«Wither»: Randy SnowDog Monteith
…y aun guarda la sierra, bajo las noches mágicas de tantos solsticios y equinoccios transcurridos, la memoria de Dulcis, la Reineta, la hermosa hechicera que recorría los espacios habitados del Prepirineo con sus pócimas, bebedizos y ritos sanadores, ocultando su humana condición, a ojos desconocidos, bajo la apariencia de una joven rabosa[1], y a quien una partida de pastores acechó y dio muerte a golpes de cayado, juzgándola autora de devastadoras acometidas contra ovejas y corderos.
Serpenteando el gortón[2] de Casa Berches se abre un sendero limpio de maleza y guijarros trazado a fuerza de ejercer los pies humanos un indebido derecho de paso que los dueños del terreno jamás vetaron, aun cuando los años de continuo trasiego hurtaron a legumbres y hortalizas parte de su territorio. El Alcuerze[3] Berches -que así es llamado- se une, ya en los límites del Barrio, con la pista que asciende o desciende en diferentes bifurcaciones; una de ellas, la que está señalada por un amojonamiento de piedras firmemente unidas con argamasa, lleva al esforzado caminante por una pendiente que, atravesando la torrontera, termina en un terreno casi circular, de arbustos diseminados, cerrado en su parte norte por una pared pétrea desde cuyo repecho superior algunos buitres inician un vuelo lento, circunvalando el que un día fue su comedero: el Fosal de la Reineta. Tiempo atrás, se dejaban en el fosal los cadáveres de los animales para que los elementos y seres de la Naturaleza completaran su tarea, y sólo la prohibición de dejar a la intemperie los animales muertos finiquitó un acuerdo, nunca firmado pero siempre respetado, entre los buitres y el Barrio. Las aves, no obstante, siguen visitando el fosal, conocedoras, acaso, de que, por encima de leyes restrictivas, siempre hay algún humano dispuesto a desobedecer aquéllas y devolver al Fosal de la Reineta su destino de buitrera.
NOTAS
[1] En aragonés, zorra, raposa.
[2] Id, huerto pequeño.
[3] Id, atajo.
Con tu magnífica descripcion haces que los buitres no parezcan tan desagradables y agresivos como los describen en las noticias por los últimos ataques contra el ganado.
Buen fin de semana, amigo.
Un abrazo.
El hambre empuja a estas aves a tener un comportamiento depredador, algo poco común en las necrófagas; su aparente agresividad no es sino instinto de supervivencia. Triste.
Feliz descanso sabatino-dominical para regresar con más fuerza en los combativos días que se avecinan, Pili.
La foto y el texto dan un buen juego, genial la foto y genial el texto.
Salu2.
…tengo debilidad por esa imagen. Me fascina.
En Bailo la llamábamos «La Bubutrera», recuerdo una vez que unos cuantos críos nos acercamos a la loma donde se encontraban los buitres ya que había una caballería muerta, el buitre vigilante que sobrevolaba la escena debió de dar la voz de alarma ya que cuando llegamos no quedaba ni un buitre, ¿Ninguno? De repente vemos que el vientre de la mula se mueve y por la parte del ano sale un buitre ensangrentado que tuvo que correr colina abajo para conseguir alzar el vuelo de lo ahíto que estaba.
Desgraciadamente hoy en día las aves necrófagas, casi no se ven excepto en los comederos artificiales. Aunque creo que han o van a cambiar las leyes, para evitar el ataque a animales vivos.
El cambio en la normativa es de sentido común; otra cosa es que la UE lo entienda así y modifique una legislación que ha demostrado ser nefasta.
¡Qué experiencia tan ilustrativa con los incomprendidos buitres, Jubilado!