«El Batallador y la Ansotana»: Archivo personal
Cuando, por una esquina, aparece ella, l’Agüeleta, vara en mano, retorna la niñez en esa repetitiva coplilla, provocativa, zumbona y añosa, de cada festejo laurentino: “¡Agüeleeeta, cabeza de mosqueeeta!”. Y ella, la cabezona de pañolón negro, corre, bamboleante, hacia las voces, agitando su vara contra la chiquillería que huye, entre chillidos y risas, y se esconde tras las distorsionadas figuras macrocéfalas del Agüelo, el Negrico, el Inglés y el Señorito, ágiles cabezudos que preceden, junto a los saltarines Caballicos, a las colosales —entre 4’30 y 4’60 metros— efigies de los gigantes: La Ansotana, la Fragatina, Pedro I y Alfonso el Batallador.
Desde 1663, e ininterrumpidamente, la Comparsa de Gigantes y Cabezudos recorre el agosto festivo de la ciudad moviéndose a los sones de las gaitas, seguida e incitada por un público incansable que roza los ropajes que visten las familiares figuras y valora el esfuerzo y el entusiasmo de los miembros de la Comunidad Gitana de Huesca que, desde hace más de cuarenta años, ejercen de porteadores oficiales.
No conocía a los gigantes y cabezudos de Huesca, pero todavía recuerdo las canciones que les cantábamos a unos cuantos de Zaragoza cuando yo era crio.
Al Berrugón, le picaron los mosquitos y se compró un sombrero de tres picos.
Que no se diga, que no se note, que la Forana tiene bigote.
El Torero como es tan chulo, salta la valla y se rompe el culo.
Aquí, allá, Morico el Pilar, se come las sopas y se echa a bailar.
Se supone que los cabezudos de Huesca también tienen sus letrillas, pero nunca las he oído cantar; sólo la de l’Agüeleta que, según quién la manejaba, arreaba unos varazos en el culo con una saña…
No los conocía, por acá hemos heredado algo de sus comparsas, pero mezlcadas con lo italiano y luego con las otras inmigraciones devino en otro tipo de festividad, con menos figuras… excepto en el interior del país, donde se realizan figuras, carrozas y hasta fogatas.
Beso!
Esas figuras de grandes dimensiones se dan en muchos territorios de todos los continentes, sin conocerse con precisión de dónde viene la influencia. En Europa se sabe que ya se fabricaban gigantes en el sigo XII.
Morayma y Boabdil, Isabel y Fernando. Juntos y revueltos en nuestro Corrpus.
Qué sentido del humor pasear a Boabdil el día del Corpus.
Y casi del brazo de Doña Isabel…
Ni que hubiera intervenido la malafollá granaína.
Qué bonitas son estas tradiciones.
Que nos traen y nos llevan, como muy bien has descrito, a esa parte de nuestra niñez cuando entre gritos pueriles reclamábamos que se acercaran a nosotros para luego gritar ateridos de un fingido pero agradable terror. Un juego con esencias de inocencia y despreocupación, que arañan un pasado lleno de recuerdos que siempre llevaremos con nosotros. Y que no nos falte!! ¿verdad?
Aquí les llamamos «papahuevos» .
Papahuevos. Me quedo con la palabra y con lo que he leído sobre la historia de esos gigantes y cabezudos insulares que beben en las mismas fuentes que los peninsulares, remotándose sus antecedentes al sigo XIII.
En agosto la virgen de Agosto, y las fiestas
Es que agosto es un mes fiestero.
Todavía arrastro un trauma infantil de cuando un cabezudo me quitó la gorra que llevaba. Quizás vaya siendo ya hora de perdonarles… Es una tradición que, al menos en el sur de España, ha desaparecido. O será que yo no voy a las fiestas de los pueblos ¡quién sabe!
Por lo que cuenta Senior, gigantes hay; lo que no sé si en el sur gigantes y cabezudos interactúan juntos.