«A flor de piel»: Archivo personal
Sisea, monótono y bajo —muy bajo— el artilugio mientras la aguja deposita los micropigmentos de aluminato de cobalto en gotitas que se abrazan en reguero infiltrado sobre la dermis.
En el lienzo de la carne una abstracción de bucles en forma de cornadura va siendo sombreada con certeros aguijonazos lacerantes que recorren el róseo recubrimiento del omóplato ahora azulado y enrojecido. La muchacha —sentada en un taburete tapizado de polipiel escamada, con el torso inclinado y la cabeza apoyada sobre un cojín ajedrezado dispuesto encima de un borriquete mullido— permanece callada y quieta, con los párpados entreabiertos. “¿Estás bien?”, le pregunta su acompañante. Ella arrastra un sí apenas audible y la aguja se detiene en la última curvatura del diseño.