«La ciudad a pie de sierra»: Archivo personal
«El autorretrato de cada pueblo no está construido con piedras, sino con palabras habladas y recordadas: con opiniones, historias, relatos de testigos presenciales, leyendas, comentarios y rumores. Y es un retrato continuo, nunca se deja de trabajar en él. La imagen que el pueblo hace de sí mismo es el sentido de su existencia».- John Berger
Hoy hace once años que nos abandonó definitivamente, dejándonos huérfanos de tanto, Manuel Benito Moliner (1958-2010), gran persona, médico, articulista, investigador etnológico y perseverante escrutador de la historia de Huesca, ciudad en la que nació y a la que amó y que, según sus propias palabras, “me ha sido esquiva y se ha mostrado conmigo altanera, yéndose con el primero que le soltaba un tópico”. Dos años antes de morir publicó Huesca: Álbum de adioses —cuya segunda parte vio la luz cuando ya había fallecido su autor—, un exquisito y evocador paseo literario por la historia de la ciudad a través de los edificios oscenses que las arremetidas del tiempo, la incuria y las especulaciones urbanísticas derruyeron y de los que únicamente un puñado de fotografías pobladas de grises y algunos cuadros de época han dejado constancia para el recuerdo y la rabiosa vergüenza ante los desmanes cometidos. “Quizá”, escribía Manolo Benito en el prefacio, “[la ciudad] al verse y leer su historia y los sentimientos que despierta, me mire a los ojos con sus cuencas de eterno escombro y me guiñe su última almena”. Y así, esa Huesqueta —término que, dicen, inventó un zaragozano para señalar el sempiterno ruralismo de la ciudad altoaragonesa, pero que los oscenses transformaron, con orgullo, en vocablo identitario— se muestra imperecedera y entrañable en la escritura de Manuel Benito, que recompone templos y hospitales, casonas y teatros, plazas, cárceles y fuentes, devolviéndolos, entre imágenes y palabras, a sus hechuras y emplazamientos y desempolvando viejas anécdotas e historias de gentes que dejaron su huella, e incluso su tragedia, en la ciudad provinciana.
Pero la ciudad, admirado Manolo, aunque tú ya no podrás comprobarlo, mostró, por fin, reciprocidad a tus amorosos desvelos, y allí están, soberbios, los edificios rehabilitados del que fuera antiguo matadero de principios del siglo XX, con sus fachadas con toques mudéjares y modernistas, el mismo viejo matadero que un día soñaste adecuar y convertir en museo vivo de etnografía y emblema de la cultura, y que lleva, desde hace cuatro años y con justicia, tu nombre: Centro Cultural Manuel Benito Moliner.
NOTA
Urbs Victrix Osca, Huesca, Ciudad Victoriosa, fue el nombre que dieron los romanos a la ciudad prerromana de Bolskan, actual Huesca.
Que oportuna la cita John Berger que de alguna manera materializó con su obra Manuel Benito Moliner. Interesante. Salud.
La cita se halla en el libro de Manuel, presidiéndolo. Al copiarla aquí, me acordé de ti y de tu fragmento de Berger, artista al que dije no conocer porque no recordaba que ya había leído su nombre hacía tiempo en “Huesca: Álbum de adioses”.
Salud y buen abrigo.
Muy FELIZ AÑO te deseo. 💖💖
Muchas gracias. Igualmente para ti.
Una entrada muy bonita, Una mirada…..
El poder de la palabra en un libro, hace perdurar la visión personal -en este caso- de un lugar y sus gentes, la que tenía D. Manuel Benito Moliner.
Su manera de ver las cosas, es la que el lector podrá disfrutar.
No conocía al autor ni los libros, los cuales he ido a mirar en internet y, tan solo las portadas, ya invitan a adentrarse en ellos y, por ende, en una Huesca viva. Recorrer el pasado de un lugar tan especial, es aprender a vivirlo en el presente.
Un beso.
Manuel Benito sólo publicó esos dos libros; el resto de sus escritos los publicaba en revistas de etnografía o de historia de las asociaciones en las que colaboraba o en prensa. Era una persona tan sencilla como culta, de conversación amena y, sin dárselas de nada, un referente cultural en la ciudad. El segundo libro, que salió tras su fallecimiento, lo preparó cuando ya estaba muy enfermo pero con la misma ilusión que el primero porque sabía que era el adiós definitivo.
Otro beso.
Me encanta como define esa altanería de su ciudad, pero al final Huesca se mostró agradecida, como tiene que ser a tan insigne vecino don Manuel Benito Moliner, al que ahora gracias a tí, he conocido. Un placer leerte. Un abrazo
Todo pueblo o ciudad necesita de cronistas como Manuel, enamorado . pero no ciego a las realidades.
El placer es mío, compañero.
Cordialidades.
No conocía a Manuel Benito, tampoco a John Berger, pero tiene razón este último, no son la piedras o los edificios los que configuran toda la memoria de un pueblo, sino sus habitantes con las historias y vivencias de ellos.
Exactamente. La memoria es humana, incluso con sus devaneos, y es la mejor notaria de los avatares de quienes habitaron un territorio.
Apoyo la audacia de los oscenses de asimilar un término que buscaba ofender y transformarlo en virtud, en identidad.
Me gusta la frase prólogo de John Berger
Abrazotes
PD: Fui a ver qué significaba el título de la entrada. ¡cuánto se aprende por aquí!
El término varía según se utilice. No es lo mismo ser de Huesqueta que ser un Huesqueta; de la primera expresión se hace gala mientras que la segunda implica cierto catetismo provinciano.
Berger es un valor en todos sus escritos.
Cordialidades.
Las piedras, sin nadie que las habite, no valen gran cosa, pero las personas, sin monumentos que recuerden el pasado, tampoco.
Así es; por eso mismo los asentamientos humanos son un continuo vocerío de la historia y de las historias que se desarrollaron entre las piedras.