«Recolección»: Gorka Zarranz Fanlo
Dos días antes de la clausura del curso, el profesor Tarlós invitó al reducido grupo de españoles y franceses a desayunar vargabeles[*] en su apartamento a las afueras de Cluj, a unos cinco kilómetros de la extensión de colmenas Langstroth que les había mostrado la tarde anterior y entre cuyos casetones poblados con miles de abejas se paseaba, orgulloso, atrayendo sobre su cuerpo desprotegido un sinfín de antófilos que parecían saludar la familiar presencia del apicultor dejando besos de polen en antebrazos, manos, cuello y rostro, allí donde terminaba la tela de la camisa.
A Stefan Tarlós lo habían conocido semanas atrás, en el departamento de Estudios Agrícolas y Medicina Veterinaria de la Universidad de Cluj-Napoca, durante la recepción a los cursillistas extranjeros. Resultó ser un hombre educado y cultivado que lo mismo se dirigía en alemán que en inglés, francés o español con deje cubano a las veintidós personas, agrupadas por nacionalidades, recién llegadas a la ciudad universitaria. Buen conocedor de la historia de la ciudad, no dudó en oficiar de guía a quienes aceptaron el ofrecimiento, programando, además, diferentes rutas por los cercanos montes Apuseni.
El piso del profesor buscaba ser minimalista salvo por el exceso de fotografías que ocupaban, casi por completo, las paredes del salón comedor abierto a una reducida cocina americana. En casi todas aparecía el profesor Tarlós vestido de uniforme junto con otros hombres de la misma guisa; en una, un Fidel Castro, quizás cincuentón, extendía la mano hacia un treintañero Stefan Tarlós alineado junto a seis militares más; en otra, un encorbatado Ceaușescu se inclinaba, sonriente, con un papel enrollado hacia un Stefan Tarlós con ropas de civil.
“¿Esto es en Angola…?”, preguntó la veterinaria que se ocupa de la salud de los gatos del Barrio señalando una fotografía donde un barbado profesor Tarlós, joven aún, era abrazado por un hombre negro con una amplia sahariana. “No, no. En Etiopía. Ese es el presidente Mengistu. Estuve destinado allí como técnico de las tropas cubanas.” “Por eso habla usted español con acento cubano… ¿Y qué hacía Cuba en Etiopía…?” “Otra época…”, murmuró él. Y enseguida: “Tienen que prometerme que alguno de ustedes asistirá al Congreso Eurbee. ¿No se anima usted, Solange?”
NOTA
[*] Torta de origen húngaro con relleno de pasta, huevos, azúcar, requesón, pasas y crema agria.
Se muy poco de apicultura, la verdad, aunque en cierto momento despertó mi curiosidad y tengo por ahí un viejo manual en forma de cuadernillo publicado por la diputación de Gipuzkoa para la formación de los jóvenes agricutores de allá por inicios del siglo XX. Lo encontré en una librería de lance de San Sebastián y leí con verdadera curiosidad todo lo que contaba sobre la vida de tan inteligentes insectos. No me acuerdo absolutamente de nada, pero eso es habitual que me ocurra con las lecturas.
Lo que si recuerdo, y esto usted ya lo sabrá, es que mis abuelos contaban cómo los suyos, y los suyos de los suyos, cuidaban con especial atención sus panales, y el día en que el etxekojauna o etxekoandre -el señor o la señora de la casa-, morían, las primeras en ser informadas de dicha defunción eran ellas. Algo de ello leí después en un libro de Don Julio Caro Baroja.
Recuerdo como si fuera ayer la ejecución del tal Ceaucesco y su mujer. Personaje siniestro y patibulario, como todos los de su especie.
Celebro verle de nuevo por aquí, aunque creo que va a ser más de relevo, pues el que va a desaparecer dentro de muy poco durante una temporada será este que le escribe.
Salud!
