«Patio, III»: Archivo personal
Se llena la tarde de moscas y bostezos.
Cabecea la araña, amodorrada, en la yema más alta de la aucuba y se entierran los caracoles en la húmeda morada del rododendro.
En la raya de sombra que proyecta la vieja pared que separa el patio de la calleja angosta que discurre paralela al barranco, duermen, quietos y estirados, dos gatos gorrones, a pocos centímetros del veteado caparazón gris y ajado de la tímida tortuga sexagenaria incrustada junto al tronco de la hiedra.
Una minúscula abeja vuela, confusa, de la parra a los geranios. En el suelo, junto a la jardinera donde se agrupan las begonias, deambulan las moscas sobre los restos de una baya estampada contra el suelo.
Se llena la tarde ardiente de moscas y sesteos.