«Otoño»: Archivo personal
Sábado…
Con los chubasqueros veteados de goterones, las botas enlodadas y los rostros encendidos, descienden las caminantes desde la pardina[1] Furtasantos hasta la calleja sombreada de lluvia que se adentra en el Barrio y zigzaguea entre las casas para desembocar en la plazuela donde se ubica el bar del Salón Social. Olarieta, la cocinera y responsable del establecimiento, cabecea tras la barra y dice, socarrona: “Aquí llegan nuestras deportistas pasadas por agua y con más hambre que los pavos de Manolo”. Menos de diez minutos después, ya están las andariegas reunidas en torno a una mesa donde, en apetitoso desorden, humean tazas de café y tazones de leche junto a una fuente de frutas de sartén a donde las manos van y vienen con urgente glotonería.
Cuando, con los estómagos bien cumplidos y las articulaciones algo más reposadas, el grupo se dirige al exterior, retiene Olarieta a la veterinaria que se ocupa de la salud de los gatos del Barrio: “El señor Juan dejó ayer una pozalada[2] de caracoles para ti. Dijo que entre ellos no encontrarías ninguna cabra[3]… Cuando estén bien purgáus, te aviso y, si quieres, os hago un guisote con ajolio[4].”
NOTAS
[1] En Aragón, monte bajo para pastos.
[2] En aragonés, cubo.
[3] Caracol de tamaño más grande con franjas muy marcadas.
[4] En arag., ajoaceite.
He regresado a la niñez con las frutas de sartén. Mi abuela las dejaba reposar en el alféizar de la ventana de la cocina y los nietos íbamos a escondidas a coger «solo una» hasta que no dejábamos más que restos de azúcar. ¡Me chupo los dedos al recordar ese sabor!
Un reencuentro muy, muy sabroso, amigo Mirada.
Abrazos.
Son sabores que permanecen, aunque quizás ahora demasiadas frutas resultarían empalagosas.
Otro abrazo para ti.
Me apunto a los caracoles con ajolio y el vino que sea en porrón… o bota pá beberlo a gargalé, ya que si fuera en vaso no podríamos hacer eso de caracol y trago, que con la castaña que cogiéramos tendríamos que ir a dormir a la era.
Imagínate… Una fuente de caracoles bien cocidos y, cerca, un bol con ajolio (o ajazeite) en el que mojarlos… Sublime.
!Cuántas cosas me han llamado la atención del texto…! Furtasantos, una palabra sugerente cuya existencia y significado desconocía; los caracoles al ajolio, que imagino como son pero he de probar por supuesto; el lugar en el que enmarca el breve y hermoso apunte ¿existe?: solo de leerle, entran ganas de ir a reconocerlo…
Salud!
El nombre de la pardina Furtasantos (que, como habrás imaginado, significa «ladrón de santos») se debe a un pastor que era nacido en una localidad cercana a Sabiñánigo, Javierrelatre, cuyos habitantes reciben ese apodo. Según la leyenda, los de Javierrelatre querían quedarse con una imagen de la Virgen de los Ríos que habían encontrado los vecinos de otra localidad, Aquilué; parece ser que, cada vez que cogían la imagen para llevársela, se quedaban dormidos, lo que se entendió como un milagro de la Virgen para expresar que no deseaba ser llevada a Javierrelatre. Y en el monte de Aquilué permanece la talla de la Virgen, en la Ermita de la Virgen de los Ríos.
En cuanto a los caracoles con ajazeite o ajolio… ¡Una exquisitez de toda la vida! Los caracoles se cuecen en agua con una pizca de sal y algo de aceite hasta que están bien hechos; la salsa se hace con patatas (cocidas en el agua de los caracoles), huevo, sal, aceite y ajo. Queda espesa y con un gustazo… Cada caracol que se saca de su concha se embadurna con la salsa y… ¡ a la boca!
La de leyendas que hay en los pueblos de robos de imágenes de unos a otros, convertidas luego en fiestas…
Así es. Las pugnas, reales o no, entre pueblos por mantener en sus límites la virgen o el santo de turno, han dado lugar a celebraciones donde lo menos importante es el motivo de la rencilla.