A las seis de la mañana, dos únicos sones telefónicos en cada una de las cuatro habitaciones del hotel donde pernoctan los franceses, macedonios y rumanos llegados a lo largo del día anterior.
A las seis y media, desayuno entre bostezos de rostros somnolientos con los cabellos indicando su estancia bajo la ducha. Panecillos recién horneados, lonchas de tocino, huevos sobre un lecho de patatas humeantes, una tabla con quesos, tarrinas individuales de mantequilla y mermelada y una jarra de cerámica rebosante de café.
A las siete, puntuales, ocupando el microbús donde un conductor que únicamente habla alemán saluda con una inclinación de cabeza. Última parada en el Tiergarten y segunda inclinación de cabeza, como despedida, del conductor.
A las diez de la mañana, entre alfileres de gotas que van y vienen aguijoneando el agua retenida del estanque que honra a los zíngaros asesinados y desaparecidos en la Europa del nacional-socialismo, se detiene el grupo contemplando la flor yacente y desvalida sobre su peana triangular que recuerda a los seres humanos masacrados. “Muj sukkó, kiá kalé, vust surdé; kwit. Jiló cindó bi dox, bi lav, nikt rubvé”[1], reza el poema de Santino rodeado por las piedras que circunvalan el estanque, señalando, cada una, el nombre de los campos del horror donde se extinguieron los tambaleantes futuros de tantos hijos e hijas del viento.
Al mediodía, los cúmulos ennegrecidos que tapizan el cielo sobre la Kurfürsten Damm toman la forma de una nao varada bajo la que desfilan, con moderada prisa, gabardinas, impermeables y paraguas cerrados que oscilan entre bolsas coloristas que parecen flotar, autónomas, sobre la acera ligeramente húmeda.
En la Wittenbergplatz, Lila —botas y plumífero amarillo, gorro de lana y mochila marrón— se une al grupo que procesiona, envuelto en un halo de reconocibles turistas, por la Tauentzienstraße rumbo a los KaDeWe.
En el restaurante nadie parece prestar atención a los comensales gitanos recién llegados; Lila, emigrada a Alemania desde Hungría, donde todavía vive su madre, la tía Jespolá, se ocupa de pedir los menús de sus acompañantes en los míticos grandes almacenes berlineses donde, en jornada nocturna, trabaja como limpiadora.
Carraspeos. Alguna toses. Silencios. De las demás mesas ocupadas surgen delicados murmullos de conversaciones ininteligibles. Lila se interesa, en un francés balbuciente, por la visita del grupo al recién inaugurado monumento en el Tiergarten. La sucia nao que pendía del cielo berlinés se ha transformado en adiposa ballena arponeada por los albos rayos del sol otoñal.
Dicebamus hesterna die…
NOTAS
Zigeunerlager, era la denominación de las zonas destinadas a los gitanos en los campos de concentraciónn nazis.
[1] «Rostros hundidos, ojos extinguidos, labios fríos; silencio. Un corazón destrozado sin respiración, sin palabras, sin lágrimas».
A buenas horas…
Medio millón de muertos y 70 años después.:(
Un abrazo
…y de bien poco sirven los homenajes cuando se siguen produciendo hechos que evidencian el antigitanismo imperante precisamente en los mismos países de procedencia de aquellos a quienes se pretende honrar.
Besos.
Judíos, gitanos, cristianos… Espanta recordar como un pueblo sensato puede darle tanto poder a un loco. En el blog de Leodegundia hablamos hoy también de eso.
…quizás porque la sensatez es una actitud individual, reflexiva; en el variopinto gentío se elevan las sensaciones primarias, los instintos, la rabia… Y es sobre ese cúmulo de irreflexiones sobre las que actúan los adscritos a la perversidad, haciendo aflorar lo peor de su auditorio.
Yo puse un ejemplo de maldad para dar pie a una pregunta, pero hay tantos casos en el mundo que no hubiera tenido dificultad en encontrar otros muchos. Y tu te refieres hoy a otro que por su magnitud creo que es el ejemplo de crueldad más conocido y lo peor de todo es que aunque toda la culpa se le eche a una persona, en realidad ¿cuantos fueron los malvados que intervinieron en ella? demasiados diría yo y eso me lleva a seguir planteándome la misma pregunta que todavía está sin respuesta.
Ejemplos de perversidad tolerada, aplaudida y auspiciada los tenemos a la vuelta de la esquina, sin necesidad de remontarnos en el tiempo. Guantánamo. La sharia. El apaleamiento de la ciudadanía…
La violencia y la saña han levantado imperios y creado civilizaciones.
Gracias por aportar tu opinión, Leodegundia.
Leer tus textos es como tener una muñeca matrioska, abrirla y encontrar muchas más en su interior tan interesantes como la primera. Me ha gustado ese contraste que marcas entre los gitanos que visitan Berlín y los que se recuerdan en el estanque de la flor. La memoria es lo único que queda.
Feliz semana.
…y ojalá esa memoria sirva para actualizar el respeto por los derechos ajenos, Pili.
Hay algunos trabajos memorables sobre el exterminio gitano, pero por razones más menos obvias poco conocidos, Sin embargo parece que el experimento con la «solución final» no empezó por los judíos, si no por pueblos menos favorecidos. Pasé algunso años de mi vida en Lleida trabajando con adolescentes gitanos procedentes de Huesca que a su vez procedían de otras partes entre las cuales la Europa central, a juzgar por sus apellidos (apellidos estigmatizados, por cierto).
El artículo me remite al pavoroso arranque que un film de Lars von Trier sobre los orígenes del concepto «Europa» bastante pavorosos también:
Ciertamente hay abundante documentación sobre lo acaecido a la etnia gitana a lo largo de la historia; sobre todo desde que los propios gitanos y gitanas transcribieron la oralidad y lucharon por hacerse oír por encima de los prejuicios. Y en ello se sigue estando.
Voy a meter la directa: Ese monumento es feo, espantoso y según te leía en el párrafo de la visita me da que a ti tampoco te dice mucho el diseño con agua RETENIDA y una flor DESVALIDA. Allí falta movimiento, una cascada cayendo a una acequia y un plantero con flores de temporada de muchos colores, ¿o no?
Salud.
Minimalista sí lo es, 😉 . El actual, quiero decir.
Desgraciadamente todo lo que no se ha hecho cuando ocurrían los hechos queda como papel mojado, aunque es bueno pedir perdón independientemente de que los implicados, desgraciadamente ya no puedan escucharlo. Al menos hay grupos de personas que ven en acciones pasadas un derecho a perdonar a los que de una manera u otra masacraron a determinados colectivos.
Creo que la historia actual está sustentada por muchas «extinciones» que se hicieron a unos cuantos colectivos y en la actualidad todo son peticiones de perdón y monumentos a los mártires.
La contradicción viene servida, precisamente, en muchos de esos homenajes que llevan a cabo los mismos gobiernos cuyas políticas sociales están aliñadas con actuaciones etnófobas.