«Fata Morgana»: Karin Kuhlmann
“Se nos ha ido Sabina”, anuncia la señorita Valvanera, la antigua maestra. Un cirro devenido en bajel vaporoso dirige su efímero casco hasta la Prairie des Filtres, donde el Garona traía y llevaba los recuerdos de la frágil Sabina, la mediana de las hijas del Pajarico, aquel inclasificable anarquista que renegaba de todas las patrias pero se emocionaba hasta el llanto cuando la voz de Camila Gracia inundaba su espíritu de ese cierzo de las tierras oscenses a las que, sin embargo, jamás deseó regresar.
A Sabina, que emprendió la ruta del exilio, en 1939, junto a sus padres y hermanas, con trece años y sin más equipaje que el miedo, los recuerdos se le apilaron, caóticos, el resto de su vida, tan distantes, a veces, que parecían apegados a un siglo descolgado de la historia; otras, en cambio, los reproducía con tanto detalle que cualquier oyente tenía la sensación de poder rozarlos únicamente echando medio paso atrás en el tiempo. Caridad Olalquiaga formaba parte de estos últimos. Sabina la conoció, según contaba, en uno de esos campos de internamiento donde las autoridades francesas amontonaban a los republicanos españoles en desbandada. Caridad, maestra, había sido detenida por los sublevados en Jaca bajo la acusación de obligar a su alumnado a cantar La Internacional; la intervención de otra maestra, compañera suya y casada con un militar golpista, evitó que ella y Pilar Ponzán, con la que compartió encierro jaqués y actividades clandestinas en Francia, fueran asesinadas.
Instalada la familia de Sabina en Toulouse -donde Pajarico, el padre, trabajaba en una imprenta en la que se falsificaban cédulas de identidad-, el contacto con Caridad Olalquiaga se mantuvo durante algún tiempo. Casada Caridad con el filólogo y resistente anarquista Salvador Aguado Andreut, enlace de la Red Ponzán, viajó con él clandestinamente a España para retornar otra vez a Francia desde donde, a finales de los años cuarenta, marcharían a tierras latinoamericanas junto a su hija Siang. Después, nada. Sólo los recuerdos deshilvanados de un tiempo nunca derruido.
A principios de los años sesenta, Sabina matrimonió con André, un pied-noir con el que se instaló en París. Su hija, llamada Siang, como la de Caridad Olalquiaga, nació en 1963 aquejada de una grave enfermedad cardíaca, de la que moriría unos meses después. No hubo más hijos. Cuando André falleció, en 1990, Sabina regresó a Toulouse, la ciudad que tanto amaba. Murió mientras dormía, el 28 de agosto de 2012.
ANEXO
He leído poco sobre la guerra, casi nada sobre el exilio; los libros son densos y cargados de datos, por ello me gustan estas narraciones cortas que escribes desde el punto de vista emotivo de las personas que sufrieron las consecuencias de esa locura.
Un fuerte abrazo.
…es que en toda barbarie son las personas de a pie, y no los territorios, los sujetos dolientes.
Otro abrazo y feliz comienzo, Pili.
Mi padre me fue contando, casos y cosas que a el o a algún familiar le habían pasado, pero por lo bajiñis y sin que pudiera comentar ni consultar con nadie. Se hizo una radio galena, para tratar de escuchar la Pirenaica, más adelante con una radio a válvulas, comprada de segunda mano, poniéndola muy baja para escuchar la BBC en español y a la Pasionaria hablando desde el exilio, también escuchábamos radio Moscú, yo no tenía edad para conocer nada de lo que se decía y mi padre no soltaba prenda, ya que pese a haber pasado bastante tiempo, tenía todavía en su cabeza la salida a escondidas que tuvo que hacer desde Bailo. Un tío mio, en el año 36, yo aún no había nacido, fue fusilado en Almudévar, sin haber hecho nada, me he enterado ahora al hacernos herederos de la casa de Bailo.
Las atrocidades que los dos bandos cometieron no tienen perdón.
Con respecto al anexo, aunque no he sido profesor titular, en Telefónica, di muchas clases de equipos de radio, energía, grupos electrógenos e informática, era una cosa que se me daba muy bien y que los alumnos (compañeros de trabajo y futuros empleados) valoraban, incluso más que a los titulados superiores, ya que les hablaban a un nivel excesivamente superior, cuando a la edad de 52 años me prejubilaron, lo que mas falta eché fueron las clases que entonces impartía.
Perdona por mi extensión.
Ciertamente, la mayoría de las familias tienen una historia de esa época, sumida ahora en el olvido porque, quienes la conocen, o no la cuentan o no pueden hacerlo porque fallecieron. En mi caso, he tenido que insistir y perseverar para que algunas personas empezaran a trasladarme sus recuerdos y vivencias.
En la guerra se cometieron tropelías sin distinción de bandos, pero no olvidemos que los vencedores las prolongaron mucho más allá de 1939…
Sin duda, disfrutaste de tu etapa como profesor. Y esa experiencia gratificante te acompañará siempre; apreciado Jublado.
Siento curiosidad por saber de donde proceden los fragmentos que citas. Igual es que no le se ver, pero deduzco que son tuyos. ¿Fragmentos de algún libro?
La historia de Caridad Olalquiaga me ha llevado a pensar en la de María Moctezuma (y no se muy bien porqué), a la que le dediqué un texto. Te lo pego aquí por si quieres dar una vuelta por esta historia (está en catalán, pero creo que es de lectura fácil).
http://mildimonis.blogspot.com.es/2010/10/ex-patria-la-mort-de-maria-moctezuma.html
Pues sí, las citas donde no se menciona la autoría son de mi cosecha; suelo utilizarlas como recurso para presentar un relato determinado o para concluirlo. Me ayudan a enlazar unas ideas o situaciones con otras.
Muchas gracias por el enlace, Lluís. Ahora mismo me sumerjo en la historia de María.
Después de leer el post me di cuenta que el apellido Olalquiaga no me era desconocido, me sonaba que tú me habías mandado algo relacionado con esa mujer y buscando buscando he encontrado los documentos que enviaste con los recuerdos de Joaquín Maurín cuando estuvo preso en Jaca con Pilar y Caridad. Toulouse es una ciudad donde se cierra un gran círculo compuesto con los republicanos/as. Es una ciudad para pensar en mucho.
Que la tierra le sea leve a Sabina.
Salud.
Así es, Fer, compartieron cárcel con él y le ayudaron a realizar tareas administrativas, solo que ni ellas ni, por supuesto, sus carceleros sabían que aquel hombre detenido era Maurín, porque estaba allí bajo nombre supuesto y aún tardaron los sublevados en descubrir su verdadera identidad.
Toulouse, siempre, en el corazón.
De las mujeres del exilio se habla menos q de los hombres, hasta en eso están relegadas.
Salu2.
Tienes razón, Sands. La historia -ya sabemos- sigue siendo machista y patriarcal.
Estas entradas partidistas serían más justas si tratara por igual a las víctimas de los republicanos. Miles y miles de víctimas que la progresía no nombra, ¿esa es la memoria histórica zapaterista?
Ángel: Todas las entradas de esta casa son partidistas. No olvide Vd. que esta es una bitácora personal.
De las cuitas que tenga Vd con el expresidente Rodríguez y su partido, diríjase donde corresponda.