«De los días desgarrados»: Archivo personal
Minutos antes de las diez nos parábamos en el lugar de la cita con Durruti. Salió de la casilla de camineros a recibirnos y nos estrechó la mano sin aspavientos, con aire campechano; cambió unas palabras afectuosas con Timoteo y se dirigió a mí diciéndome:
—Bueno, ya estás aquí. Ahora dime con claridad si deseas quedarte o prefieres volverte a casa.
Eludí una respuesta concreta para que adelantara su opinión y me limité a decirle empleando el tuteo, como era costumbre entre aquella gente:
—Eso depende de lo que tú decidas; creo que no me corresponde a mí la resolución.
—Déjate de retóricas. Aquí estamos para hablar claro y voy a serlo contigo: si te vas, cualquier grupo incontrolado te matará antes o después, pues ya sé por Callén que andan tras de ti; si te quedas en la Columna, yo respondo de tu seguridad. Timoteo me ha dicho que quiere protegerte y nuestra amistad es tan grande que sus deseos son los míos. Y aún te diré más: si te quedas me harás un gran favor, pues te encargarías de llevar la estadística y todo el papeleo del personal, que ahora anda de esas maneras por falta de gente capacitada. Ahora bien: yo exijo lealtad y sé castigar a los que se descarrían. No va contigo la advertencia, porque Timoteo no me recomendaría nunca a un sospechoso, pero bueno será que lo tengas en cuenta, si te quedas con nosotros.
—Está bien —le dije decidido—. Me quedo aquí y espero que no tengas nada que reprocharme; procuraré corresponder a tu generosidad.
—Pues no hablemos más. Escribe a tu familia diciéndole donde estás y que estén tranquilos.
Esta es la verdad de cómo conocí a Durruti y de cómo y por qué ingresé en su Columna. Todo lo demás que se haya dicho o se diga en tomo a este hecho no son más que fantasías.Fragmento del capítulo X del libro Yo fui secretario de Durruti. Memorias de un cura aragonés en las filas anarquistas, versión del original escrito por mosén Jesús Arnal Pena entre 1969 y 1971 y del que se publicaron tres ediciones, revisadas, en 1972 (Edicions Mirador del Pirineu, Andorra la Vella), 1995 (Mira Editores, Zaragoza) y 1997 (Editorial Pagés, Lleida, traducida al catalán).
Cuando Timoteo Callén, responsable del Comité Local de la FAI en la localidad de Candasnos (Huesca), decidió avalar a su amigo de la niñez, el sacerdote Jesús Arnal, y encargarle su protección a Buenaventura Durruti, no imaginaba que su decisión iba a componer una de las historias más insólitas de la recién comenzada guerra (in)civil ni que, años después, terminada la contienda, aquel curilla sería su salvoconducto para no perder la libertad ni la vida.
Mosén Jesús Arnal Pena (1904-1971), párroco de la localidad altoaragonesa de Aguinaliu, huyó, en un primer momento, al monte al iniciarse la guerra, cuando las localidades próximas a su parroquia se convirtieron en bastiones republicanos con nulas simpatías por el clero. Decidido a conservar la vida, guardó su sotana y emprendió viaje hacia su lugar de nacimiento, Candasnos, vestido de civil y con cierto aire de miliciano. En Candasnos, donde era muy conocido, solicitó la ayuda de Timoteo, su leal amigo de la infancia, miembro de la CNT y autoridad relevante en la localidad, que no dudó en prestársela, convirtiéndose en su defensor en el remedo de juicio popular al que mosén Jesús fue sometido en el balcón principal del Ayuntamiento y del que, el fiel Timoteo, logró sacarlo indemne. aunque, para evitar males futuros, no encontró mejor solución para el sacerdote que encomendar su salvaguarda a Buenaventura Durruti, una de las figuras más sobresalientes del anarquismo español que, por amistad con Timoteo Callén, aceptó llevar consigo al cura de pueblo como escribiente y ayudante personal.
Integrado mosén Jesús en la Columna Durruti, se dedicó a llevar la contabilidad, el registro de los suministros y cuantas tareas, todas ajenas al ministerio sacerdotal, le encomendó su nuevo empleador. Cuando Durruti fue herido, no se sabe si accidentalmente, en la Ciudad Universitaria de Madrid, el 19 de noviembre de 1936, sin que el auxilio médico pudiera evitar su muerte a las cuatro de la mañana del día siguiente, mosén Jesús se hizo cargo del fusil naranjero del dirigente ácrata, que portaría, sin hacer uso de él, el resto de la guerra, siempre acompañando a sus compañeros de la Columna anarquista que, respetando los deseos del fallecido libertario, siguieron protegiendo entre sus filas al clérigo altoaragonés.
Sabiendo que la guerra estaba ya perdida, el grupo de milicianos y mosén Jesús decidieron pasar a Francia, en cuya frontera los gendarmes franceses obligaron al sacerdote a desprenderse del fusil naranjero. Jesús Arnal, que consideraba no tener cuentas pendientes con los vencedores de la guerra, regresó a España, entregándose a las nuevas autoridades que, tras un somero interrogatorio, lo dejaron en libertad, incorporándose un tiempo después, bajo vigilancia de las autoridades eclesiásticas, a su labor sacerdotal. Su último destino fue la localidad oscense de Ballobar, donde falleció el 8 de diciembre de 1971. Fue siempre defensor de la honestidad de Buenaventura Durruti, hombre al que respetaba y para el que solo tuvo palabras de agradecimiento hasta el final.
Aquella mañana había entrado Durruti en mi despacho y con semblante jovial me mostró un paquete que llevaba en las manos, diciéndome:
—Jesús: prepárate a recibir una sorpresa. Te traigo un regalo.
