«Mientras la ciudad duerme»: Archivo personal
(…) Que por largo discurso de años (el rey) ha procurado la conversión de los Christianos Nuevos deste Reyno, haviéndoseles concedido Editos de gracia y otras muchas diligencias que con ellos se han hecho para instruyrlos en nuestra Santa Fe, y lo poco que ha aprovechado, pues cresciendo en su obstinación y dureza han tratado de conspirar contra su Real Corona (…) solicitando el socorro del Turco y de otros Príncipes, de quien se prometían ayuda (…). Y aunque por muy doctos y santos hombres se le avía representado la mala vida de los dichos Moriscos y quan offendido tenían a nuestro Señor, y que en consecuencia estava su Magestad obligado al remedio, assigurándole que podía sin escrúpulo castigarlos en las vidas y haziendas, porque la notoriedad y continuación de sus delictos y la pravedad y atrocidad dellos los tenían convencidos de hereges, apóstatas y proditores de lesa Magestad, divina y humana, y que por lo dicho podía proceder contra ellos con el rigor que sus culpas merecían. Pero que desseando su salvación, procuró reduzirlos por medios suaves y blandos, y aviendo entendido que no han sido de provecho, antes bien, que se preparavan para los susodichos y mayores daños (…), la razón de bueno y cristiano gobierno obligava en conciencia a su Magestad a expeler de sus Reynos y Repúblicas personas tan escandalosas, dañosas y peligrosas a los buenos súbditos, a su Estado y sobre todo de tanta offensa y deservicio de Dios nuestro Señor (…).- Extracto del “bando que el Excelentissimo Señor don Gastón de Moncada, marqués de Aytona, Lugarteniente y Capitán General en el presente Reyno de Aragon, ha mandado publicar, en nombre de la Magestad Catholica del Rey don Felipe Tercero Nuestro Señor, para la expulsión de los moriscos de dicho Reyno”.
Duerme la ciudad y marcha el paseante por la callejuela en pendiente dedicada a Ramiro el Monje y que, desde siempre, ha sido denominada la Correría; se detiene en el último tramo y contempla el final de la cuesta. Cierra los ojos unos instantes y cree escuchar un vocerío que procede de abajo, allí donde estuvo la Alquibla, una de las cuatro puertas de la vieja ciudad amurallada. Extramuros, la Morería, con los tenderetes mudéjares rozando el portalón que comunicaba a los cristianos conquistadores con los musulmanes oscenses desalojados del recinto protegido donde, como símbolo de su derrota, se alzaba, en lo más alto, la Católica Catedral que, durante cientos de años, fue la Gran Mezquita de la Wasqa sarracena.
Aljamas Reales, consideraron los monarcas aragoneses los barrios de la Morería y la Judería levantados a los pies de las murallas; Aljamas Reales con cuyos impuestos se pagaron guerras, monasterios, atavíos y fruslerías de las consortes reales aragonesas a quienes sus egregios esposos concedieron, en tiempos de paz, la prerrogativa de incluir en su peculio los sueldos jaqueses que moros y judíos estaban obligados a pagar a la Corona.
La aparente convivencia bien delimitada entre unos y otros —con los conatos habituales de agresión entre los miembros de las tres comunidades que, pese a todo, compartían cierto relajo en el trato en las Tahurerías— sufrió un primer sobresalto con el Decreto de Expulsión de los Judíos que el propio Fernando el Católico —olvidada la tradicional protección que los monarcas aragoneses habían dado a las comunidades no cristianas de sus territorios— se encargó de rubricar en 1492 y que sirvió de aviso a los mudéjares aragoneses, a quienes Carlos V, nieto del catolicísimo Fernando, obligaría, mediante la Pragmática de conversión forzosa, a elegir entre el bautismo o la expulsión en 1526.
