«Receso»: Archivo personal
Entre semana, se reúnen para comer —apenas una hora en una jornada laboral de horarios dispares—. Se acomodan al lado de los ventanales que dan a la transitada rotonda, en la mesa blanca con sillas rojas y negras, bajo el reloj de pared que cela su tiempo y parece gruñirles con su apremiante segundero rojo engullendo los instantes y las palabras. Un descomunal televisor en el muro de pizarra desgrana videos musicales que las comensales no tienen tiempo de apreciar, concentradas en la pitanza —tostadas de jamón y queso brie con tomate horneado y especias— para arañar unos momentos de conversación con el café, antes de que el reloj enloquezca y las obligue a regresar a sus quehaceres remunerados.
Se despiden en la puerta del establecimiento y marchan, con zancadas casi coordinadas, en distintas direcciones. Sin mirar atrás.
Esto me ha recordado mis reuniones semanales con mis antiguos compañeros. Habitualmente, nos juntamos todos los miércoles por la mañana y celebramos estar jubilados y con ganas de arreglar el mundo. Hablamos de todo un poco, desde como va la política, hasta las nuevas tecnologías en todo tipo de artilugio electrónico que se precie, no en vano procedemos todos de la conservación, mantenimiento y reparación de equipos de radiocomunicaciones. Como todos somos muy jóvenes de vez en cuando a alguno se le ve nervioso mirando el reloj ya que tiene cita con su matasanos para ver si le operan de la vesícula o de la cabeza, ya que a nuestra edad no se tiene muy claro, que es lo que se tiene mal. ¡Ah! El almuerzo habitual suele ser el clásico par de huevos fritos con unas buenas lonchas de jamón serrano, regadas, por ver si crecen, con caldo del Somontano.
Qué más se puede pedir… Estáis en esa edad donde el recuento de las experiencias propias es un plus para seguir disfrutando de cada momento; todavía os quedan ganas de echar un pulso -y los que quedan- a la vida y alumbrar ideas y realizar sueños, que es en ello donde se asienta el disfrute.
Y con esas prisas ni se disfruta de la conversación, ni de la música -eso es hoy más difícil aun hoy con lo que de ella se televisa-, ni con el placentero chute de grasa en forma de brie, jamón y todo su compango, ni del ver pasar personas y vehículos por el ventanal que da a la rotonda… Así que no extraña que no se mire atrás, como se hace cada vez más… Una pena que ocurra eso que retrata tan acertadamente.
Salud!
…por eso, aunque la prisa gobierne, es bueno encontrar un instante donde las presencias compensen la tiranía del reloj.
Pamorise siempre hay tiempo, y mal tiempo como el de este fin de semana
¡Arreando con las tostás!
…y con la de alicientes -aunque no necesariamente comestibles- que hay a la vuelta de cada esquina…
En los tiempos que corren, tener trabajo remunerado es como para celebrarlo todos los días y, yo que ellas, cambiaba de menú de vez en cuando para darme un homenaje.
Y si, además, el trabajo que se tiene es del gusto de quien lo realiza, doble celebración.