—¿Un regalo? ¿Y a qué viene eso?
—Bueno, eso tú lo juzgarás… ¡Anda, ábrelo!
¡Cuál sería mi asombro al encontrarme con una espléndida Biblia en latín! Me quedé pasmado, sin poder articular palabra y empecé a hojearla, sin creerme todavía que Durruti fuera capaz de un gesto semejante. Lo miré en silencio, con aire de agradecimiento y él, también impresionado por mi reacción, me dijo:
—En cuanto la vi, me acordé de ti y me dije: “esto para Jesús, que le hará ilusión” pero, la verdad, no creí que fuera tan importante para ti.
—Lo es, Ventura, y mucho; no por la Biblia en sí —con ser importante—, sino por cuanto significa tu gesto. No puedes imaginar cómo te lo agradezco.
(Op, Cit.)
NOTA
El título, Disciplina clericalis, se ha tomado prestado del de una colección de cuentos ejemplarizantes escritos en latín por el judío converso Pedro Alfonso de Huesca en el siglo XII.
Disciplina clericalis, al principio lo he traducido y por eso me ha llevado a engaño «La disciplina del clero«.
Al seguir leyendo había cosas que no me cuadraban, así que he dejado la traducción a un lado y me he centrado simplemente en el título.
El mismo Pedro Alfonso nos indica en el prólogo: Compuse mi librito en parte con proverbios de filósofos y sus enseñanzas y en parte con proverbios y ejemplos árabes y fábulas de animales.
Pero quiero seguir indagando, Timoteo Callén (Presidente del comité local de Candasnos en 1936 y amigo del líder anarquista Durruti), Jesús Arnal (secretario personal de Buenaventura Durruti)…
Hay poco misterio en las razones para elegir el título. Los cuentos de Pedro Alfonso tratan de comportamientos en las relaciones humanas; las memorias del cura son, sobre todo, consecuencia de una amistad (la de Callén con Durruti y Armal) y la fidelidad a la misma por encima de cualquier otra circunstancia.
Por entonces, los curas sabían latín…
…y, si me apuras, hasta griego…
Algo conocía de esto que cuentas por mis suegros, que viven en el Bajo Cinca. Muy agradecido tenía que estar el sacerdote a su amigo, a Durruti y a los que siguieron portándose con él hasta terminada la guerra. Muy bien traida esa anécdota del regalo de la biblia que has puesto como final.
Saludos.
JBernal
Agradecido, lo estaba, aunque las memorias no dejan de ser una justificación, una manera de explicar por qué él, que nunca fue anarquista, formó parte de una columna libertaria.
Salud.
Curiosa historia la de Jesús Arnal y también curioso y no banal que Durruti le regalase la Biblia, un detalle que, para mí, demuestra ser un hombre sensible y respetuoso con las creencias más íntimas de otro hombre, aunque él no las comparta. Interesante post.
Salud.
En el libro de Arnal hay muchos momentos significativos que demuestran que las convicciones de Durruti no estaban reñidas con la empatía hacia las personas con las que trataba. Ese de la Biblia es uno de ellos y, además, narrado por quien estaba en las antípodas del pensamiento de Durruti.
Salud.
Efectivamente muy llamativa la relación entre Durruti y Arnal. Muestra el valor de la amistad que hizo a Callen, ponerle al Mosén al servicio de su «enemigo». Pero estas son las sorpresas de la vida. El respeto, la empatía y la amistad generada entre Durruti y Arnal, por encima de otras consideraciones. Me ha encantado el regalo de la Biblia en latín. Excelente historia. Un abrazo.
Fue, efectivamente, una relación curiosa y una situación única en el contexto de la guerra. Por motivos de seguridad, Durruti nunca les dijo a sus compañeros que Arnal era cura, pero todo el mundo lo sabia, así que, a la muerte de Durruti, Arnal no tenía claro si se mantendría el acuerdo. Tuvo suerte porque el carisma de Durruti y el respeto de los anarquistas de la Columna por el compañero muerto fueron suficientes para proteger la integridad del sacerdote el resto de la guerra.
Otro abrazo.
Bonita historia de amistad y lealtad. De convivencia, de transigencia, de respeto y de adaptabilidad.
Siempre es agradable conocer casos de personas tan diferentes entre sí, que conviven sin querer cambiar al otro, y que por encima de circunstancias particulares e ideologías, logran forjar una amistad y gran empatía mutua.
Gracias por rescatar estos pedacitos de humanidad y de historia.
Un beso, Una mirada…
Es una historia sorprendente que nos recuerda que, incluso entre la barbarie, sobreviven actitudes de bonhomía entre personas opuestas y demuestra cómo la amistad consigue romper los obstáculos. Porque esta historia nace de la lealtad de Durruti hacia su amigo Callén y de la de este por su amigo sacerdote; fueron esos lazos irrompibles los que salvaron a Arnal.
Otro beso.
Cruenta historia que hay que contar para que no se olviden estas personas.
Me dispersé bastante con los enlaces, me fui por esas ramas ¡Cuánto que no se de la guerra (in)civil española!
Me queda una sola consulta que no le hice a Mr. Google (ya que temo que me «chamuye»): ¿por qué se le dice «naranjero» a ese tipo de fusil?
Acá yo lo conozco por gente del campo como «trabuco naranjero»
Abrazotes
El apelativo de naranjeros dado a estos fusiles (o subfusiles) muy utilizados por los republicanos en la guerra española se debe a que se fabricaban en Alberique (Valencia), tierra de naranjos. Aunque también he leído que lo de naranjero vene porque una partida de estas armas se pagó con un cargamento de naranjas… Curioso que esa arma del campo argentino se llame trabuco naranjero.
Otro abrazo.