«Bajo el embozo»: Archivo personal
De parte y por mandamiento de los Illustres señores Justicia, Prior y Jurados de la ciudad de Huesca se intima, notifica y manda a qualesquiera personas, de qualquiere calidad y condición que sean, que hubieren entrado y estén en la presente ciudad de otros lugares en donde vivían y tenían su habitación, por razón de la fuga que hicieron por el contagio, se salgan de la presente ciudad dentro de quatro horas contaderas de la publicación del presente pregón. En otra manera, lo contrario haciendo, incurra e incurran por cada una perssona en pena de quinientos sueldos jaquesses (…) hasta pena de muerte inclusive.
Y assi mesmo se intima que ciudadano, vecino, habitador, ni persona alguna de qualquiere calidad que sea no puedan salir de la presente ciudad y sus términos, so las mismas penas aplicaderas como las de arriba…
—Pregón de Aislamiento. Archivo del Ayuntamiento de Huesca. Libro de Actas de los años 1651-1652—.
Fantasea el trabajador itinerante, que este octubre de 2020 aguarda en su vehículo la aquiescencia de la Policía Local para internarse en la ciudad confinada, con aquellos tiempos viejos de perímetro amurallado y portones reforzados con alamudes, mientras la peste de mitad del siglo XVII, que asoló Europa y provocó la muerte de la cuarta parte de la población oscense, amortajaba el desvalimiento de aquellos cuerpos hacinados en la desesperanza, con los ojos suplicantes mirando a un cielo vacío de dioses clementes y vírgenes protectoras. Una caña de ocho palmos de largo, portada por los viandantes que procedían de las casas sospechosas de pestilencia, marcaba la distancia social conveniente para evitar el contagio en aquellas callejuelas estrechas y empinadas que tan sólo por menester, y siempre esquivando a los convecinos, se recorrían con igual celeridad que miedo, sin estar seguros de si, al regreso, los desconocidos miasmas invisibles ingresarían en el hogar a la vez que el retornado.
Cuatro siglos después, alborea la ciudad confinada invadida de avenidas, rotondas, hormigón, contenedores de reciclado, árboles y alborotadores estorninos, con solitarios transeúntes tempraneros luciendo cambujes de nariz a barbilla y algunas muescas de hastío en la mirada.
Tal vez la Catedral de Huesca pudiera opinar sobre tiempos y aislamientos pretéritos e incluso comparar con los tiempos actuales. Aunque no tengo muy claro si en la comparación saldría ganando esta sociedad en la que algunos jóvenes son capaces de solidarizarse con las ballenas, pero no son capaces de solidarizarse con sus propios mayores. Ignoro si allá por 1.651 los gobernantes de la época hubieran sido capaces de superar a los actuales políticos en necedad y memez. Siento ser crítico en esta tarde neblinosa, pero el ánimo va por barrios y el mío, mucho me temo, está confinado. Un abrazo.
Ignoro el grado de (in)competencia del Concejo en aquel 1651 a la hora de bregar con una pandemia de esas características, pero a la vista de lo que dice el pregón no dudaron en hacer valer las leyes de la época, pena de muerte incluída, para frenar los contagios. En cambio, asisto alucinado, a actuaciones aberrantes, como el de ese festorro organizado por un periódico, con unos 150 concurrentes, entre ellos el ministro de Sanidad… El mismo periódico que engrandecía titulares escandalizándose de botellones y festines populosos; el mismo ministro que, se supone, tuvo arte y parte en la normativa que dictaba las reglas del confinamiento perimetral. Con semejantes mimbres no se pueden fabricar cestos de ética. Y es cierto que algunos jóvenes -y otros que no lo son tanto- han entendido como rebeldía lo que no es sino una falta de responsabilidad grave contra sus conciudadanos que, en muchos casos, puede llevar aparejada la muerte, aunque dudo que quienes así actúan se preocupen mucho o poco por lo que no sea sus propia satisfacción.
El mejor timón para este barco a la deriva se halla en la capacidad de los remeros para alejar el cascarón de las aguas poco profundas. Y para ello es preciso aunar fuerzas.
Cordialidades.
Por lo visto siempre anduvimos amenazados por las pandemias, cuando no son de un origen son de otro, pero siempre amenazados. Desconocía ese de 1651.
Totalmente de acuerdo con las opinión de Sabius.
Salud.
Desde el siglo XIV ha sido un sinvivir de epidemias mortíferas que diezmaron la población europea -y mundial- de forma tajante. Estos días estoy leyendo Diario del año de la peste, de Daniel Defoe, novela de ficción sobre la peste real de Londres unos años después de la que hubo en Aragón/España y de la misma procedencia; las medidas tomadas difieren poco de las del resto de países. Lo que resulta inquietante es que, con todo el bagaje de conocimientos que se posee en la actualidad, un virus sea capaz de hacer tambalear más de medio planeta.
Salud.