Siempre ha existido una estrecha relación entre las abejas y las personas, aunque ese vínculo, en muchas ocasiones, ha debilitado a los propios insectos. Son, sin duda, una fauna atrayente y beneficiosa; nada que ver con el sátrapa rumano y su compinche.
Buenás vacaciones.
Plinio el viejo en libro XI tiene casi un tratado resumido de apicultua al que no le he metido mano aún
http://www.historia-del-arte-erotico.com/Plinio_el_viejo/libro11.htm
me he venido para acá zumbando como una abeja porque me resulta curioso su desconexión, ya nos irá contando
Un abrazo y buena vuelta
Luego me pongo con Plinio, de cuyos tratados lo desconozco todo.
A veces, la desconexión no implica sino ocupar el tiempo en otras actividades; no hay mayor misterio.
Besos.
No habrá misterio, pero nos has tenido preocupados a todos, así que desde la autoridad que me confiere la edad, te ruego que no lo repitas, pues una ya no está para muchos sustos.
Si hubiera premeditado abandonar temporalmente la bitácora, lo habría dicho, pero sencillamente surgió, sin pretenderlo; me sumergí en otras tareas y el portátil ha permanecido en stand by todo este tiempo.
Tiempo ha que no te leía, pero bienvenido bienhallado.
Es imposible leerte con prisas. Cuando entro aquí lo hago como elefante en cacharrería, pero a la segunda línea tengo que parar y empezar de nuevo dejando la urgencia en las puertas.
No sé nada de nada de apicultura, pero sí tengo claro que me gusta reencontrarte. Espero estés bien. Deseo estés bien.
Abrazo, grande… sin prisas.
Te confesaré que, amén de cierta pereza virtual, estoy bien, estado en el que me gustaría que también te hallaras.
Otro abrazo y, ya sabes, ¡la moral siempre en ascenso!
Nada se de panales, colmenas y abejas, escasamente recuerdo lo que me contaba mi tío en Bailo, que tenía unas cuantas colmenas protegidas por una caseta de piedra y mientras que las abejas accedían por delante, las personas entraban por un lateral de la caseta.
Recuerdo que me inculcó un par de cosas ; Nunca te acerques a una colmena cuando esté el sol en su plenitud, si tienes que hacerlo hazlo a primerísima hora de la mañana.
Si en alguna ocasión por no saber que por allí hay una colmena, se te posan en la cara dos o tres abejas, no las espantes, no te muevas rápido, vete alejando con mucho cuidado sin hacer movimientos bruscos ya que de lo contrario la mayor parte del enjambre acudirá a picarte.
Las abejas no son especialmente agresivas pero sí muy sensibles a los estímulos del entorno (temperatura, ruidos, olores y…hasta colores; parece ser que al color negro le tienen cierta inquina); si no se las molesta son inofensivas, por mucho que revoloteen casi pegadas a nuestra piel. Como bien dices, lo mejor es evitar movimientos bruscos.
De las abejas poco se, solo que me contaron mis padres que siendo muy pequeña me picó una en la mano y me tuvieron que sacar el aguijón. De avispas se más y también he sufrido muchas veces sus iras en el patio de mi antigua casa. Se que aquí, en la Alpujarra, hay una miel muy buena, pero nunca he visto que tipo de colmenas tienen, seguro que las más prehistóricas, de acuerdo con la comarca.
Las avispas tienen muy mala prensa pese a los beneficios que aportan a la agricultura. Las picadoras, además, poseen una característica de la que carecen las abejas: que una sola te puede picar varias veces. Y vaya si duele su picadura…
Esa miel alpujarreña será exquisita; creo recordar que una vez comentaste que la había de romero -mi miel preferida- y de azahar.
Y de almendro también, pues en la Alpujarra hay muchos. De azahar más bien en un valle cercano que tiene un nombre precioso: Lecrín, que significa en árabe alegría. O sea Valle de la Alegría.
Un nombre sugerente el de ese valle.