«Colores»: Archivo personal
Recién amanecido, se internan por el hayedo. Lola Haas, que se halla de visita desde el jueves, como invitada de la señorita Valvanera, la vieja maestra, se lamenta del frío matutino y la humedad de sus pies enfundados en unas zapatillas de loneta. “Mira que le dije que ese calzero no era adecuado para subir al monte…”, le susurra la veterinaria que se ocupa de la salud de los gatos del Barrio a María Petra.
Atraviesan el campo de almendros ya vareados que abarca desde el desnivel de la pardina de arriba hasta los límites de las vides del saso y suben, por un repecho resbaladizo, hasta el mirador donde la sierra, todavía veteada de verano, alza sus crestas a la neblina horadada por los rayos solares. “No creo que me acostumbrara a la vida rural. Estos parajes están bien para hacer senderismo, como los de Bujaruelo y Ordesa, pero vivir aquí todo el año como vosotras…”, reflexiona en voz alta Lola, sentada sobre un solitario pedrusco cuarteado y a prudente distancia de la pendiente yerma del barranco. “Mujer, que nosotras no vivimos en el monte sino en el pueblo”.
La tarde del sábado María Petra y la veterinaria llevaron a Lola a la nave del señor Juan a escoscar medio saco de almendras, recogidas esa misma mañana, que el hombre había reservado para las garrapiñadas de la señorita Valvanera. Con buena disposición al principio, la francesa no tardó en cansarse de separar, a navaja, las pieles secas amarronadas que envolvían las almendras; otro tanto sucedió cuando, siguiendo el rudimentario proceso de toda la vida, hubo de quebrar con una piedra la cáscara exterior para acceder a la semilla comestible. “Esto mismo hacían los que vivían en esas cuevas prehistóricas de más arriba”, ironizó después de haber partido no más de media docena de almendras, convertir la mayoría de las semillas en migajas y lastimarse dos dedos.
Regresan al Barrio por la senda viciada cubierta de diminutos guijarros que bordea el barranco. “Este sendero es más practicable que el otro”, dice Lola. María Petra y la veterinaria se miran y sonríen. Ninguna de ellas le explica que, a menos de cien metros, ese camino accesible termina abruptamente en una leve cortada con cinco anclajes metálicos, a modo de escalones, que han de salvarse para retomar el camino hasta el pueblo.



Me ha llamado la atención, a pesar de la distancia geográfica , mi pueblo mucho más al sur, la cantidad de palabras comunes que he encontrado en tu relato. «calzero» pardina, saso, escoscar. Escoscar y calzaron alguien que no sea de aquí, seguro que no sabe de qué estamos hablando.
El paisaje de los hayedos en otoño es único. Bonita excursión.
Un abrazo.
Salud.
Ya ves, para ser una lengua que, según algunos, nunca existió, hay vocabulario común entre lugares alejados que trascienden los límites de los llamados localismos. No sé en tu pueblo, pero en mi entorno son de uso generalizado y, salvo en la palabra «calzero», jamás he escuchado que se digan en castellano.
Salud y abrazos.
Calzero no calzaron
No conocía el termino escoscar para limpiar o pelar, si para decirle a una moceta que iba muy guapa.
En Bailo quedábamos tres o cuatro mocetes para coger las almendras que había debajo de algún almendro en alguna finca. Cerca de allí, las limpiábamos y las partíamos con una piedra, en demasiadas ocasiones el recepcionista de la pedrada eran nuestros propios dedos. En Broto hay mucho nogal, por cierto este año con muchas nueces que son más fáciles de partir y se escoscan solos y bastantes avellanas, ahora ya hemos desistido de partir estas últimas, son excesivamente laboriosas y peligrosas, aun haciéndolo con un martillo y encima de una piedra preparada para tal fin.
Me ha gustado el relato.
«Escoscar» es un término muy socorrido en aragonés. No solo se «escoscan» (descascaran) las almendras y otros frutos secos, sino que las madres «escoscan» (asean) a sus criaturas, se dedica el tiempo que haga falta a «escoscar» (limpiar) la casa, se sale «bien escoscau/escoscada» (arreglado/a) a la calle y, antaño, las suegras valoraban tener una nuera «escoscada» (hacendosa)…
Para cascar frutos secos con una piedra sin reducir las semillas a polvillo hay que tener cierta habilidad que se adquiere a fuerza de hacerlo; no veas la de almendras que, de crío, le cascaba a mi madre en el bordillo de la acera de casa. Con martillo no he probado nunca.
