«La feria, de Ramón Acín»: Archivo personal
Por la mañana, subieron al camión las dos viejas narrias y el lagar pequeño del mosto. “Cuando los restauren, quedarán como nuevos… De exposición”, explicaba María Petra a quienes seguían con la mirada, chispeándoles los recuerdos de niñeces revenidas, el lento descenso del vehículo por el Camino de la Gravera. Quizás, en los recuerdos de aquellos adultos que habían alzado, con esfuerzo, las humildes pero emotivas piezas del pasado hasta la caja del camión, sonara la antigua despertada [*] de la vendimia que aún se entonaba, no sin chocarrería, treinta años atrás:
El rosario de por la mañana
es pa los pobres que no tienen pan,
que los ricos se están en la cama
rascándose a tripa de fartos qu’están.
Un mes antes de la esperada Fiesteta de la Vendimia, los Foncillas repintaban de rojo los cajoncillos en cuyos toscos bancos laterales se asentaban, gozosos, niños y niñas; tiznaban de negro las pinas y radiales de las ruedas enjabonadas y cubrían con telas chillonas el estrecho pescante desde donde los niños más mayores y experimentados gobernaban las riendas de los dos sosegados y añosos caballos percherones que tiraban, con trotecillo pausado, de las narrias desde el Camino Viejo de los Huertos hasta la plaza y desde esta hasta los aledaños del frontón, donde, bajo una descolorida carpa que alguna vez fue del ejército, se celebraban la comida y la cena de hermandad. Y estaban, cómo no, las ansiadas ferietas, las dos o tres atracciones que montaba el señor Sada, el feriante, casi como un favor especial y sin gran beneficio económico —el uso y disfrute era gratuito para la chiquillería— en el pradillo de la Llaneta, más conocido como «de los Achuchones«, porque los fines de semana siempre había por allí uno o dos coches con parejas en el interior…
Bajo los soportales de la abadía se instalaban los dos lagares; el más pequeño estaba reservado a la grey infantil. Niñas y niños se introducían, por turnos, en la cuba para pisar, con alborozo, las olorosas uvas claras y degustar después, con muchos aspavientos, un pequeño trago del líquido resultante, acción que derivaba, invariablemente, en una letanía de ¡aj!, ¡puaj! y ¡qué asco! para divertimento de los espectadores. Cerca de las cubas hallábase el entarimado de los musicos —pronúnciese a la aragonesa, como palabra llana— y, en el lateral, una larga barra de bar que congregaba tanta feligresía que era un milagro encontrar un hueco libre en ella.
Con el paso de los años, la Fiesteta de la Vendimia fue despojándose de casi toda su parafernalia. Murieron los percherones y se inmovilizaron las narrias; se arrinconó la cuba infantil del mosto, se jubiló el entrañable feriante y se dejaron de contratar orquestas pachangueras. Quedó, como último retal del festejo, la cena popular sabatina de mediados de septiembre y se introdujo, como novedad, el recorrido por las catas que cada año programan las florecientes bodegas de la comarca… Tal vez con la recuperación de esos objetos de pretéritas vendimias festejadas se retome algún día la tradición y corran regueros de mosto por la plaza atestada y vuelvan a rodar, entre el jolgorio infantil, las sencillas y brillantes narrias ascendiendo por la calle Alta.
NOTA
[*] Dícese de la canción de aurora.
Todo ha cambiado. Esas fiestas y otras muchas maneras de vivir y relacionarnos solo están en el recuerdo de algunos. El «progreso» lo ha barrido todo. Buena semana. Salud.
Pues sí, pese a la riqueza etnográfica que suponen estos eventos de andar por casa. Menos mal que hay quienes luchan para que no se aparquen en el olvido eterno.
Salud.
Que pena que esas fiestas tan entrañables se pierdan. De unos veranos que pasé de niña en un pueblo, recuerdo borrosamente la fiesta de la trilla y que lo que más me gustaba era que se vaciaban sandías tal como ahora se hace con las calabazas. Se vaciaban, se les hacían los agujeros de una cara y se metía una vela por la noche. Precisamente hoy he pasado cerca de ese pueblo y me he acordado de aquello.
Es una pena porque estas sencillas fiestas forman parte de la cultura popular. También es cierto que las tierras de viñedos han disminuido en las últimas décadas y algunas ni siquiera pertenecen ya a las familias que antaño las trabajaban de generación en generación. Curioso el vaciado de sandías para poner velas… Nunca es tarde para recuperar pequeñas tradiciones.
