada común.
Además tienen aromas.
Hoy me quedo con el de ese desayuno final.
🙂
La ventaja de ese desayuno reconstituyente es que te lo puedes preparar tú misma cuado te apetezca, sumergiéndote en esos aromas que desprende y, sobre todo, saboreándolo.
Ayer estuve escuchando los segmentos de Aparici en La Brújula de la Ciencia , me gustó como resume en pocos minutos un tema.
Ahora voy por Aparici en órbita
Como te dije, lo conocía por ser contertulio en cCoffee Break (y sus apariciones esporádicas en A Ciencia Cierta) pero nunca había ido por sus propios podcast
Muchas gracias por estar siempre atenta.
Abrazotes!
Intentaré escuchar los podcasts que añadiste en tu entrada. Aparici tiene muy bien organizado su tiempo, según parece, porque, además de los programas de radio en los que participa o dirige, colabora en la sección de Ciencia del magazine digital Jot Down.
Gracias a ti por proponer temas tan interesantes.
Cordialidades.
Bellisimo relato, dificil de leer por lo elocuente y por las palabras precisas y perfectas que realmente dejan ver la imagen que vas narrando. Te felicito por la informacion que presentas y por ese gran vocabulario. Un abrazo de Valencia,
FBC
Muchas gracias por tu generosa opinión. Otro abrazo para ti.
Un placer, en lo que escribes claramente se ve tu gran talento. Buen finde…
Viniendo de alguien con la creatividad que tú tienes, se agradece -y ruboriza- esa opinión.
Y empieza mayo…
¡Gracias mil! Un abrazo de València,
FBC
Aquí son las nueve de una mañana gris, pero afortunadamente de otra época en la que las diferencias se dirimen de manera muy distinta. Eso sí, van a caer algo más de dos gotas y de las abejas no tenemos noticias porque por mucho que las quieran salvar parecen condenadas. El enlace del señor Anselmo me da error.
Las abejas aún resisten y mantienen ese ciclo rutinario faenando entre las flores para enseñorear sus colmenas.
He mirado el enlace y no encuentro el error; igual depende de los navegadores…
Eres fiel a ti mismo, en cada entrada, en cada palabra, pensamiento y reflexión.
Contigo está asegurado el recuerdo de muchos que ahora no están, que formaron una parte importante de una época y país, que el tiempo no ha silenciado del todo.
Abrazote para ti.
Es fácil, cuando se trata de una zona con poca población, que los lugares recuerden a las personas que por allí estuvieron y que dejaron su huella en quienes las conocieron. Yo me limito a recopilar sensaciones de lo vivido o lo que me ha contado; el paisaje es, también, un libro de historia e historias.
Otro abrazo grande para ti.