«Maj»: Archivo personal
Cuando Agnès y sus invitados se encontraban a pocos metros de la alberca situada al sur de la granja, unos graznidos ásperos y persistentes surgieron de entre los árboles que ornamentan y sombrean, formando una media luna, la orilla. “Es Per”, dijo Agnès con naturalidad. “Ni a él ni a Maj les gustan los intrusos. Consideran esta zona de su exclusivo dominio”, añadió sonriendo. “Vamos, vamos, Per, ¿qué ha sido de tu actitud hospitalaria?”.
Maj y Per, una pareja de ansares comunes permanentemente enamorados, y Dos, un macho de cisne de viudedad reciente, son los únicos habitantes, junto con la propia Agnès, de lo que antaño fuera una productiva granja provenzal que obtenía y vendía verduras, hortalizas, leche, trufas y miel, en un paraje donde, en el presente, los tulipanes y las amapolas han tomado posesión de los terrenos que un día fueran de cultivo.
“La gente que vive sola se hace acompañar de un gato o un perro. Yo tengo a mis escritores comprometidos”, suspira Agnès Hummel.
Per y Maj, naturalizados voluntariamente en la pequeña laguna y sin ninguna veleidad migratoria, fueron llamados así en homenaje al matrimonio de escritores suecos de novela negra Per Wahlöö y Maj Sjöwall; Dos, en honor de John Dos Passos, circunstancia que la señorita Valvanera -amiga de Agnès desde hace más de cuarenta y cinco años- considera “ideológicamente interesante” porque Wahlöö y Sjöwall fueron militantes comunistas convencidos y Dos Passos, en cambio, dejó de simpatizar con el comunismo cuando observó el cariz siniestro del estalinismo en los años negros de la Guerra (In)civil española, a raíz de la detención y desaparición de su amigo y traductor José Robles y de la persecución contra anarquistas y poumistas.
A la mañana siguiente, la anfitriona y sus invitados marcharon hacia Uzès. Desde el borde de la alberca, sin que el menor sonido se escapara de su pico, Per observó la partida del grupo humano con interés y, cuando el coche desapareció por el estrecho camino de tierra, regresó junto a Maj y redobló la guardia.
¡pienso como la señorita Valvanera!
🙂
Me encantan estas historias, que partiendo de un relato tan tierno como el de estos ya conocidos y entrañables personajes, impulsan, a través de los enlaces que incluyes a ir de un lado a otro con la posibilidad de ampliar mi escaso conocimiento en materias como la literatura, historia, geografía.
Tus post resultan, para mi, una manera agradable y fácil de aprender cosas nuevas; normalmente hago una primera lectura y vuelvo de nuevo para seguir profundizando. Gracias por ello
Un abrazo
Creo que, de conoceros, os llevariais estupendamente mam’zelle Valvanera y tú, Almena.
Ocurre, Luz, que, la mayoría de las veces, me lanzo a la aventura de contar algo donde se alude a personas o circunstancias que no necesariamente han de ser conocidas, de ahí los enlaces como sustitutos de las notas a pie de texto. En ningún caso pretendo dar lecciones ni ejercer el oficio de pedante, que conste en acta.
Gracias mil por tu comprensión, compañera.
Ni yo percibo en ningún momento que tú lo hagas por pedantería, quizá no me expresé bien.
Para mí, repito, es un placer poder ampliar mi conocimiento cuando algo estimula mi curiosidad y es lo que me ocurre a menudo en este blog., además, uno se puede quedar en el relato y no entrar en más. Es otra opción…
Gracias de nuevo
Lo sé, Luz. El añadido de la pedantería lo escribí en broma. Pero se me olvidó incluir el emoticón, 🙂
Abrazos.
Estos guardianes me merecen toda confianza.
Adoro a la señorita Valbanera, casi tanto, como estas historias que nos narras; estas estampas a las que nos transportas.
Abrazos
Bien has dicho, Trini: Guardianes. Los mejores.
Besos.
Mirada, como buena romántica que se precie, no soy dada a irme… así que sigo en Blogia y, con lo mismo, en Blogspot. Puedes visitar la que más te guste, en las dos edito lo mismo, el mismo día y a la misma hora:):)
Abrazos
…y es que, pese a la lentitud y algunos problemillas, Blogia siempre será Blogia.
Más abrazos.
Esos gansos deben estar muy bien donde viven pq siendo aves migratorias siguen viviendo allí, no? He leído q son aves fieles a sus parejas y q se las considera inteligentes y con buena memoria.
Muy interesante siemrpe todo lo q cuentas.
Salu2.
Lo cierto es que, por extraño que resulte, los cambios de hábitos en algunas aves no son excepcionales, ya sea por la disponibilidad de comida, por el clima propicio o por ambas causas.
Una de las imágenes tiernas de los últimos inviernos tiene que ver con una vieja cigüeña sedentaria, erguida en su nido bajo la nieve…
Cordiales saludos, Sands.