El día que enterraron a Valentín cerca de trescientas mil personas formaron el cortejo fúnebre. Recorrieron, andando, los diez kilómetros que separaban el Hospital Clínico del cementerio, en procesión doliente y enrabietada, detrás de Paqui, la hermana de dieciocho años, y del padre, aún con las huellas de los golpes policiales en un cuerpo que la entereza sobrevenida mantenía erguido en pos del féretro del hijo veinteañero asesinado por un policía nacional.
Y sobre el ataúd, la rojinegra.
Una pacífica y legal huelga de los trabajadores del Mercado de Abastos de Valencia. Una orden directa y, aun hoy, difícil de entender, a los policías que vigilaban a los huelguistas: “¡A cargar! […] ¿Es que no tenéis cojones…? ¡He dicho que carguéis!”. Y Valentín González Ramírez, el buen hijo, que acude a proteger al padre indefenso y apaleado en el suelo, al grito de “¡Ya está bien de pegarle!”, segundos antes de que una pelota de goma, disparada a bocajarro, impactara en su pecho, a la altura del corazón, y suspendiera abruptamente, el 25 de junio de 1979, sus proyectos de futuro.
ANEXO
- Sangre en el Mercado de Abastos. Video-homenaje a Valentín en el 35º aniversario de su asesinato.
- Valentín González: Dignidad y Memoria. 1979-2014. Cuaderno conmemorativo.
Fueron años duros-duros y con la gente de la calle respondiendo mejor q ahora, no crees??? Esa es la conclusión q tengo cuando leo sobre la transición, la gente más volcada y luchadora, echándose a la calle, haciendo piña. En los años presentes más información sí y más capacidad de organizarse pero mucha inmovilidad.
Salu2.
Luchaban por lo derechos que habían conquistado y por todos los que habían ido quedándose en el camino. Tenían las mejores fuerzas: Ilusión, entereza y razón. Ellos y ellas, que tanto hicieron, deberian ser nuestros metafóricos arietes para derrumbar los gruesos muros de la injusticia.
No conocía a Valentín, he estado demasiado tiempo aferrado a mi trabajo, sin echar una mirada a la realidad social. En la actualidad Ester Quintana, que perdió un ojo el 14 de noviembre de 2012, Íñigo Cabacas, de 28 años falleció como cosecuencia de un disparo en abril de 2012, estos dos por impacto de una pelota de goma. Y seguro que hay muchos más.
Nueve muertos, contando a Cabacas, y treinta personas tuertas, además de otras con lesiones permanentes en las extremidades, a consecuencia del uso policial de pelotas de goma; ahora las empiezan a sustituir por proyectiles de foam, que son de poliuretano, y tan devastadoras como las otras. Los mossos ya son duchos en dispararlas…
Estas muertes de la Transición, fuera ya de la Dictadura, son tan absurdas como la prolongación de los «paseillos» después de terminar la guerra.
Así es. Demasiadas esperanzas rotas; demasiadas voces acalladas a cambio de nada.
Terrible y absurdo
Terrible que sucedan estas cosas; en la transición, y siempre.
Y no dejan de suceder…
Un abrazo
El desprecio por las vidas ajenas, que es una constante a lo largo de la historia.
Besos.