«El jardín de las delicias»: Archivo personal
Cimbrea el viento dos bajeles agrisados que rozan con sus delicados cascos las redondeces de la vecina sierra y se reclina la tarde sobre la tibia languidez de los felinos.
Viene, tambaleándose, la noche por el camino del río.
Refulgen en el fogaril las brasas y el aroma de la carne levita entre la hiedra, el césped y las matas floridas.
Susurran las voces los últimos pretéritos compartidos y otean los gatos las figuras que desfilan, en indeseada despedida, por el jardín.
Cuando la noche alcanza el rosal que se recuesta contra el muro, las ocho mujeres -sentimientos y estómagos henchidos- desaparecen en el interior de la casa. Y en la atalaya del vergel se desperezan los félidos.
Qué agradable y relajada estampa en ese anochecer que describes
Me alegra volver a leerte
Besos
Sin palabras he quedado ante prosa de delicada belleza.
Suspiro y releo. Porque nunca bienen mal dos bocados de delicias.
Abrazos
Perdón, perdón, perdón…
«vienen»
Aquí delante de la pantalla imagino la estampa y me lleva a sentir una sensación de tranquilidad y paz interior, de la que tanto ando escasa.
Te agradezco traigas estas sensaciones a mi mente.
Un abrazo.
Es un texto como de bienvenida al otoño, no?
La foto q has puesto está muy conseguida, con los gatos en esas escaleras q parecen llevar a una torre.
Buf, se acabaron las vacaciones.
Salu2
Hay momentos, Luz, que se redescubren una vez han pasado y es entonces cuando se toma consciencia de lo placenteros que han sido para los sentidos. Y afloran los recuerdos.
Más besos.
Dos bocados y hasta medio, si las delicias lo merecen.
Otro abrazo, Trini. Y gracias por leer con tan generosos ojos los escritos ajenos.
Ya me siento satisfecho, Esperanza, si al menos, durante unos segundos, te has escapado de las preocupaciones.
Ánimo, mujer.
Los gatos -esos gatos de la fotografía- son los residentes habituales de las escaleras; «su» castillo, aunque no haya torreón.
Ay, las vacaciones, estimadísimo Sands…