Terminas escribiendo»……Tal vez con la recuperación de esos objetos de pretéritas vendimias festejadas se retome algún día la tradición y corran regueros de mosto por la plaza atestada y vuelvan a rodar, entre el jolgorio infantil, las sencillas y brillantes narrias ascendiendo por la calle Alta…..»
Y yo digo: Ojalá.
Espero con mucha confianza, que estas tradiciones no se pierdan nunca, o en su caso se recuperen, porque radica en ellas tanta cultura del lugar y sus gentes, como costumbres que no deberían caer en el olvido.
Qué bien lo has escrito! Dan ganas, incluso, de comenzar las costumbres (por buenas) en otras regiones que nunca antes las vivieron.
Un abrazote.
La esperanza no está perdida y es posible que ese ojalá esté más cercano con las iniciativas populares puestas en marcha y esa tendencia de los últimos años por recoger y avivar algunas tradiciones que suponen poco dispendio pero, en cambio, resultan provechosas en todos los sentidos. La pandemia no será eterna y, en algún momento, volverán la plazas a ser punto de reunión en torno a los festejos, para levantar los ánimos y dejar atrás esta época aciaga en la que ahora estamos inmersos.
Abrazos.
La copla que has puesto no se me hace extraña, alguna vez la debí escuchar. La familia Sada sigue con la tradición feriante, conozco a una de las hijas, digo que será hija del Sada que nombras, que trabaja en las atracciones que ponen en Huesca para las fiestas. He oído decir que la familia procede de Navarra y se instalaron en Huesca después de la guerra civil.
Saludos.
JBernal
Ese Canto de Aurora tiene algunas variantes y parace ser que era una letra muy extendida por zonas de Aragón y Rioja. De los Sada no sabía su procedencia, pero si su vinculación a las fiestas de la ciudad y los barrios, donde siempre tienen sus huecos.
Saludos.
Son tradiciones que merecen ser recuperadas. Casi lo veo con mis propios ojos a través de tu texto. La vendimia, otro acontecimiento afectado por la Covid…
Todos los eventos y reuniones se han visto alterados por la Covid. Habrá que esperar tiempos mejores para socializar.
Una linda pintura para lindos recuerdos.
Gracias por esas percepiones.
Nuevos tiempos que a menudo arrasan con viejas costumbres, sencillas y añoradas por quiénes de niños las vivieron. Yo confío en la paulatina recuperación, porque saber de dónde venimos es vital para nuestro acervo cultural y social. El virus de mierda es una excusa en este momento, pero en un futuro espero que no lejano, deben arremangarse las administraciones locales y autonómicas para la recuperación de su propia historia, que es la de todos. Un detalle final, me ha encantado tu aclaración, “musicos —pronúnciese a la aragonesa, como palabra llana”.
Excelente texto. Un abrazo.
Como decía en otro comentario, la tendencia es favorable a la recuperación de las tradiciones, aunque no se esté, en estos momentos víricos, en disposición de andar con reivindicaciones festivas. Lo de musicos, en vez de músicos, tiene su explicación en la manera de entonar palabras y oraciones con deje aragonés. En la lengua aragonesa no existe la acentuación fonológica esdrújula; todas las palabras son llanas o agudas, y esta regla se mantiene -a veces, adrede, y otras por costumbre- en algunos pueblos en el uso oral del castellano.
Otro abrazo.
Lo sé, por eso me gustó que lo comentarás. Como creo que te dije en alguna ocasión, mi abuelo paterno era aragonés y muy suyo en el deje de algunas expresiones, pues era su costumbre expresarse así. Y por cierto, también cantaba jotas, con acierto y éxito, algunas aún recuerdo. Dejó muchos recuerdos en mí, aunque falleció demasiado pronto.
Cuando se habla de patriotismo y nacionalismo se entierra lo principal, que el cariño y la vindicación de la propio se circunscribe, generalmente, al entorno, allí donde habitaron las propias vivencias cuyos recuerdos viajan siempre en la maleta de la memoria. Grande, pues, tu abuelo, que, aun falleciendo demasiado pronto, te transmitió su querencia por el lugar de donde procedía.
La globalización quiere arruinar todas las festividades vernáculas.
Espero después del paso de la pandemia empiecen a florecer, así como está empezando a dar señales la primavera… por acá
Abrazotes!
No exactamente la globalización sino la dejadez, con la pandemia como pretexto.
Entramos en las transiciones estacionales que poco a poco asoman tras el invierno y el verano reinantes. Por el Otoño transitaría yo todos los días del año, si fuera posible…
Cordialidades.
Muy bueno si es sierto
Gracias por leer y comentar.