Desgraciadamente no nos acordamos o no queremos hacerlo de las anteriores pandemias, Una bastante más reciente también afectó a la provincia de Huesca… Bueno en realidad a todo el mundo donde mató de 25 a 50 millones de personas para los más optimistas, los pesimistas opinan que pudieron llegar a los 100 millones.
«El 1 de junio de 1918, Heraldo recogía la opinión de una autoridad médica como el doctor Royo Villanova, quien daba respuesta a las preguntas que suscitaba la gripe. Este ya destacaba entonces que era en los locales cerrados, «sobre todo en los cines», donde se contagiaba.»
«»En Apiés es donde sigue haciendo estragos la traidora enfermedad. Las defunciones son más numerosas cada día. Una hermosa joven de Huesca que fue al pueblo para apadrinar una sobrina recién nacida ha fallecido en pocas horas», se señalaba en la noticia.»
Me imagino que ya habrás adivinado que me refiero a la mal llamada gripe española. Mi padre nació en 1906 y en Bailo no se enteraron de ella… claro estaban confinados sin saberlo, se viajaba como mucho a los pueblos de los alrededores, 6 u 8 kilómetros como mucho. Hoy en día no dejamos pueblo, aldea o ciudad situadas a miles de kilómetros sin visitar y eso es caldo de cultivo para propagarse el virus.
Perdón por mi extensión.
O quizás, Emilio, nos acordábamos de ellas, de las otras pandemias pero las veíamos demasiado lejanas o fáciles de contener, como esas epidemias de gripe que sembraron la alarma hace escasos años y desaparecieron con la misma rapidez que llegaron… ¿Quién iba a decirnos que esta, la covid, vendría y prolongaría su estancia para devastar hasta este Primer Mundo que se creía ajeno a esos desastres sanitarios que parecían tener querencia exclusiva por naciones y territorios menesterosos…? Pero aquí está, hurgando en nuestra fragilidad y riéndose de nuestra arrogancia, vapuleando a la Ciencia y mostrando la precariedad sanitara de nuestros grandes y modernos hospitales…
Vendrá y se irá; como sucede siempre. Lo que no sabemos es cuándo.
A veces, las epidemias dejan algo bueno: Nuestra catedral es tan luminosa porque la encalaron en 1703 a causa de una peste.
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La Catedral es una maravilla, una joya para la contemplación detallada, pero así y todo, resultaría penoso que, todo el aprendizaje posterior sobre el azote de una pandemia, se condensara en el encalado de edificios extraordinarios. Quizás, como le decía a Jubilado, no hemos sido capaces de extraer lecciones magistrales de los desastres del pasado. Se destina un dineral a Defensa y se esparcen ridículas migajas para la investigación científica, como si los virus se combatieran con carros de combate en lugar de probetas. Solo espero que de la situación actual tomemos cumplida nota de la moraleja.
Habra que esperar la vacuna…
❤
En ello estamos.
No hay nada como asomarse al pasado para descubrir que en algunas cosas no hemos avanzado nada. Antes al contrario.
A veces, cuando surgen circunstancias que nos recuerdan la fragilidad humana, lo parece.
¡Vaya repaso, verdad?
Da para pensar…
En algunas cosas hemos evolucionado y en otras hemos involucionado.
Las restricciones han estado siempre ahí, por motivos justificados, muy diferentes las de antes con respecto a las de ahora, pero tal vez cueste más entenderla hoy en día precisamente por la sinrazón de las personas y la falta de empatía y solidaridad, claros ejemplos de involución.
Gracias por compartirnos tu reflexión.
Un beso.
Da la sensación, cuando se observan ciertas acciones (e incluso inacciones), que todo el conocimiento heredado no ha sido suficientemente interiorizado, que la prepotencia humana no ha sido capaz de entender que los agentes microscópicos con los que convivimos son capaces de generar devastaciones celulares brutales a una velocidad superior a cualquiera de los avances conseguidos. Y ya es bien triste tener que aprender la lección -si acaso se aprende- de esta manera tan contundente.
Abrazos.
Así como ustedes tuvieron la mal llamada «gripe española», los medios del mundo (a los que rara vez interesamos) y los medios hegemónicos y opositores aquí, han bautizado a nuestra primera cuarentena como «la más larga del mundo».
Pero… si no hubiese sido por eso, que nos dio tiempo para prepararnos, el desastre sanitario pudo ser tremendo.
Ahora queda resolver lo económico, y mantener lo mejor posible lo sanitario.
Es que somos pobres, vió.
Abrazos! Y que les sea lo más leve posible.
Ya vendrán mejores tiempos
Esta pandemia ha demostrado lo sencillo que es devastar sociedades sin más munición que un virus silencioso. El colapso sanitario ha dejado al descubierto carencias elementales; la economia se ha agrietado… Pero, como siempre, quienes están padeciendo más la debacle son las clases desfavorecidas, como ha ocurrido siempre.
Vendrán tiempos mejores, desde luego, pero, de momento, esto es lo que hay y no parece remitir.
Cordialidades.