«Infancias»: Archivo personal
Mengua la poza cada estío. O así les parece a quienes, criaturas de antaño, contemplan a la chiquillería de ahora regocijarse con entusiasmo similar al de entonces. Y repiten, sin cavilar siquiera, idénticas admoniciones a las recibidas por ellos mismos veinte o treinta años atrás.
“Baja de ahí”.
“No te tires de cabeza”.
“Otra aguadilla más y te llevo a casa”.
“Suelta esa piedra”.
“Que te he dicho que bajes”.
“No vayas descalzo por el pedregal”.
Y observan la poza —descomunal, en aquella niñez que aún tientan en un cubículo ingenuo del cerebro—, la calibran, la delimitan y la reconstruyen en sus recuerdos.
¿No quedaba más abajo la pedriza?
¿No está más redondeado el atajadizo de arenisca?
¿No se erguía la viejísima y enorme carrasca a escasas cuatro zancadas del vaivén del agua?
Y cabecean. Y sonríen. Y se sumergen en las todavía claras y siempre frías aguas hasta rozar con los pies desnudos la cuarteada laja mágica del fondo, portalón a un mundo fantástico cuya cerradura todavía no han logrado encontrar.
Cuando recuerdo las cosas que hacíamos (cuando no había un adulto presente) me no termina de asombrarme la capacidad de supervivencia de los niños…
La niñez es una etapa de experimentación y descubrimientos y la prudencia es casi nula; curiosamente, suele salirse, generalmente, con bien de situaciones que, en la edad adulta, ponen los pelos de punta.
Sea nostalgia o melancolía siempre es lindo rememorar la infancia. Y es así, las cosas se veían en otra dimensión, en general ahora por lógica las vemos mas pequeñas. Saludos
La magia de la infancia aflora en la adultez con más simpatía que nostalgia; son recuerdos felices de momentos irreflexivos que devuelven sonrisas.
Saludos.
¡Ese tiempo de la infancia!. La advertencia, y el temor de las madres o tías, eso no cambiará y esta bien que no cambie, es hilo del cuidado y del amor. Nostalgia del paraíso perdido. Salud.
Así es. Y es curioso cómo repetimos con nuestras criaturas las mismas actitudes -a veces, reflejadas con las mismas palabras y tono- que las personas adultas tuvieron con nosotros y nosotras en nuestra infancia. Y es entonces cuando comprendemos cuánta razón llevaban esas advertencias.
Salud.
Hace muy pocos veranos estuve con la familia en las piscinas naturales de Bierge y Pozán de Vero que tú conocerás muy bien. Me llamó la atención las muchas familias que se desplazan para pasar el día en esos rincones.
Saludos.
JBernal
Son zonas que suelen estar muy concurridas, lo mismo que las pozas cercanas a Arguis, Nocito y la Guarguera, mucho más atrayentes y divertidas que las piscinas convencionales.
Saludos.
El paso de la niñez a la madurez presenta estas curiosidades, aquello que nos decían, es ahora replicado por nosotros. Y eso nos hace conscientes de que el comportamiento juvenil ha de ser así, por mucho que nos inquiete ahora de mayores. Es la vida. Un abrazo.
A los ojos infantiles y a los de las personas adultas les separa la experiencia, de ahí que, en la adultez, nos descubramos alineados con las consignas que tantas veces escuchamos de nuestros progenitores cuando entre nuestros intereses y los suyos había un abismo de tiras y aflojas.
Cordialidades.
Tantos años de evolución, para quedarnos anclados en las mismas frases que se repiten de una generación a otra. Como dice Jenofonte, es un milagro que hayamos sobrevivido a ciertas barbaridades.
Yo también creo que las pozas menguan, quizás porque recuerdo el pasado con nostalgia, quizás porque sea verdad. Seguramente es una mezcla de ambas.
El paisaje es cambiante; quizás se aprecie menos cuando se está en permanente contacto con él pero sufre grandes cambios de una temporada a otra.
La infancia es una etapa de aprendizaje, con esa inmadurez propia que no tiene consciencia de determinados peligros.
Una amiga justificaba no saber nadar porque pasó su infancia en un pueblo de la Alpujarra. Yo le dije entonces que, en todos los pueblos, suele haber unas pozas de esas donde van los críos a bañarse, pero al parecer en el suyo no. Eso que se perdió ¿no? En mi caso, esas aguas tan bonitas se sustituyeron por las cloradas de las piscinas.
Tu amiga, de habérselo planteado con detenimiento, hubiera encontrado una zona del río donde el agua cubriera lo suficiente para dar unas brazadas.
Antaño sí que era normal aprender a nadar en el río cercano a la localidad, pero las generaciones actuales aprenden en los cursillos de natación de las piscinas de los pueblos, que son menos bucólicas pero más seguras.
Me ha encantado esta entrada porque nos llevas a todos, de una manera u otra, a nuestra niñez particular.
Y me quedo pensando en la de cosas que hacía de niña, en que si ahora las hiciera ya estaría lesionada solo con pensarlo 🙂
Es una gran verdad.
Qué agradable regusto da siempre cuando a uno le recuerdan su feliz infancia. En mi caso la playa y esas jornadas en familia tan especiales que pasábamos de sol a sol.
Gracias.
Un beso.
La niñez nunca se deja de rozar con los dedos. De ella siempre quedarán los mejores instantes, los paisajes más memorables y esa feliz inconsciencia infantil que fuimos perdiendo con el transcurso de los años pero que dejó huella en los pliegues de la memoria.
Gracias a ti.
Un abrazo.
¡Si me habré mandado de esas! Si me habré mandado por lugares donde hoy ni me asomaría…
la clásica frase de los padres más rigurosos en la educación de los niños argentinos es «¡Salí o te saco!» , «¡Bajate de ahí o te bajo!» etc etc
Abrazotes!
La inconsciencia da unos bríos que, con los años, se pierden. No importa el lugar: Las madres y padres siempre ojo avizor ante cualquier peligro. Mi madre nos decía: «Como vaya yo…» y la entendíamos a la primera.
Cordialidades.