¿Y que pasó cuando llegaron a esos escalones? Me he quedado con la intriga…
Pasó que descendieron por ellos sin el menor contratiempo.
Me gusto el relato . Te mando un beso.
Celebro que te guste, Citu. Salud.
De los «atavíos» de la sierra, los de otoño son mis favoritos.
Me fascina esa paleta de rojos y de ocres junto con esos verdes perennes que no la abandonan.
Como los de esa hermosa foto.
Un abrazo, amigo Una mirada
Me pasa como a ti; ese colorido otoñal me fascina. Y no solo las tonalidades sino los aromas que se desprenden de la Naturaleza y esa frescura envolvente que facilita la caminata.
Otro abrazo.
Vivir cerca de un lugar así, es todo un lujo maravilloso. Sentir la naturaleza en esa majestuosidad, ver cómo se mezcla el ocre con el verde, respirar hondo y sentir….
Pocos placeres se me antojan tan apetecibles, especialmente en esta época del año.
Como siempre, un placer llegar hasta aquí y sumergirme en tus sugerentes relatos. Los personajes ya son como de la familia!
Un abrazo, nuevamente coloreado de ocres otoñales.
Los cambios estacionales son espectáculos mágicos, como si una mano invisible extendiera cada día una varita y ordenara al paisaje que fura, poco a poco, variando el colorido.
Los personajes, simplemente, pululan por allí…
Otro abrazo esperando que, por fin, el clima otoñal se haga tan real como los colores.
Feliz otoño amigo! 🍁🍂
Lo mismo para ti, Allegra.
Hace muchos, muchos años, tenía una amiga que me regalaba almendras con cáscara y yo las partía en cualquier poyete de la antigua casa. Pasó el tiempo, nos mudamos a este piso y, cuando mi amiga me siguió regalando almendras, tuve que decirle que no me diera más porque no tenía donde partirlas. ¿Como diantres partes almendras en la encimera de la cocina o sobre un suelo de mármol?
La única solución es tener un «cascador» de frutos secos, tipo cascanueces, porque el método de la piedra para partir las almendras dentro de casa no es plan.
Como esas senderistas, buena recorrida me he dado por tus últimas páginas.
Como siempre, un gustazo. Me divierto, me sorprendo y se aprende por aquí.
Abrazo grande
Frodo
Y yo admiro y agradezco esa paciencia tuya para leer tantas entradas seguidas y comentar en todas ellas.
Otro abrazo inmenso para ti.
🧡
Merci, Christine!!
Viviendo en enclaves así, uno aprecia los cambios de estaciones en toda su grandeza. Pero el otoño es especialmente bello. La palabra calzero la he oído alguna vez. Las otras no. He leído en una respuesta que salvaron los escalones metálicos en ese abrupto final. Me tenía preocupado jajaja. Un abrazo.
Guara se halla en el Prepirineo y, al tratarse de una zona con mucha vegetación, los cambios estacionales son espectaculares, sobre todo en otoño. En los pueblos de esa zona, aunque han ido perdiendo el habla aragonesa pura, se mantiene intacto un amplio vocabulario aragonés-somontanés que forma parte de la vida cotidiana y que salpica, sin traducción, el castellano.
Esos escalones metálicos fijados a la roca dan el «toque aventurero» al recorrido y tampoco resulta tan dificultoso bajar y subir por ellos, jeje.
Otro abrazo.
Llega la estación que más me gusta por la gran paleta de colores que nos deja año tras año colorido.
Hoy aprendí unas palabras unas palabras de aragonés y fui a ver que significaban, pardina, saso, escoscaro, calcero. Bien le aclara Lola a María donde vive :)) Gracias Una mirada
Buen fin de semana.
Un abrazo
También es el Otoño mi estación favorita; no el cuasi primaveral sino el contundente que presagia el invierno.
Mira, pues ya sabes unas palabricas más de las que usamos en mi tierra que, aunque suenen raras, proceden del Latín.
Otro abrazo y que tengas también un buen finde.
Soy Laura.
Acuérdate que debes «clicar» en el sobrecito para que aparezcan tus datos. Ya siento tantas molestias, Laura.
Mira que me gustan estas y otras excursiones, pero me da que a pesar de mi adorada tranquilidad, la vida rural se me iba a quedar pequeña a mí también.