«Sueña»: AranZazu
En la pared del fondo de la biblioteca del Centro de Cultura Popular, compartiendo espacio con las fotografías del denominado Pensil de Autores y Autoras de Aragón, hay una camiseta verde de la Escuela Pública junto a una tarjeta en la que se lee, con la precisa caligrafía de la señorita Valvanera: «Al profesor Aramayona, a quien tantas luchas nos unen». Al lado, cerca de un retrato de Ana María Navales y un dibujo hecho a plumilla de Ánchel Conte, cuelga, enmarcado entre varitas de boj, el último artículo de la bitácora del profesor, aquel que escribió el mismo día de su voluntaria muerte, anunciándola. Bajo el cuadro, una pequeña estantería de apenas metro y medio de alta donde, además de sus libros y algunos de sus artículos en prensa —sencillamente encuadernados—, se halla un DVD de la serie Tabú, de Jon Sistiaga, con el último viaje reflexivo de Antonio Aramayona Alonso, en los entornos de su combativa vida, desgranando su cotidianidad previa a ese final que él mismo planificó, anunció y ejecutó el día cinco de julio de dos mil dieciséis, a las cuatro de la tarde, en Zaragoza, la ciudad donde nació en 1948.
Antonio Aramayona, admirado maestro, que se definía a sí mismo —siempre reconocible y tan familiar en su silla de ruedas— como perroflauta motorizado por las calles de Zaragoza, fue profesor de Ética y Filosofía, activista del laicismo y de la Marea Verde por la Escuela Púbica, miembro de la Asociación Pro Derecho a Morir Dignamente, combatiente por la justicia social, escritor, articulista y defensor hasta las últimas consecuencias de la libertad individual para vivir y morir.
Si no la soñanos ¿Qué nos queda?
Precisamente. Quizás nuestros sueños sean un día las realidades de generaciones venideras al igual que las nuestras conformaron los sueños de otras.
Este artículo me ha dejado mal sabor de boca, es una historia muy triste.
Entiendo esa sensación. Pero es la historia de un hombre que, como otras personas, vivió y luchó, amó, sufrió y gozó.
De este hombre, de la dignidad con la que se condujo y de la polémica que rodeó a todo esto me habló hace poco un amigo de allá, de Zaragoza, en términos muy afectuosos hacia el, pues debía de tenerle en algún tipo de conocimiento.
Es inevitable que, como dice unjubilado, todo esto le deje a uno un mal sabor de boca…
Salud!
Fue un hombre consecuente con sus ideas. De la firmeza de sus convicciones sociales dio muestra en todos sus actos, como cuando estuvo, durante veintitrés meses, yendo diariamente al portal donde vivía la Consejera de Educación del Gobierno de Aragón a protestar contra los recortes; lo que le supuso apercibimientos, multas y hasta un juicio.
Una persona difícil de olvidar, el profesor Aramayona.
Salud.
Me causó mucha tristeza su muerte. Lo conocía de las mareas y de darle apoyo con otros compañeros cuando el «escrache» a la consejera Serrat. Uno de esos días la policía nos pidió el DNI y Antonio Aramayona comentó que era por vestir la camiseta de la Pública. Fue la primera y única vez que hablé con él. No había visto los videos de «Tabú» y me ha impresionado verle y escucharle.
Un abrazo y gracias por recordar y recordarnos al profesor.
Recordar a alguien así no es difícil; lo es más asumir que sus certeros artículos de opinión han quedado en suspenso permanente, que su presencia física es tan solo un recuerdo.
Gracias a ti, Pili.
En pleno siglo XXI continuamos con algunas luchas heredadas del pasado. Flecos que quedan sin atar como el del derecho a elegir cuándo morir. Creo que era ayer cuando leía que una escritora francesa había ido a Bélgica a poner fin a su vida, algo que en Francia sigue penado. Hacen falta leyes que nos liberen al tiempo que nos protejan.
Y más respeto. Para poder elegir libremente una educación laica o religiosa, que para todo hay un hueco.
Poco a poco, aunque de puntillas y sin publicidad, se va soltando ese lastre de moralina en zapatillas. El testamento vital, la negativa ya aceptada del paciente o sus familiares al encarnizamiento terapéutico, los fármacos para bien morir… Hay una mínima apertura, mínima-mínima. En España, planificar la propia muerte no es delito; sí está tipificada como tal la ayuda de cualquier manera.
Como decia el mismo Aramayona, «qué manía tienen algunos en convertir en obligatoria la vida de quienes desean dimitir de ella«.
¡Hola! ¿Nos seguimos? Un beso 😊