«Despoblado»: Archivo personal
En el acceso a la callejuela en pendiente, todavía se aprecia, bajo las zarzas que entorpecen el tránsito, el tosco empedrado que sustenta la fecunda flora arvense contra la que forcejean las piernas del recién llegado para abrirse camino. A un lado y a otro resisten a la inmisericordia del tiempo las piedras y tapiales de los muros de las casas devastadas, con las aberturas sin marco de puertas y ventanas mostrando el desolado interior de tabiques abatidos y techos desplomados, con las vigas carcomidas asomando entre los hierbajos.
Casi al final de la calle colonizada por la maleza, el esqueleto de una casa solariega conserva todavía la forja elaborada de un señorial balcón desfondado y los restos de lo que tiempo atrás conformaría un bonito alero trabajado en madera sobre el que aún se asientan, en frágil equilibrio, dos hileras de tejas árabes.
Hubo una vez vida humana en esos interiores asolados que exhiben deserción y olvido. Humearon las chimeneas circulares y se llenaron de pasos, boñigas y murmullos las estrechas callejas. Reposaron cántaros y botijos en el bordillo poroso de la fuente fresca de la plaza y saciaron su sed los mulos en el abrevadero rebosante. Desfilaron las gentes, en trajes de domingo, hacia la vieja iglesia soberana. Festejaron cosechas, bonanzas, nacimientos; plañeron muertes y penurias. Hubo sueños, barruntos, amoríos, desencuentros, entre esas ruinas que percuten los ojos y el alma del visitante curioso que recorre los últimos despojos del pueblo deshabitado.
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Qué pena, pero así es. Ese mundo en el que vivieron nuestros abuelo y nuestros padres se desmorona y se disuelve. Triste. Buen finde.
Cierto. Sólo quedan vestigios polvorientos de unos tiempos distintos.
Salud.
Que tristes son las casas abandonadas… Una piensa en las personas que vivieron en ellas, en las vidas que discurrieron allí. Incluso en las personas que allí vieron la luz por primera vez, cuando se nacía en las casas.
La primera visión de un despoblado es fantasmagórica, con los edificios ruinosos y la vegetación invadiéndolo todo, pero, a poco que se pulule por el lugar, enseguida se piensa en quienes allí residieron.
Y para eso si te encuentras algún juguete o un cuadro familiar…
Eso ya es más difícil. Pero yo sé de gente que ha reutilizado los elementos de los derribos para construírse su casa con tejas, piedras y ladrillos antiguos.
¡Tantos siglos de historia tienen por allá que hasta el lujo de dejar despoblado lugares hermosos!
Acá en la pampa, entre los okupas y la edificación moderna, no le dejamos lugar a los fantasmas
Abrazos
La mayoría de estos despoblados perdieron tierras y edificaciones bajo algún pantano y, al quedarse sin los recursos agrícolas, las gentes tuvieron que marchar a otros parajes. Sólo en la provincia de Huesca hay más de cien despoblados; en algunos, se han recuperado viviendas. Aragón es extenso pero cuenta con muy pocos habitantes.
Otro abrazo.
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Regards.
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Cuando veo un poblado de esas características o incluso solamente una casa solariega abandonada de las tantas que hay, a menudo me pregunto que misterios encierran esos valientes muros que sostienen el paso (y el peso) del tiempo. Y me apena pensar en lo que pudieron ser y la vida que engendraron. Al final de todo, la necesidad o la obligación de abandonar las tierras en aras a una (supuesta) mejor calidad de vida. Ahora sin embargo comienza a haber una tendencia contraria, jóvenes que deciden volver a «ruralizar» su vida. Bienvenidos sean. Un abrazo.
No sólo hay personas que marchan a vivir a pueblos sino que muchos despoblados están siendo recuperados y algunos se han ido poblando de nuevos y entusiastas moradores, algunos de ellos descendientes de antiguos habitantes,
Otro abrazo.
Los lugares abandonados tienen el encanto de despertar nuestra imaginación; a veces, nuestros recuerdos. Enseguida queremos saber más.
Guardan ese encanto, sí, pero tamvién se siente pena al ver esos hermosos enclaves abandonados a la vegetación. Y, por supuesto, cualquiera que se interna entre las ruinas busca razones del abandono y escudriña en busca de algún resto que le indique quiénes eran las personas que allí moraron.
Cuando veo ruinas me emociono, primero pienso en la pena que da verlo abandonado pero al siguiente segundo me meto de lleno en el lugar y me nacen infinitas sonrisas pensando……
Pensando en quiénes vivieron allí, en qué sentían, en qué pensaban, cómo eran sus vidas, qué pasó tras esas paredes en la cotidianidad de un hogar y el día a día de sus gentes, qué gustos tenían, con qué soñaban, a qué temían, cuáles eran sus sentimientos, qué sensaciones vivieron……. Ainsss si las paredes y las piedras hablasen.
Un beso.
Imagínate que los muros que quedan en pie tuvieran la postestad de proyectar sobre sí mismos durante un minuto las vidas de los moradores de la casa en ruinas… ¡No íbamos a dejar ni un solo pueblo deshabitado sin visitar! Pero como esa técnica cuasi nigromántica no es posible, hemos de contentarnos con elucubrar y recomponer mentalmente aquello que nuestra fantasía nos permite.
Otro beso.