Ochenta y cuatro años más conseguirían permanecer los mudéjares, convertidos en moriscos, en las afueras de esa Huesca que era su ciudad y la de sus antepasados. El 29 de mayo de 1610, y como consecuencia de la Rebelión de las Alpujarras y el temor a que los moriscos españoles terminaran aliándose con el Imperio Turco-otomano, fueron conminados a dirigirse fuera de territorio español. Se calcula en cerca de 60.000 los expulsados en Aragón —entre un 15% y un 20% de la población aragonesa—.
Cuando el paseante retoma su camino por el empedrado de la Correría para alcanzar la inexistente puerta de la Alquibla, percibe, más en su imaginación que en su bulbo olfatorio, el aroma a albahaca; esa albahaca que los moriscos cultivaban en las huertas de la Morería y que, siglos después, sigue siendo enseña y fragancia de la ciudad que dejaron atrás.
Cuando se habla de la convivencia de las tres culturas, poca verdad hay en ello. Las culturas convivieron, pero las personas no.
Por eso hablo de la «aparente convivencia bien delimitada». Cuando los aragoneses se hicieron con Huesca la repoblaron (muchos de los nuevos habitantes eran francos) y la vieja armonía de quienes moraban en ella desde hacía generaciones se fue al traste, y ello pese a que los nuevos amos de la ciudad dictaron leyes de protección a favor de los judíos y musulmanes.
Siempre que escucho la palabra morería, me vienen a la memoria unos versos que aprendí hace muchísimo tiempo.
-¡Abenámar, Abenámar, moro de la morería,
el día que tú naciste grandes señales había!
Estaba la mar en calma, la luna estaba crecida,
moro que en tal signo nace no debe decir mentira.
Allí respondiera el moro, bien oiréis lo que diría:
—Yo te lo diré, señor, aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho mi madre me lo decía
que mentira no dijese, que era grande villanía:…
Ya se que no hablan de Aragón, lo hacen de Granada, Córdoba y Sevilla.
Ese poema tiene su aquel cuado el tal rey don Juan sugiere que se casaría con… Abenámar y resulta que el andalusí está casada.
Boquiabierta me dejas con tus conocimientos de Historia de Aragón. Yo me pierdo con tanta realza.
Hace tiempo leí «El salón dorado» de José Luis Corral y me encanto. Creo recordar que lo situaba en Zaragoza siglo XI. y describe el gran apogeo cultural y político del momento. También el respeto entre las tres culturas que al parecer lograban convivir sin demasiados problemas.
Al final los poderes de reyes y religión llegaron para para trastocarlo todo.
Salud y buena tarde.
Todo lo que sé es fruto de la curiosidad, muchas lecturas y haber contado con un profesorado que me hizo gratos los aprndizajes. Me fascina la taifa de Saraqusta y algo de culpa tiene Corral, un gran medievalista, capaz de conjeturar sin descontextualizar los hechos. Sus novelas podrán gustar más o menos, pero nadie puede poner en duda la escrupulosidad en los referentes históricos.
Para Aragón, la expulsión, primero de los judíos y después de los moriscos, supuso un mazazo demográfico y económico desmesurado.
Salud.
En la historia que a mí me enseñaron había mucha romanización, muchos reyes visigodos, el moro Boabdil y los reyes Católicos fundando España. De la historia de Aragón solo se nombraba la campana de Huesca y nada más que yo recuerde. Es triste pero cierto. Te envidio que sepas historia y la sepas contar poniéndole tu toque personal, te parecerá exagerado pero leyendo tus artículos he llenado bastantes mares de ignorancia.
Saludos.
JBernal
La historia ha sido una asignatura bastante maltratada y expuesta desde una óptica que no siempre se ha correspondido con la realidad sino con el oportunismo. A menudo no se han tenido en cuenta los diferentes territorios o, al contrario, se ha obviado la historia común a mayor gloria de la territorial.
Pero conocer la historia no es una utopía porque toda ella está documentada y hay muchos y buenos libros que la acercan.
Saludos.
