«A flor de piel»: Archivo personal
Sisea, monótono y bajo —muy bajo— el artilugio mientras la aguja deposita los micropigmentos de aluminato de cobalto en gotitas que se abrazan en reguero infiltrado sobre la dermis.
En el lienzo de la carne una abstracción de bucles en forma de cornadura va siendo sombreada con certeros aguijonazos lacerantes que recorren el róseo recubrimiento del omóplato ahora azulado y enrojecido. La muchacha —sentada en un taburete tapizado de polipiel escamada, con el torso inclinado y la cabeza apoyada sobre un cojín ajedrezado dispuesto encima de un borriquete mullido— permanece callada y quieta, con los párpados entreabiertos. “¿Estás bien?”, le pregunta su acompañante. Ella arrastra un sí apenas audible y la aguja se detiene en la última curvatura del diseño.
Cuando se es muy joven, no se sabe que para siempre es para siempre.
Sí, pero es que cuesta interiorizar ese «siempre» cuando queda tan lejos el mañana…
Es xulo, no es el típico de figuras que se hacen las chicas… ¿Celta? ¿étnico?
Muy bueno el mini relato.
Salu2.
El diseño representa el Triskel de Odín, de la mitología nórdica.
Nunca me han gustado los tatuajes, ni menos ahora que conocemos que se corren determinados peligros en el momento del tatuaje y días posteriores y posteriormente en cualquier intervención quirúrgica que haya que hacer abriendo por una zona donde exista ese grabado.
Cuando alguien se tatúa se supone que tiene en cuenta todas las consideraciones previas, empezando por la elección del local y el profesional que ha de realizarlo, las preceptivas pruebas de alergia a los tintes, el uso de material desechable y el consabido tratamiento antibiótico y regenarativo posterior, además de, como dices, tomar consciencia de las complicaciones médicas que se darían si se necesitara intervenir en la zona tatuada.
E insisto: SE SUPONE.
A mi las agujitas me dan escalofrío, seguramente, por la cantidad de inyecciones que me pusieron de niño. Siempre me he preguntado, qué es lo que siente una persona en su interior, cuando decide hacerse un tatuaje, pues en teoría, es para toda la vida.
Un cordial saludo.
Pues parece que hay personas que sienten una atracción desmesurada por las agujas, o al menos eso indican sus cuerpos architatuados.
Saludos.
Como al compañero anterior, tampoco a mí me atraen los pinchazos, ni en tatuajes ni en piercings, pero es asunto de cada cual lo que se haga en su propio cuerpo, sin embargo estoy pensando que si me «literaturizas» la inflamación de un lóbulo de mis orejas después de agujereármela para llevar un pendiente, me animo y todo… Ja, ja, ja. ja, ¡¡¡¡ni jarto de kalimotxo!!!!
El día 9 te quiero ver en la plaza de la catedral brincando y hasta maullando. Pasaré lista, ja, ja, ja.
Salud.
Tampoco te veo yo luciendo un pendiente, fíjate, así que… ¡adiós crónica! Y, encima, me habrás puesto una falta de asistencia…
A mi lo de los tatuajes me da la sensación que terminan como las «calcomanías» que nos poníamos de críos, que el primer día las luces brillante y orgulloso, pero a medida que posa el tiempo, va perdiendo nitidez, ensuciándose, hasta ir desconchándose de nuestro cuerpo y no ser más que un triste recuerdo de lo que fue. Lo mismo creo que puede pasar con lo que motiva a una persona a hacerse un tatuaje: que es mejor no cargar toda la vida con un triste recuerdo.
Saludos
Cuántos recuerdos traen esas calcomanías… Y cómo se afanaban las madres para retirar, con poco éxito, los restos díscolos adheridos días y más días. Cuántas refriegas y raspaduras inútiles…
Ignoro la resistencia al paso del tiempo de los tatuajes actuales, pero conozco una persona que lleva uno -realizado de forma rudimentaria- desde hace más de cincuenta añós, en el que todavía se aprecia, bien es verdad que algo difuminado, el dibujo.
Muchas gracias por la visita, Charles de Batz.