«Once Again the Tortoise Beats the Hare»: Donna Goodman
La señora Benita, la santera que se ocupa de la ermita de la Virgen de los Morros de Cebollón, levanta la cabeza, mira, una a una, a las tejedoras que laboran bajo la luminosa y descomunal araña de cobre repujado del Salón Multiusos, y sentencia:
—Son todos unos charramandaires.
De la cadena ennegrecida que asciende por el conducto de humos de la chimenea pende un perolón en el que reposan, repetidamente hervidas durante la madrugada, las hojas de eucalipto que aromatizan la sala y suavizan el intenso olor a tabaco dejado por los habituales que ocupan las mesas de la carpa exterior, durante la tarde-noche, en amenas y hasta reñidas partidas de dominó y guiñote.
—Charramandaires—, repite Mercedes, la más joven de las tejedoras, que atesora vocablos autóctonos para completar la narración en fabla aragonesa en la que está trabajando.
Los artísticos nudos nacidos de las hábiles manos de las tejedoras dibujan, en la tela de arpillera, un paisaje de cumbres picudas y moteadas de nieve a cuyos pies se extiende un valle azulado desde el que dos unicornios parecen contemplar las idas y venidas de las manos que ornamentan su mágico entono.
La señora Benita, ajena a izquierdas o derechas, sin más conocimiento de los aconteceres políticos que los comentarios escuchados a sus compañeras en la paciente tarea de transformar humildes paños en vistosas alfombras y decorativos tapices, suspira: “Charramandaires”. Charlatanes insustanciales.
En el suelo, junto a la canasta donde se amontonan los ovillos, se entrevé el suelto del periódico, objeto de la conversación: “Cospedal apela a la solidaridad entre españoles para afrontar la crisis”.
En verdad que yo, en ese espacio, no permitiría periódicos. Es que las noticias rompen cualquier hechizo. Las imagino a ellas en su labor, tan necesitada de serenidad y ese mirar el periódico y soliviantarse. Más de una habrá errado las puntadas:)
«Charramandaires» a diestras y siniestras.
Abrazos
Charramandaires, sí, y, en la mayoría de las ocasiones a destiempo y ornamentando la realidad hasta hacerla irreconocible.
Besos, reina.
La señá Benita no entiende de Roma ni de Cospedal, para ella todo eso son falorias, y es que alparziar os papeles traballando, lleva a Mercedes a decir que no es bueno cotorriar ya que todos son unos alparceros.
Alparzeras lo son; doy fe. Pero jamás ganarían a doña María Dolores y sus compadres a charramandaires y embolicadores. 🙂
El final del texto (inesperado pero lógico) se cierra como en un plano de cine que se funde a negro.
No había pensado en ello, pero llevas razón.
No me extrañaría nada que la señora Benita acompañara su frase con cierto movimiento de brazos, aunque quizá no le valiera la pena dejar la labor para eso.
La señora en cuestión es más de palabras. Habla poco pero cuando lo hace es, generalmente, para dictar sentencia. Y es de la que no admiten recurso.