No es de recibo tu vasto conocimiento de la historia aragonesa que deja boquiabierta a nuestra colega Azurea y de paso a mi también. Pena de convivencia rota por la expulsión de los judios y años después la forzosa elección de los mudéjares y para rematar el empujón a marcharse a los morisco por si acaso se aliaban con el turco. Es fácil comprender el mazazo demográfico que mencionas, que ello supuso. Tal vez «otro gallo cantaría» de no haber habido tanto movimiento. Muy interesante. Un abrazo.
En esa época, era imposible, dadas las mentalidades, mantener ciudadanías religiosamente discrepantes en los territorios tomados como botín de guerra, así que el camino más sencillo y, en esos años, prudente, era la expulsión de los elementos incompatibles con la religión única. Pero, claro, entre las gentes que se marcharon conforme sus pueblos cambiaban. de manos y las expulsadas por decreto, muchas zonas quedaron despobladas y los campos improductivos por falta de manos que los trabajaran; la economía se resintió gravemente… Por no hablar de la naciente ciencia médica copada por judíos y musulmanes o incluso el comercio. En Aragón supuso un desastre.
Cordialidades.
Me ha gustado ese aroma de albahaca como cierre final.
Cuánto nos cuesta aceptar al diferente, iba a decir que en aquellos tiempos más, pero no estoy tan segura. Tal vez sólo disimulamos mejor.
Un saludo!!
En el contexto de aquella época no se andaban con eufemismos; ahora se nos llena la boca de solidaridad pero la realidad difiere poco de esos otros tiempos.
Salud.
Me encanta cuando nos cuentas estos trocitos de Historia.
Lo haces de una manera tan amorosa y sutil que no se nos escapa detalle alguno. Captas mi interés, de verdad, y reconozco que esta parte de la Historia no la tengo del todo descubierta.
Y qué bueno que ahora en el presente, cuando uno pasea por sus calles dormidas pueda sentir ese último párrafo que nos compartes, y que tan bien enmarca los ecos de la historia vivida, la de sus gentes y costumbres, la del día a día.
«Cuando el paseante retoma su camino por el empedrado de la Correría para alcanzar la inexistente puerta de la Alquibla, percibe, más en su imaginación que en su bulbo olfatorio, el aroma a albahaca; esa albahaca que los moriscos cultivaban en las huertas de la Morería y que, siglos después, sigue siendo enseña y fragancia de la ciudad que dejaron atrás.»
Gracias, Una mirada.
Abrazos.
La albahaca es uno de los símblos oscenses; durante las fiestas de agosto, tiendas y bares, aceras, balcones y ventanas, el patrón San Lorenzo y hasta el cementerio, se llenan de albahaca, que también llevan, en pequeños ramitos, las gentes. Es una tradición. Se dice que la trajeron los romanos para ahuyentar una peste de la antigüedad y desde entonces pervive como planta fetiche por esta tierra.
Besos.
Con tanta tierra despoblada que había entonces da todavía más pena constatar que la convivencia era imposible.
La extensión del territorio se mantuvo pero el descenso demográfico tan brutal mantuvo yermas zonas productivas. Y es una situación que se ha mantenido hasta la actualidad.
Este cuento que nos has contado hoy, hace juego con mis entradas a las que bien has mencionado como antiyahvíticas. Es que en el interior de ambas entradas, se encuentra el encono, la muerte, la irracionalidad.
Hay algo que quiero destacar en tu último párrafo, que me resulta metafórico. La «H» de esas albahacas (las mismas que acabo de recortar acá en el Sur de América) nos dicen más de lo que creemos, tanto como el aroma que sienten los caminantes, sin verlas, sin saberlas tal vez.
Abrazos
Al-habaqa, es el nombre árabe de la planta, aunque no fueron los musulmanes sino los romanos quienes la introdujeron en estas tierras. Es tan aromosa como veraniega, así que no me extraña que disfrutes ahora de ella en ese casi verano a punto de llegar.
Las religiones monoteístas siempre han terminado en desencuentros y crueldades contra las personas no adeptas y, por tanto, enemigas. Ni Yahvé ni Alá ni Dios se han abierto camino pacíficamente en las conciencias y en sus nombres se han cometido tropelías y desmesuras.
Cordialidades.