«Loarre en el corazón»: Archivo personal
«Para mí Loarre es el refugio oscuro del inconsciente histórico de Aragón. Como hay alguna clase de paralelo entre lo individual y lo colectivo y entre lo actual y lo histórico, para mí Loarre es también mi propio mundo inconsciente, oscuro, profundo y de un gran sentido trascendente. Con ángeles truncados, arcos románicos bajos y curas blasfemos o ascéticos. Búhos nocturnos, golondrinas estivales y murciélagos, y además esos trasgos de la noche eterna todavía sin nombre.
En Loarre se siente uno satisfecho de ser aragonés y orgulloso de un pueblo que haría honor a los pueblos más nobles de Europa».- Ramón J. Sender.
Encallado en la sierra, entre las grisáceas peñas que disimulan su portentosa presencia a las miradas del llano, álzase el castillo de Loarre, bajel montañés varado donde rompe el oleaje del viento mientras las risas infantiles reverberan entre sus sobrios aparejos de piedra y resucitan, con el sonido de las juguetonas espadas y los graciosos alfanjes de madera, los viejos tiempos, cuando la protectora muralla de ciento setenta y dos metros contenía las escaramuzas sarracenas y cristianas.
Trepan las inquietas piernas infantiles por los veintisiete escalones y el alegre ejército de visitantes se hace fuerte en el mirador de la Sala de la Reina, el puente de la Torre del Homenaje y la Capilla Real, cuyos suntuosos capiteles parecen contemplar, entre las sombras, las idas y venidas de la muchachada que improvisa colosales aventuras bajo los arcos ciegos.
Acaso entre las ventanas ajimezadas y las aspilleras, los espectros de cabecera del bastión aragonés, el conde don Julián y doña Violante de Luna, abandonen sus pesares de siglos y, entre fantasmales sonrisas, observen las corpóreas formas que saquean el silencio y los invocan, con voces entre asustadas y divertidas —“¡Don Julián, don Julián! ¡Doña Violante, doña Violante! ¿Estáis ahí? ¡Salid, que no os vamos a hacer nada!”—, para, a contiinuación, y tras unos segundos de concentrada quietud, salpicada por algún “¡callaos, que si se asustan los fantasmas, no saldrán!”, retornar al pueril jolglorio excursionista, ajeno a la milenaria compostura de la fortaleza que se ensoberbece, magnífica y camuflada, sobre la Hoya.
Me he pasado a desearte unas felices vacaciones con aire acondicionado y me encuentro con el cupo de animalitos, paisajes rumanos, un jardín y este castillo tan nuestro que también me encanta. Me gusta que hayas vuelto con tantas ganas porque así me beneficio leyendo.
Un abrazo grande, Mirada.
Que disfrutes este ocio de estío, Pili, y si te acercas a casa de tus abuelos, acuérdate que nuestro castillo te contempla.
Otro abrazo inmenso.
Solamente he hecho una visita al Castillo de Loarre y lo que realmente recuerdo y ahora no sería capaz de hacer fue un duelo con la Guardia Civil.
Era una visita en la que mis hijos a través del colegio hacían una visita al castillo, nosotros como padres lo hicimos en nuestro coche, para disfrutar de la visita con ellos y en una de las ocasiones yo tenía una espada de madera en las manos de uno de mis hijos y al cruzarme con un guardia civil que se apuntó a la visita o que estaba allí para controlarnos, le desafié con la espada a un duelo, me miró muy serio y al final con una sonrisa algo forzada, me dijo no gracias, ahora no me atrevería a repetir la «hazaña».
Qué nulo sentido del humor el de ese hombre…
El pilla-pilla con espadas y alfanjes de madera se mantiene como actividad en las visitas a Loarre, así que, si te animas a regresar…
Que ajeno me resulta el románico…
Por estas tierras, en cambio, donde las plazas musulmanas y cristianas se hallaban tan próximas unas de otras, los estilos arquitectónicos van parejos.
A mí me hace gracia cuando en mi ciudad se monta una de esas ferias medievales que van de un sitio a otro y siempre me pregunto al verlas a que Edad Media se refieren.
Todo depende de la ambientación de esos mercados medievales.
Qué bonita entrada, Una mirada….
No conozco el Castillo de Loarre, pero leyéndote dan ganas de visitarlo una y mil veces.
Tu descripción nos lleva más allá de un lugar, pues nos hace sentir lo que es estar allí. Me has llevado directamente y dan ganas de quedarse.
Volveré más veces a esta entrada, con tu permiso.
Tienen esas tierras unos lugares maravillosos, muy buena gente, una historia importante, personajes muy interesantes y curiosas leyendas.
En todos los entornos hay lugares que en la niñez fueron mágicos y, por ello, guardan, además de historia, recuerdos emotivos donde convergen la mirada infantil y la adulta; como dice Sender, «el propio mundo inconsciente«. Son parajes donde no importa las veces que recales: Siempre atrapan, embelesan, susurran…
.
Esos castillos y construcciones de siglos de antigüedad que tienen son impactantes. No tuve la suerte aún de cruzar el charco hacia Europa, por eso las construcciones que he visitado no tienen más de 400 años, y la mayoría no pasa de los dos siglos, que fue cuando empezaron a crecer las grandes ciudades de esta zona del fin del mundo
Tal vez por eso uds. tengan muchos más fantasmas y almas en pena…
Abrazo!
Estas fortificaciones son muy representativas del período conocido como Edad Media; en la época colonialista, cuando los europeos llegaron a lo que después sería la Argentina, ya no se construían. Pero seguramente los nativos precolombinos levantaron arquitecturas tan dignas de admirarse como los legendarios castillos medievales.
Otro abrazo para ti.
Las hicieron, pero por acá no han quedado, al menos no tan grandes. Hay que ir hacia Perú donde los Incas pudieron conservar sus construcciones.
Por acá lo más antiguo que quedó en pie son las ruinas jesuíticas, que no dejan de ser interesantes, pero están lejos de la belleza de sus castillos medievales.
He estado leyendo la historia y viendo fotografías de las ruinas a las que aludes y las paredes y arcos que quedan en pie son imponentes.
A Sender hay que leerlo siempre, así como visitar este castillo que he visto muchas veces por fuera sin llegar a entrar. Parece, eso sí, que aún se defiende, aunque sea de las hordas de turistas.
Si has llegado hasta el castillo es un grave pecado no adentrarse en él, a menos que lo hayas confundido con el de Montearagón, castillo cercano a Huesca y que es visible desde la lejanía.
Mea culpa, y por duplicado, ya que creo haberme acercado al menos un par de veves, pero a la tercera lo conquistaré.
Emplazado queda usted, caballero.
No salgáis Don Julián, cachoperro que dejaste pasar a los almoárabes, Tu si, doña Violante, no temáis, ni los haceres del rey ni de vuestro padre, que nos vamos a zampar unos torreznos y a ti si te los dejamos oler…
Pues no salen, no; estarán ocupados en otros menesteres.